01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—¿Qué criterio vamos a seguir para dividirnos? —dijo el indio Martínez—. Rápido, no<br />

perdamos tiempo.<br />

—Está apurado porque ha preparado como una navaja <strong>la</strong> plusvalía —se rió Washington.<br />

—Po<strong>de</strong>mos sortear —dijo Héctor.<br />

—La suerte es algo irracional —dijo Jacobo—. Propongo que nos dividamos por or<strong>de</strong>n<br />

alfabético.<br />

—C<strong>la</strong>ro, es más racional y más fácil ——dijo el Ave—. Los cuatro primeros a un grupo, los<br />

<strong>de</strong>más al otro.<br />

No había sido un golpe en el corazón, no había brotado el gusanito. Sólo sorpresa o<br />

confusión, piensa, sólo ese repentino malestar. Y esa i<strong>de</strong>a fija: una equivocación. Y esa i<strong>de</strong>a fija,<br />

piensa: ¿una equivocación?<br />

—Los que están <strong>de</strong> acuerdo con <strong>la</strong> propuesta <strong>de</strong> Jacobo levanten <strong>la</strong> mano —dijo Washington.<br />

Un malestar creciente, el cerebro embotado, una vertiginosa timi<strong>de</strong>z enmu<strong>de</strong>ciendo su lengua,<br />

alzando su mano unos segundos <strong>de</strong>spués que los <strong>de</strong>más.<br />

—Listo entonces, acordado —dijo Washington—. Jacobo, Aída, Héctor y Martínez un grupo,<br />

y nosotros cuatro el otro.<br />

No había vuelto <strong>la</strong> cabeza para mirar a Aída ni a Jacobo, había encendido prolijamente un<br />

cigarrillo, hojeado a Engels, cambiado una sonrisa con Solórzano.<br />

—Ya Martínez, ya pue<strong>de</strong>s lucirte —dijo Washington—. Qué pasa con <strong>la</strong> plusvalía.<br />

No sólo <strong>la</strong> revolución, piensa. Tibio, escondido, también un corazón, y un pequeño cerebro<br />

alerta, rápido, calcu<strong>la</strong>dor. ¿Lo había p<strong>la</strong>neado, piensa, lo había <strong>de</strong>cidido intempestivamente? La<br />

revolución, <strong>la</strong> amistad, los celos, <strong>la</strong> envidia, todo amasado, todo mezc<strong>la</strong>do él también; Zavalita,<br />

hecho <strong>de</strong>l mismo sucio barro Jacobo también, Zavalita.<br />

—No había puros en el mundo —dice Santiago—. Si, fue ahí.<br />

—¿Acaso no iba a ver más a <strong>la</strong> muchacha? —dice Ambrosio.<br />

—La iba a ver menos, él <strong>la</strong> iba a ver a so<strong>la</strong>s dos veces por semana —dice Santiago—: Y,<br />

a<strong>de</strong>más, me dolía el golpe bajo: No por razones morales, por envidia. Yo era tímido y nunca me<br />

hubiera atrevido.<br />

—Él fue más vivo —se ríe Ambrosio—. Y usted no le ha perdonado esa perrada todavía.<br />

El indio Martínez tenía a<strong>de</strong>manes y voz <strong>de</strong> maestro <strong>de</strong> escue<strong>la</strong>, en resumen <strong>la</strong> plusvalía era el<br />

trabajo no pagado, y era reiterativo y machacón, <strong>la</strong> proporción <strong>de</strong>l producto bur<strong>la</strong>da al trabajador<br />

que iba a aumentar el capital, y Santiago miraba eternamente su rotunda cara cobriza y oía<br />

inacabablemente su docente, didáctica voz, y alre<strong>de</strong>dor <strong>la</strong> brasa <strong>de</strong> los cigarrillos se encendía cada<br />

vez que <strong>la</strong>s manos los llevaban a los <strong>la</strong>bios y a pesar <strong>de</strong> tantos cuerpos apretados en espacio tan<br />

avaro había esa sensación <strong>de</strong> soledad, ese vacío. El gusanito estaba ahora ahí, dando mansas vueltas<br />

monótonas en <strong>la</strong>s entrañas.<br />

—Porque soy como esos animalitos que ante el peligro se encogen y quedan quietos<br />

esperando que los pisen o les corten <strong>la</strong> cabeza —dice Santiago. Sin fe y a<strong>de</strong>más tímido es como<br />

sifilítico y leproso a <strong>la</strong> vez.<br />

—No hace más que hab<strong>la</strong>r mal <strong>de</strong> usted mismo, niño —dice Ambrosio—. Si alguien dijera <strong>la</strong>s<br />

cosas que usted se dice, no aguantaría.<br />

¿Era que se había roto algo que parecía eterno, piensa, me dolió tanto por el<strong>la</strong>, por mí, por él?<br />

Pero habías disimu<strong>la</strong>do como siempre, Zavalita, más que siempre, y salido <strong>de</strong> <strong>la</strong> reunión con Jacobo<br />

y Aída, y hab<strong>la</strong>do excesivamente mientras caminaban hacia el centro, Engels y <strong>la</strong> plusvalía, sin<br />

darles tiempo a respon<strong>de</strong>r, Politzer y el Ave y Marx, incesante y locuaz, interrumpiéndolos si abrían<br />

<strong>la</strong> boca, matando temas y resucitándolos, atropel<strong>la</strong>do, profuso, confuso, que no terminara nunca ese<br />

monólogo, fabricando, exagerando, mintiendo, sufriendo, que <strong>la</strong> propuesta <strong>de</strong> Jacobo no se<br />

58

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!