01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—¿No te da vergüenza? —su voz era dura y profunda, los ojos se le enrojecían, hab<strong>la</strong>ba y se<br />

retorcía <strong>la</strong>s manos—. ¿Casarte así, a escondidas, así? ¿Hacerles pasar esta vergüenza a tus padres, a<br />

tus hermanos?<br />

Don Fermín seguía cabizbajo, absorto en sus zapatos, y a Popeye se le había cristalizado <strong>la</strong><br />

sonrisa y parecía idiota. Cary miraba a uno y a otro, <strong>de</strong>scubriendo que ocurría algo, preguntando<br />

con los ojos qué pasa, y el Chispas había cruzado los brazos y observaba a Santiago con severidad.<br />

—Éste no es el momento, mamá —dijo Santiago—. Si hubiera sabido que te ibas a poner así,<br />

no venía.<br />

—Hubiera preferido mil veces que no vinieras —dijo <strong>la</strong> señora Zoi<strong>la</strong>, alzando <strong>la</strong> voz—. ¿Me<br />

oyes, me oyes? Mil veces no verte más que casado así, pedazo <strong>de</strong> loco.<br />

—Cál<strong>la</strong>te, Zoi<strong>la</strong> —don Fermín <strong>la</strong> había cogido <strong>de</strong>l brazo, Popeye y el Chispas miraban<br />

asustados hacia <strong>la</strong> escalera, Cary había abierto <strong>la</strong> boca—. Hija, por favor.<br />

—¿No ves con quién se ha casado? —sollozó <strong>la</strong> señora Zoi<strong>la</strong>—. ¿No te das cuenta, no ves?<br />

¿Cómo voy a aceptar, cómo voy a ver a mi hijo casado con una que pue<strong>de</strong> ser su sirvienta?<br />

—Zoi<strong>la</strong>, no seas idiota —pálido también él, Zavalita, aterrorizado también él. Qué<br />

estupi<strong>de</strong>ces dices, hija. La chica te va a oír. Es <strong>la</strong> mujer <strong>de</strong> Santiago, Zoi<strong>la</strong>.<br />

La voz enronquecida y atolondrada <strong>de</strong>l papá, Zavalita, los esfuerzos <strong>de</strong> él y <strong>de</strong>l Chispas por<br />

calmar, cal<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> mamá que sollozaba a gritos. La cara <strong>de</strong> Popeye estaba pecosa y granate, Cary se<br />

había acurrucado en el asiento como si hiciera un frío po<strong>la</strong>r.<br />

—No <strong>la</strong> vas a ver nunca más pero ahora cál<strong>la</strong>te, mamá —dijo Santiago, por fin—. No te<br />

permito que <strong>la</strong> insultes. El<strong>la</strong> no te ha hecho nada y ...<br />

—¿No me ha hecho nada, nada? —rugió <strong>la</strong> señora Zoi<strong>la</strong>, tratando <strong>de</strong> zafarse <strong>de</strong>l Chispas y <strong>de</strong><br />

don Fermín—. Te engatusó, te volteó <strong>la</strong> cabeza ¿y esa huachafita no me ha hecho nada?<br />

Uno mexicano, piensa, uno <strong>de</strong> ésos que te gustan.<br />

Piensa: sólo faltaron mariachis y charros, amor. El Chispas y don Fermín se habían llevado<br />

por fin a <strong>la</strong> señora Zoi<strong>la</strong> casi a rastras hacia el escritorio y Santiago estaba <strong>de</strong> pie. Mirabas <strong>la</strong><br />

escalera, Zavalita, ubicabas el baño, calcu<strong>la</strong>bas <strong>la</strong> distancia: sí, había oído.<br />

Ahí estaba esa indignación que no sentías hacía años, ese odio santo <strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong><br />

Cahui<strong>de</strong> y <strong>la</strong> revolución, Zavalita. A<strong>de</strong>ntro se oían los gemidos <strong>de</strong> <strong>la</strong> mamá, <strong>la</strong> <strong>de</strong>so<strong>la</strong>da voz<br />

recriminatoria <strong>de</strong>l papá. El Chispas había regresado a <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> un momento <strong>de</strong>spués, congestionado,<br />

increíblemente furioso:<br />

—Le has hecho dar un vahído a <strong>la</strong> mamá —él furioso, piensa, el Chispas furioso, el pobre<br />

Chispas furioso—. No se pue<strong>de</strong> vivir en paz aquí por tus locuras, parece que no tuvieras otra cosa<br />

que hacer que darles colerones a los viejos.<br />

—Chispas, por favor —pió Cary, levantándose—. Por favor, por favor, Chispas.<br />

—No pasa nada, amor —dijo el Chispas—. Sino que este loco siempre hace <strong>la</strong>s cosas mal. El<br />

papá tan <strong>de</strong>licado y éste ...<br />

—A <strong>la</strong> mamá le puedo aguantar ciertas cosas pero no a ti —dijo Santiago—. No a ti, Chispas,<br />

te advierto.<br />

—¿Me adviertes a mí? —dijo el Chispas, pero ya Cary y Popeye lo habían sujetado y lo<br />

hacían retroce<strong>de</strong>r ¿<strong>de</strong> qué se ríe, niño?, dice Ambrosio. No te reías Zavalita, mirabas <strong>la</strong> escalera y<br />

oías a tu espalda <strong>la</strong> estrangu<strong>la</strong>da voz <strong>de</strong> Popeye: no se calienten hombre, ya pasó hombre. ¿Estaba<br />

llorando y por eso no bajaba, subías a buscar<strong>la</strong> o esperabas? Aparecieron por fin en lo alto <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

escalera y <strong>la</strong> Teté miraba como si hubieran fantasmas o <strong>de</strong>monios en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>, pero tú te habías<br />

portado soberbiamente corazón, piensa, mejor que María Félix en ésa, que Libertad Lamarque en<br />

esa otra.<br />

Bajó <strong>la</strong> escalera <strong>de</strong>spacio, agarrada al pasamano, mirando sólo a Santiago, y al llegar dijo con<br />

voz firme:<br />

293

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!