01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

cambiado por <strong>la</strong> pesadil<strong>la</strong>, mayor. Ahí estaba <strong>la</strong> pequeña ducha apretada entre el <strong>la</strong>vatorio y el<br />

excusado <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> Carlitos, el agua fría que te hizo estremecer y acabó <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertarte. Se vistió,<br />

<strong>de</strong>spacio. Carlitos seguía durmiendo <strong>de</strong> barriga, <strong>la</strong> cabeza colgando fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> cama, en<br />

calzoncillos y medias. Ahí <strong>la</strong> calle y <strong>la</strong> luz <strong>de</strong>l sol que <strong>la</strong> neblina <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana no conseguía ocultar,<br />

sólo estropear, ahí el cafetín <strong>de</strong> esa esquina y el grupo <strong>de</strong> tranviarios, con gorras azules, hab<strong>la</strong>ndo <strong>de</strong><br />

fútbol junto al mostrador. Pidió un café con leche, preguntó <strong>la</strong> hora, eran <strong>la</strong>s diez, ya estaría en <strong>la</strong><br />

oficina, no te sentías nervioso ni conmovido, Zavalita.<br />

Para llegar hasta el teléfono tuvo que pasar bajo el mostrador, atravesar un corredor con<br />

costales y cajas, mientras marcaba el número vio una columna <strong>de</strong> hormigas subiendo por una viga.<br />

Sus manos se hume<strong>de</strong>cieron <strong>de</strong> golpe al reconocer <strong>la</strong> voz <strong>de</strong>l Chispas: ¿sí, aló?<br />

—Ho<strong>la</strong>, Chispas —ahí <strong>la</strong>s cosquil<strong>la</strong>s en todo el cuerpo, <strong>la</strong> impresión <strong>de</strong> que el suelo se<br />

ab<strong>la</strong>ndaba—. Sí, soy yo, Santiago.<br />

—Hay moros en <strong>la</strong> costa —ahí <strong>la</strong> voz susurrante y casi inaudible <strong>de</strong>l Chispas, su tono<br />

cómplice—. Llámame más tar<strong>de</strong>, el viejo está aquí.<br />

—Quiero hab<strong>la</strong>r con él —dijo Santiago—. Sí, con el viejo. Pásamelo, es urgente.<br />

Ahí el <strong>la</strong>rgo silencio estupefacto o consternado o maravil<strong>la</strong>do, el remoto tableteo <strong>de</strong> una<br />

máquina <strong>de</strong> escribir, y <strong>la</strong> tosecita <strong>de</strong>squiciada <strong>de</strong>l Chispas que estaría tragándose el teléfono con los<br />

ojos y no sabría qué <strong>de</strong>cir, qué hacer, y ahí su a<strong>la</strong>rido teatral: pero si era el f<strong>la</strong>co, pero si era el<br />

supersabio, y <strong>la</strong> máquina <strong>de</strong> escribir que cal<strong>la</strong>ba en el acto. ¿Dón<strong>de</strong> andabas metido tú, f<strong>la</strong>co, <strong>de</strong><br />

dón<strong>de</strong> resucitabas tú, supersabio, qué esperabas tú para venir a <strong>la</strong> casa? Sí papá, el f<strong>la</strong>co papá,<br />

quería hab<strong>la</strong>r contigo papá. Voces que se superponían a <strong>la</strong> <strong>de</strong>l Chispas y <strong>la</strong> apagaban y ahí <strong>la</strong> oleada<br />

<strong>de</strong> calor en <strong>la</strong> cara, Zavalita.<br />

—¿Aló, aló, f<strong>la</strong>co? —ahí <strong>la</strong> idéntica voz <strong>de</strong> años atrás que se quebraba, Zavalita, llena <strong>de</strong><br />

angustia, <strong>de</strong> alegría, su voz atolondrada que gritaba—. ¿Hijito? ¿F<strong>la</strong>co? ¿Estás ahí?<br />

—Ho<strong>la</strong>, papá —ahí, al fondo <strong>de</strong>l corredor, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l mostrador, los tranviarios que se reían, y<br />

a tu <strong>la</strong>do una hilera <strong>de</strong> botel<strong>la</strong>s <strong>de</strong> Pasteurina y <strong>la</strong>s hormigas que <strong>de</strong>saparecían entre <strong>la</strong>tas <strong>de</strong><br />

galletas—. Sí, aquí estoy, papá. ¿Cómo está <strong>la</strong> mamá, cómo están todos, papá?<br />

—Enojados contigo, f<strong>la</strong>co, esperándote todos los días, f<strong>la</strong>co —<strong>la</strong> voz terriblemente<br />

esperanzada, Zavalita, turbada, atropel<strong>la</strong>da—, ¿Y tú, estás bien? ¿De dón<strong>de</strong> l<strong>la</strong>mas, f<strong>la</strong>co?<br />

—De Chorrillos, papá —pensando mentiras, no era, piensa, calumnias, no podía ser—.<br />

Quiero hab<strong>la</strong>r contigo <strong>de</strong> algo, papá. ¿No estás ocupado ahora, podría verte en <strong>la</strong> mañana?<br />

—Sí, ahora mismo, voy para allá —y <strong>de</strong> repente a<strong>la</strong>rmada, ansiosa—. ¿No te pasa nada, no es<br />

cierto, f<strong>la</strong>co? ¿No te habrás metido en ningún lío, no?<br />

—No, papá, ningún lío. Si quieres, te espero en <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>l Regatas. Estoy aquí cerca.<br />

—Ahora mismo, f<strong>la</strong>co. Una media hora, a lo más. Salgo en este instante. Aquí te paso al<br />

Chispas, f<strong>la</strong>co.<br />

Ahí los ruidos adivinables <strong>de</strong> sil<strong>la</strong>s, puertas, y <strong>la</strong> máquina <strong>de</strong> escribir otra vez, y a lo lejos<br />

bocinas y motores <strong>de</strong> autos.<br />

—El viejo ha rejuvenecido veinte años en un segundo —dijo el Chispas, eufórico—. Ha<br />

salido como alma que lleva el diablo. Y yo que no sabía cómo disimu<strong>la</strong>r, hombre. ¿Qué te pasa,<br />

estás en un lío?<br />

—No, nada —dijo Santiago. Ha pasado mucho tiempo ya. Voy a amistarme con él.<br />

—Ya era hora, ya era hora —repetía el Chispas, feliz, todavía incrédulo—. Espérate, voy a<br />

l<strong>la</strong>mar a <strong>la</strong> mamá. No vayas a <strong>la</strong> casa hasta que le avise. Para que no le dé un síncope cuando te vea.<br />

—No voy a ir a <strong>la</strong> casa ahora, Chispas —ahí su voz que comenzaba a protestar, pero hombre,<br />

tú no pue<strong>de</strong>s—. El domingo, dile que voy a ir el domingo a almorzar.<br />

—Está bien, el domingo, <strong>la</strong> Teté y yo <strong>la</strong> prepararemos —dijo el Chispas—. Está bien, niño<br />

caprichoso. Le diré que te haga chupe <strong>de</strong> camarones.<br />

192

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!