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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
Encontraron un burro tumbado en el camino, les <strong>la</strong>draron perros invisibles. Eran casi <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
misma altura, iban cal<strong>la</strong>dos, el cielo estaba <strong>de</strong>spejado, hacía calor, no corría viento. El hombre que<br />
<strong>de</strong>scansaba en <strong>la</strong> mecedora se puso <strong>de</strong> pie al verlos entrar en <strong>la</strong> <strong>de</strong>sierta cantina, les alcanzó una<br />
cerveza y volvió a sentarse.<br />
Chocaron los vasos en <strong>la</strong> penumbra, todavía sin hab<strong>la</strong>rse.<br />
—Fundamentalmente, dos cosas —dijo el doctor Ferro—. Primera, mantener <strong>la</strong> unidad <strong>de</strong>l<br />
equipo que ha tomado el po<strong>de</strong>r. Segunda, proseguir con mano dura <strong>la</strong> limpieza. Universidad,<br />
sindicatos, administración. Luego, elecciones y a trabajar por el país.<br />
—¿Que qué me hubiera gustado ser en <strong>la</strong> vida, niño? —dice Ambrosio—. Ricacho, por<br />
supuesto.<br />
—Así que te vas a Lima mañana —dijo Trifulcio—. ¿Y a qué te vas?<br />
—¿A usted ser feliz, niño? —dice Ambrosio—. C<strong>la</strong>ro que a mí también, sólo que rico y feliz<br />
es <strong>la</strong> misma cosa.<br />
—Todo es cuestión <strong>de</strong> empréstitos y <strong>de</strong> créditos —dijo don Fermín—. Los Estados Unidos<br />
están dispuestos a ayudar a un gobierno <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n, por eso apoyaron <strong>la</strong> revolución. Ahora quieren<br />
elecciones y hay que darles gusto.<br />
—A buscar trabajo allá —dijo Ambrosio—. En <strong>la</strong> capital se gana más.<br />
—Los gringos son formalistas, hay que enten<strong>de</strong>rlos —dijo Emilio Arévalo—. Están felices<br />
con el General y sólo pi<strong>de</strong>n que se guar<strong>de</strong>n <strong>la</strong>s formas <strong>de</strong>mocráticas.<br />
Odría electo y nos abrirán los brazos y nos darán los créditos que hagan falta.<br />
—¿Y cuánto tiempo llevas ya trabajando como chofer? —dijo Trifulcio.<br />
—Pero ante todo hay que sacar a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte el Frente Patriótico Nacional o Movimiento<br />
Restaurador o como se l<strong>la</strong>me —dijo el doctor Ferro—. Para eso es básico el programa y por eso<br />
insisto tanto en él.<br />
—Dos años <strong>de</strong> profesional —dijo Ambrosio—. Empecé <strong>de</strong> ayudante, manejando <strong>de</strong> prestado.<br />
Después fui camionero y hasta ahora estuve <strong>de</strong> chofer <strong>de</strong> ómnibus, por aquí, por los distritos.<br />
—Un programa nacionalista y patriótico, que agrupe a todas <strong>la</strong>s fuerzas sanas —dijo Emilio<br />
Arévalo.— Industria, comercio, empleados, agricultores. Inspirado en i<strong>de</strong>as sencil<strong>la</strong>s pero eficaces.<br />
—O sea que eres hombre serio, <strong>de</strong> trabajo —dijo Trifulcio—. Con razón no quería Tomasa<br />
que <strong>la</strong> gente te viera conmigo. ¿Crees que vas a conseguir trabajo en Lima?<br />
—Necesitamos algo que recuer<strong>de</strong> <strong>la</strong> excelente fórmu<strong>la</strong> <strong>de</strong>l mariscal Benavi<strong>de</strong>s —dijo el<br />
doctor Ferro—. Or<strong>de</strong>n, Paz y Trabajo. Yo he pensado en Salud, educación, Trabajo. ¿Qué les<br />
parece?<br />
—¿Usted se acuerda <strong>de</strong> <strong>la</strong> lechera Túmu<strong>la</strong>, <strong>de</strong> <strong>la</strong> hija que tenía? —dijo Ambrosio—. Se casó<br />
con el hijo <strong>de</strong>l Buitre. ¿Se acuerda <strong>de</strong>l Buitre? Yo lo ayudé al hijo a que se <strong>la</strong> robara.<br />
—Por supuesto, <strong>la</strong> candidatura <strong>de</strong>l General tiene que ser <strong>la</strong>nzada por todo lo alto —dijo<br />
Emilio Arévalo—. Todos los sectores <strong>de</strong>ben proc<strong>la</strong>mar<strong>la</strong> <strong>de</strong> manera espontánea.<br />
—¿El Buitre, el prestamista, el que fue Alcal<strong>de</strong>? —dijo Trifulcio—. Me acuerdo <strong>de</strong> él, sí.<br />
—La proc<strong>la</strong>marán, don Emilio —dijo el coronel Espina—. El General es cada día más<br />
popu<strong>la</strong>r. En pocos meses <strong>la</strong> gente ha visto ya <strong>la</strong> tranquilidad que hay ahora y el caos que era el país<br />
con los apristas y comunistas sueltos en p<strong>la</strong>za.<br />
—El hijo <strong>de</strong>l Buitre está en el gobierno, ahora es importante —dijo Ambrosio. A lo mejor él<br />
me ayudará a conseguir trabajo en Lima.<br />
—¿Quiere que vayamos a tomarnos un trago los dos solos, don Cayo? —dijo don Fermín—.<br />
¿No le ha quedado doliendo <strong>la</strong> cabeza con los discursos <strong>de</strong>l amigo Ferro? A mí me <strong>de</strong>ja siempre<br />
mareado.<br />
—Si es importante ya ni querrá saber <strong>de</strong> ti ——dijo Trifulcio. Te mirará por sobre el hombro.<br />
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