Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
Unos jovencitos se habían puesto a gritar Li—ber—tad, Li—ber—tad. Seguía entrando gente<br />
y <strong>la</strong> p<strong>la</strong>tea se iba llenando.<br />
—Menos mal que vinimos temprano —dijo Trifulcio—. No me hubiera gustado estar todo el<br />
tiempo parado.<br />
—Sí, don Cayo, ya comenzó —dijo el Prefecto—. Han llenado el teatro más o menos. La<br />
contra—manifestación <strong>de</strong>be estar saliendo <strong>de</strong>l Mercado.<br />
Se había llenado <strong>la</strong> p<strong>la</strong>tea, <strong>de</strong>spués <strong>la</strong> galería, <strong>de</strong>spués los pasillos, y ahora <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong>l<br />
escenario había gente apiñada que pugnaba por romper <strong>la</strong> barrera <strong>de</strong> hombres con brazaletes rojos<br />
<strong>de</strong>l servicio <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n.<br />
En el escenario, una veintena <strong>de</strong> sil<strong>la</strong>s, un micrófono, una ban<strong>de</strong>ra peruana, cartelones que<br />
<strong>de</strong>cían Coalición Nacional, Libertad. Cuando no me muevo estoy <strong>de</strong> lo más bien, pensaba Trifulcio.<br />
La gente seguía cortando Li—ber—tad, y un grupo había comenzado otra maquinita, al fondo <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
p<strong>la</strong>tea: Le—ga—li—dad, Le—ga—li—dad.<br />
Se oían ap<strong>la</strong>usos, vivas, y todo el mundo hab<strong>la</strong>ba a gritos. Comenzaron a salir varias personas<br />
al escenario, a ocupar <strong>la</strong>s sil<strong>la</strong>s. Los recibió una salva <strong>de</strong> ap<strong>la</strong>usos y recru<strong>de</strong>cieron los gritos.<br />
—No entiendo eso <strong>de</strong> legalidad —dijo Trifulcio.<br />
—Para los partidos políticos fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley —dijo Ludovico—. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> millonarios,<br />
también apristas y comunistas se han juntado aquí.<br />
—Yo he estado en muchas manifestaciones —dijo Trifulcio—. El año cincuenta, en Ica,<br />
acompañando al senador Arévalo. Pero eran al aire libre. Esta es <strong>la</strong> primera que veo en un teatro.<br />
—Ahí está Hipólito, al fondo —dijo Ludovico—. Es mi compañero. Hace como diez años<br />
que trabajamos juntos.<br />
—Suerte que no le haya dado soroche, es <strong>la</strong> enfermedad más rara —dijo Trifulcio—. Oiga ¿y<br />
por qué está gritando usted también Libertad?<br />
—Grita tú también —dijo Ludovico—. ¿Quieres que se <strong>de</strong>n cuenta quién eres?<br />
—Me han or<strong>de</strong>nado que suba al escenario y les <strong>de</strong>sconecte el micro, no que grite —dijo<br />
Trifulcio—. Ese que va a dar <strong>la</strong> señal es mi jefe y nos estará viendo. Es un calentón, <strong>de</strong> todo nos<br />
multa.<br />
—No seas tonto, negro —dijo Ludovico—. Grita, hombre, ap<strong>la</strong>u<strong>de</strong>.<br />
No puedo creer que me sienta tan bien, pensó Trifulcio. Un tipo bajito, con corbata michi y<br />
anteojos hacía gritar Libertad al público y anunciaba a los oradores. Decía sus nombres, los<br />
seña<strong>la</strong>ba y <strong>la</strong> gente, cada vez más excitada y ruidosa, ap<strong>la</strong>udía. Había una competencia entre los <strong>de</strong><br />
Libertad y los <strong>de</strong> Legalidad a ver quién gritaba más. Trifulcio se volvía a mirar a <strong>la</strong>s otras parejas,<br />
pero con tanta gente parada, muchos ni se veían ya. El que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes, en cambio, estaba ahí,<br />
los codos apoyados en <strong>la</strong> baranda <strong>de</strong> <strong>la</strong> galería, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> cuatro más, escuchando y mirando a<br />
todos <strong>la</strong>dos.<br />
—Sólo cuidando el escenario hay quince —dijo Ludovico—. Y mira cuántos tipos más con<br />
brazaletes repartidos por el teatro. Sin contar que cuando se arme van a salir algunos espontáneos.<br />
Creo que no se va a po<strong>de</strong>r.<br />
—¿Y por qué no se va a po<strong>de</strong>r? —dijo Trifulcio—. ¿El Molina ése no lo explicó c<strong>la</strong>rito?<br />
—Tendríamos que ser unos cincuenta, y bien entrenados —dijo Ludovico—. Esos<br />
arequipeños son unos maletas, yo me he dado cuenta. No se va a po<strong>de</strong>r.<br />
—Se tiene que po<strong>de</strong>r —Trifulcio señaló hacia <strong>la</strong> galería—. Si no, quién aguanta a ése.<br />
—La contra—manifestación ya <strong>de</strong>bería estar llegando aquí —dijo Ludovico—. ¿Oyes algo,<br />
en <strong>la</strong> calle?<br />
Trifulcio no le contestó, escuchaba al señor <strong>de</strong> azul erguido frente al micrófono: Odría era un<br />
Dictador, <strong>la</strong> Ley <strong>de</strong> Seguridad Interior anticonstitucional, el hombre común y corriente quería<br />
243