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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
—Usted no supo, el<strong>la</strong> no sabía, qué enredado, ¿acaso esas cosas no se saben siempre, niño?<br />
—dice Ambrosio—. ¿Quién era <strong>la</strong> muchacha?<br />
—Te advierto que si es anti te lo <strong>de</strong>vuelvo —y <strong>la</strong> suave voz tímida <strong>de</strong> Aída se volvió<br />
<strong>de</strong>safiante—. Porque yo soy comunista.<br />
—¿Tú eres comunista? —<strong>la</strong> miró atónito Santiago— ¿<strong>de</strong> veras eres comunista?<br />
Todavía no eras, piensa, querías ser comunista.<br />
Sentía su corazón golpeando fuerte y estaba maravil<strong>la</strong>do: en San Marcos no se estudia nada,<br />
f<strong>la</strong>co, sólo se hacía política, era una cueva <strong>de</strong> apristas y <strong>de</strong> comunistas, todos los resentidos <strong>de</strong>l Perú<br />
se juntaban ahí.<br />
Piensa: pobre papá. Ni siquiera habías entrado a San Marcos, Zavalita, y mira lo que<br />
<strong>de</strong>scubrías.<br />
—En realidad, soy y no soy ——confesó Aída—. Porque dón<strong>de</strong> andarán los comunistas aquí.<br />
¿Cómo se podía ser comunista sin saber siquiera si existía un partido comunista en el Perú? A<br />
lo mejor Odría los había encarce<strong>la</strong>do a todos, a lo mejor <strong>de</strong>portado o asesinado. Pero si aprobaba el<br />
oral y entraba a San Marcos, Aída averiguaría en <strong>la</strong> Universidad, se pondría en contacto con los que<br />
quedaban y estudiaría marxismo y se inscribiría en el Partido. Me miraba <strong>de</strong>safiándome, piensa, a<br />
ver discúteme, su voz era suavecita y sus ojos insolentes, dime son unos ateos, ardientes, a ver<br />
niégame, inteligentes, y tú, piensa, <strong>la</strong> escuchabas asustado y admirado: eso existía, Zavalita. Piensa:<br />
¿me enamoré ahí?<br />
—Una compañera <strong>de</strong> San Marcos —dice Santiago—. Hab<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> política, creía en <strong>la</strong><br />
Revolución.<br />
—Caramba, no se enamoraría <strong>de</strong> una aprista, niño —dice Ambrosio.<br />
—Los apristas ya no creían en <strong>la</strong> Revolución —dice Santiago—. El<strong>la</strong> era comunista.<br />
—Pa su diab<strong>la</strong> —dice Ambrosio—. Pa su macho, niño.<br />
Nuevos postu<strong>la</strong>ntes llegaban a Padre Jerónimo, invadían el zaguán, el patio, corrían hacia <strong>la</strong>s<br />
listas c<strong>la</strong>vadas con tachue<strong>la</strong>s en un tablero, afanosamente revisaban sus apuntes. Un rumor atareado<br />
flotaba sobre el local.<br />
—Te has quedado mirándome como si fuera un ogro —dijo Aída.<br />
—Qué ocurrencia, yo respeto todas <strong>la</strong>s i<strong>de</strong>as, y a<strong>de</strong>más, no creas, también soy <strong>de</strong> —calló,<br />
buscó, tartamu<strong>de</strong>ó Santiago— i<strong>de</strong>as avanzadas.<br />
—Vaya, me alegro por ti —dijo Aída—. ¿Daremos hoy el oral? Tanto esperar tengo una<br />
confusión terrible, no me acuerdo nada <strong>de</strong> lo que estudié.<br />
—Repasemos un poco, si quieres —dijo Santiago—. ¿Qué te asusta más?<br />
—Historia Universal —dijo Aída—. Sí, vamos a hacernos preguntas. Pero caminando, así<br />
estudio mejor que sentada ¿tú no?<br />
Cruzaron el zaguán <strong>de</strong> losetas color vino con au<strong>la</strong>s a los costados, ¿dón<strong>de</strong> viviría?, había un<br />
pequeño patio con menos gente al fondo <strong>de</strong>l local. Cerró los ojos, vio <strong>la</strong> casita estrecha, limpia, <strong>de</strong><br />
muebles austeros, y vio <strong>la</strong>s calles <strong>de</strong>l re<strong>de</strong>dor y <strong>la</strong>s caras ¿recias, dignas, graves, sobrias? <strong>de</strong> los<br />
hombres que avanzaban por <strong>la</strong>s veredas embutidos en overoles y sacones grises, y oyó sus diálogos<br />
¿solidarios, parcos, c<strong>la</strong>n<strong>de</strong>stinos? y pensó obreros, y pensó comunistas y <strong>de</strong>cidió no soy<br />
bustamantista, no soy aprista, soy comunista. Pero ¿cuál era <strong>la</strong> diferencia? No podía preguntárselo,<br />
creerá que soy idiota, tenía que sonsacárselo. El<strong>la</strong> se habría pasado todo el verano así, los fieros<br />
ojitos c<strong>la</strong>vados en los cuestionarios, yendo y viniendo por una habitación minúscu<strong>la</strong>. Habría poca<br />
luz, para tomar notas se sentaría en una mesita iluminada por una <strong>la</strong>mparil<strong>la</strong> sin pantal<strong>la</strong> o por ve<strong>la</strong>s,<br />
movería los <strong>la</strong>bios <strong>de</strong>spacito, cerrando los ojos, se levantaría y paseando repetiría nombres, fechas,<br />
nocturna y voluntariosa, ¿sería su papá un obrero, una sirvienta su mamá? Piensa: ah, Zavalita.<br />
Caminaban muy <strong>de</strong>spacio, <strong>la</strong>s dinastías faraónicas, interrogándose en voz baja, Babilonia y Nínive,<br />
¿habría oído hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong>l comunismo en su casa?, causas <strong>de</strong> <strong>la</strong> primera guerra mundial, ¿qué pensaría<br />
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