01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

trabaje hasta que te cures, ¿no estás enfermo? ¿Cuánto le habían pagado para que me humilles ahora<br />

que me ves caído?, <strong>de</strong>cía Trinidad.<br />

Gertrudis Lama se puso contenta cuando <strong>la</strong> vio <strong>de</strong> nuevo en el <strong>la</strong>boratorio, y <strong>la</strong> inspectora qué<br />

buena vara, te pones y te sacas el trabajo como una falda. Los primeros días se le escapaban <strong>la</strong>s<br />

pastil<strong>la</strong>s y se le rodaban los frascos, pero a <strong>la</strong> semana estaba diestra otra vez. Tienes que llevarlo al<br />

médico, le <strong>de</strong>cía <strong>la</strong> señora Rosario, ¿no ves que todo el día dice a<strong>de</strong>fesios? Mentira, sólo a <strong>la</strong> hora<br />

<strong>de</strong> comer o cuando se tocaba el tema <strong>de</strong>l trabajo se chif<strong>la</strong>ba, <strong>de</strong>spués era como antes nomás.<br />

Acabando <strong>de</strong> comer se metía el <strong>de</strong>do a <strong>la</strong> boca hasta vomitar, y entonces estoy enfermo,<br />

amorcito. Pero si Amalia no le hacía caso y limpiaba sus vómitos como si nada, al ratito se olvidaba<br />

<strong>de</strong> su enfermedad y qué tal el <strong>la</strong>boratorio y hasta le hacía chistes y cariños. Le va a pasar, pensaba,<br />

rezaba, lloraba Amalia a ocultas <strong>de</strong> él, va a ser como antes. Pero no le pasaba y más bien le dio por<br />

salir a <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>l callejón a gritar amarillos a los transeúntes. Quería tirarles tacles y hacerles <strong>la</strong>s<br />

l<strong>la</strong>ves <strong>de</strong>l cachascán, y es tan f<strong>la</strong>quito que cada vez me lo traen sangrando, le contaba Amalia a<br />

Gertrudis. Una noche vomitó sin meterse el <strong>de</strong>do a <strong>la</strong> boca.<br />

Se puso pálido y Amalia lo llevó al día siguiente al Hospital Obrero. Neuralgias, dijo el<br />

médico, y que se tomara unas cucharaditas cada vez que le doliera <strong>la</strong> cabeza y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces<br />

Trinidad se pasaba el día diciendo <strong>la</strong> cabeza me va a reventar. Tomaba <strong>la</strong>s cucharaditas y náuseas.<br />

Tanto jugar a enfermarte te enfermaste, lo reñía Amalia. Se volvió engreído, renegón, se bur<strong>la</strong>ba <strong>de</strong><br />

todo y ya casi ni podían conversar. Al ver<strong>la</strong> llegar <strong>de</strong>l trabajo ¿cómo, todavía no me has <strong>de</strong>jado?, ¿y<br />

<strong>la</strong> hijita? dice Santiago. Paraba echado en <strong>la</strong> cama, si no me muevo me siento bien, o conversando<br />

con don Atanasio, y no había vuelto a preguntar por el hijo. Si Amalia le <strong>de</strong>cía estoy engordando o<br />

ya se mueve, él <strong>la</strong> miraba como si no supiera <strong>de</strong> qué hab<strong>la</strong>ba. Comía apenas, por los vómitos.<br />

Amalia se robaba unas bolsitas <strong>de</strong> papel <strong>de</strong>l <strong>la</strong>boratorio y le rogaba vomita ahí, no en el suelo, y él a<br />

propósito abría <strong>la</strong> boca sobre <strong>la</strong> mesa o <strong>la</strong> cama, y con una vocecita empa<strong>la</strong>gosa, si te da tanto asco<br />

anda vete: se había quedado en Pucallpa, niño. Pero <strong>de</strong>spués se arrepentía, perdón amorcito, me he<br />

vuelto malo, aguántame un poquito más que me voy a morir. Iban <strong>de</strong> vez en cuando al cine.<br />

Amalia quiso animarlo a que fuera al Estadio, pero él se agarraba <strong>la</strong> cabeza: no, estaba<br />

enfermo. Se puso f<strong>la</strong>co como perro, el pantalón que no le cerraba en <strong>la</strong> bragueta ahora se le<br />

chorreaba, ya no le pedía a Amalia córtame el pelo como antes, ¿y por qué <strong>la</strong> había <strong>de</strong>jado en<br />

Pucallpa?, ¿no te has <strong>de</strong>cepcionado <strong>de</strong> uno tan poquita cosa que a <strong>la</strong> primera caída abandona sin<br />

luchar y se hace el loco y se <strong>de</strong>ja mantener por <strong>la</strong> mujer?, le preguntó Gertrudis. Al revés, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

lo veía hecho un trapo lo quería más. Pensaba todo el tiempo en él, sentía que se acababa el mundo<br />

cuando lo oía <strong>de</strong>cir disparates, vez que <strong>la</strong> <strong>de</strong>snudaba a jalones en <strong>la</strong> oscuridad sentía vértigo. Una<br />

señora que se había hecho amiga <strong>de</strong> Amalia se había comedido a criar<strong>la</strong>, niño.<br />

Los dolores <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> Trinidad <strong>de</strong>saparecían y volvían, <strong>de</strong> nuevo se iban y venían, y el<strong>la</strong><br />

nunca sabía si eran <strong>de</strong> verdad o inventos o exageraciones. Y, a<strong>de</strong>más Ambrosio se había metido en<br />

un lío y salido pitando <strong>de</strong> Pucallpa. Sólo los vómitos no se le iban nunca. Es tu culpa, le <strong>de</strong>cía<br />

Amalia, y él <strong>de</strong> los amarillos, amorcito, a el<strong>la</strong> no le iba a mentir.<br />

Un día Amalia encontró a <strong>la</strong> señora Rosario a <strong>la</strong> entrada <strong>de</strong>l callejón, <strong>la</strong>s manos en <strong>la</strong>s ca<strong>de</strong>ras,<br />

los ojos como ascuas: se encerró con <strong>la</strong> Celeste, había querido abusar<strong>la</strong> sólo abrió <strong>la</strong> puerta cuando<br />

lo amenacé con el patrullero. Amalia encontró a Trinidad <strong>la</strong>mentándose, <strong>la</strong> señora Rosario era mal<br />

pensada, l<strong>la</strong>mar a <strong>la</strong> policía sabiendo que estaba fichado, perversa, a él qué le importaba <strong>la</strong> retaca <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> Celeste, había querido hacerle una broma. Sinvergüenza, ingrato, lo insultaba Amalia, mantenido,<br />

loco, y por fin le aventó un zapato. El se <strong>de</strong>jaba gritar y dar manotazos sin protestar. Esa noche se<br />

tiró al suelo apretándose <strong>la</strong> cabeza con <strong>la</strong>s manos y entre Amalia y don Atanasio lo arrastraron a <strong>la</strong><br />

calle y lo subieron a un taxi. En <strong>la</strong> Asistencia Pública le pusieron una inyección. Regresaron a<br />

Mirones pasito a paso, Trinidad en medio, parándose a <strong>de</strong>scansar cada cuadra. Lo acostaron y antes<br />

<strong>de</strong> dormirse Trinidad <strong>la</strong> hizo llorar: déjame, que no arruinara su vida con él, estaba acabado, búscate<br />

alguien que te responda mejor. La chiquita se l<strong>la</strong>maba Amalita Hortensia y tendría cinco o seis<br />

añitos ya, niño.<br />

47

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!