01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Hortensia sabía muchas cosas <strong>de</strong> un tipo <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta, el<strong>la</strong> se estaba muriendo <strong>de</strong> hambre, sólo<br />

quería irse <strong>de</strong> aquí —sollozó Queta—. No era por maldad, era para irse y empezar <strong>de</strong> nuevo, don<strong>de</strong><br />

nadie <strong>la</strong> conociera. Ya estaba medio muerta cuando <strong>la</strong> mataron. De lo mal que se portó el perro <strong>de</strong><br />

Bermú<strong>de</strong>z, <strong>de</strong> lo mal que se portaron todos cuando <strong>la</strong> vieron caída.<br />

—Le sacaba p<strong>la</strong>ta, y el tipo <strong>la</strong> mandó matar para que no lo chantajeara más —recitó,<br />

suavemente, Becerrita—. ¿Quién es el tipo que contrató al matón?<br />

—No lo contrató, le hab<strong>la</strong>ría —dijo Queta, mirando a Becerrita a los ojos—. Le hab<strong>la</strong>ría y lo<br />

convencería. Lo tenía dominado, era como su esc<strong>la</strong>vo. Hacía lo que quería con él.<br />

—Yo me atrevo, yo lo publico —repitió Becerrita, a media voz—. Qué carajo, yo te creo,<br />

Queta.<br />

—Bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> Oro <strong>la</strong> mandó matar —dijo Queta—. El matón es su cachero. Se l<strong>la</strong>ma Ambrosio.<br />

—¿Bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> Oro? —se paró <strong>de</strong> un salto, Carlitos, pestañeaba, miró a Periquito, me miró, se<br />

arrepintió y miró a Queta, al suelo, y repetía como un idiota ¿Bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> Oro, Bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> Oro?<br />

—Fermín Zava<strong>la</strong>, ya ves que está loca –estalló Ivonne, parándose también, gritando—. ¿Ves<br />

que es una estupi<strong>de</strong>z, Becerrita? Incluso si fuera cierto, sería una estupi<strong>de</strong>z. No le consta nada, todo<br />

es invención.<br />

—Hortensia le sacaba p<strong>la</strong>ta, lo amenazaba con su mujer, con contar por calles y p<strong>la</strong>zas <strong>la</strong><br />

historia <strong>de</strong> su chofer —rugió Queta—. No es mentira, en vez <strong>de</strong> pagarle el pasaje a México <strong>la</strong><br />

mandó matar con su cachero. ¿Lo va a <strong>de</strong>cir, lo va a publicar?<br />

—Nos vamos a salpicar <strong>de</strong> mierda todos —y se <strong>de</strong>rrumbó sobre el asiento, Carlitos, sin<br />

mirarme, resop<strong>la</strong>ndo, <strong>de</strong> repente se puso el sombrero para ocupar <strong>la</strong>s manos en algo—. Qué pruebas<br />

tienes, <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> sacaste semejante cosa. No tiene pies ni cabeza. No me gusta que me tomen el<br />

pelo, Queta.<br />

—Yo le he dicho que es un disparate, se lo he dicho cien veces —dijo Ivonne—. No tiene<br />

pruebas, estaba en Huacachina, no sabe nada. Y aunque tuviera, quién le iba a hacer caso, quién le<br />

iba a creer. Fermín Zava<strong>la</strong>, con todos sus millones. Explícaselo tú, Becerrita. Dile lo que le pue<strong>de</strong><br />

pasar si sigue repitiendo esa historia.<br />

—Te estás salpicando <strong>de</strong> mierda, Queta, y nos estás salpicando a todos —gruñía, Carlitos,<br />

hacía muecas, se arreg<strong>la</strong>ba el sombrero—. ¿Quieres que publique eso para que nos encierren en el<br />

manicomio a todos, Queta?<br />

—Increíble tratándose <strong>de</strong> él —dijo Carlitos—. Para algo sirvió toda esa mugre. Al menos para<br />

<strong>de</strong>scubrir que Becerrita también es humano, que podía portarse bien.<br />

—¿Usted tenía algo que hacer, no? —gruñó Becerrita, mirando su reloj, <strong>la</strong> voz<br />

angustiosamente natural—. Váyase nomás, Zavalita.<br />

—Cobar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>sgraciado —dijo Queta, sordamente— Ya sabía que era por gusto, ya sabía que<br />

no te atreverías.<br />

—Menos mal que pudiste pararte y salir <strong>de</strong> ahí sin echarte a llorar —dijo Carlitos—. Lo único<br />

que me preocupaba es que se hubieran dado cuenta <strong>la</strong>s putas y que no pudieras ir más a ese bulín.<br />

Después <strong>de</strong> todo, es el mejor, Zavalita.<br />

—Di menos mal que te encontré —dijo Santiago—. No sé qué hubiera hecho esa noche sin ti,<br />

Carlitos.<br />

Sí, había sido una suerte encontrarlo, una suerte ir a parar a <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za San Martín y no a <strong>la</strong><br />

pensión <strong>de</strong> Barranco, una suerte no ir a llorar <strong>la</strong> boca contra <strong>la</strong> almohada en <strong>la</strong> soledad <strong>de</strong>l cuartito,<br />

sintiendo que se había acabado el mundo y pensando en matarte o en matar al pobre viejo, Zavalita.<br />

Se había levantado, dicho hasta luego, salido <strong>de</strong>l saloncito, chocado en el pasillo con Robertito,<br />

caminado hasta <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za Dos <strong>de</strong> Mayo sin encontrar taxi. Respirabas el aire frío con <strong>la</strong> boca abierta,<br />

Zavalita, sentías <strong>la</strong>tir tu corazón y a ratos corrías. Habías tomado un colectivo, bajado en <strong>la</strong><br />

189

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!