01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

indiferentes carátu<strong>la</strong>s: te parecía terrible pero no era, Zavalita, había cosas más terribles. Te<br />

acostumbrarías, te importaría un carajo y pedía más cerveza.<br />

—Te voy a emborrachar —dijo, haciendo una mueca—, tendrás el cuerpo tan jodido que no<br />

podrás pensar en otra cosa. Unos tragos más y verás que no merecía <strong>la</strong> pena amargarse tanto,<br />

Zavalita.<br />

Pero se había emborrachado él, piensa, como ahora tú. Carlitos se levantó, <strong>de</strong>sapareció en <strong>la</strong>s<br />

sombras, <strong>la</strong> risita <strong>de</strong> <strong>la</strong> mujer que moría y renacía y el piano monótono: quería emborracharte a ti y<br />

el que se ha emborrachado soy yo, Ambrosio. Ahí estaba Carlitos <strong>de</strong> nuevo: había orinado un litro<br />

<strong>de</strong> cerveza, Zavalita, qué manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>sperdiciar <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ta ¿no?<br />

—¿Y para qué quería emborracharme? —se ríe Ambrosio—. Yo no me emborracho jamás,<br />

niño.<br />

—Todos en <strong>la</strong> redacción sabían —dijo Santiago—. Cuando yo no estoy ¿hab<strong>la</strong>n <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong><br />

Bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> Oro, <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong>l maricón?<br />

—Hab<strong>la</strong>s como si el problema fuera tuyo y no <strong>de</strong> él —dijo Carlitos—. No seas conchudo,<br />

Zavalita.<br />

—Nunca oí nada, ni en el colegio, ni en el barrio, ni en <strong>la</strong> Universidad —dijo Santiago—. Si<br />

fuera cierto habría oído algo, sospechado algo. Nunca, Carlitos.<br />

—Pue<strong>de</strong> ser uno <strong>de</strong> esos chismes que corren en este país —dijo Carlitos—. Ésos que <strong>de</strong> tanto<br />

durar se convierten en verda<strong>de</strong>s. No pienses más.<br />

—O pue<strong>de</strong> ser que no lo haya querido saber —dijo Santiago—. Que no haya querido darme<br />

cuenta.<br />

—No te estoy conso<strong>la</strong>ndo, no hay ninguna razón, tú no estás en <strong>la</strong> salsa —dijo Carlitos,<br />

eructando.<br />

Habría que conso<strong>la</strong>rlo a él, más bien. Si es mentira, por haberle c<strong>la</strong>vado eso, y si es verdad,<br />

porque su vida <strong>de</strong>be ser bastante jodida. No pienses más.<br />

—Pero lo otro no pue<strong>de</strong> ser cierto, Carlitos —dijo Santiago—. Lo otro tiene que ser una<br />

calumnia. Eso no pue<strong>de</strong> ser, Carlitos. —La puta le <strong>de</strong>be tener odio por algo, ha inventado esa<br />

historia para vengarse <strong>de</strong> él por algo —dijo Carlitos—. Algún enredo <strong>de</strong> cama, algún chantaje para<br />

sacarle p<strong>la</strong>ta, quizás. No sé cómo se lo pue<strong>de</strong>s advertir. Sobre todo que hace años que no lo ves<br />

¿no?<br />

—¿Advertírselo yo? ¿Se te ocurre que voy a verle <strong>la</strong> cara <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esto? —dijo Santiago—<br />

Me moriría <strong>de</strong> vergüenza, Carlitos.<br />

—Nadie se muere <strong>de</strong> vergüenza —sonrió Carlitos, y eructó <strong>de</strong> nuevo—. En fin, tú sabrás lo<br />

que haces. De todos modos, esa historia quedará enterrada <strong>de</strong> una manera o <strong>de</strong> otra.<br />

—Tú conoces a Becerrita —dijo Santiago—. No está enterrada. Tú sabes lo que va a hacer.<br />

—Consultar con Arispe y Arispe con el Directorio, c<strong>la</strong>ro que sé —dijo Carlitos—. ¿Crees que<br />

Becerrita es cojudo, que Arispe es cojudo? La gente bien no aparece nunca en <strong>la</strong> página policial.<br />

¿Te preocupaba eso, el escándalo? Sigues siendo un burgués, Zavalita.<br />

Eructó y se echó a reír y siguió hab<strong>la</strong>ndo, <strong>de</strong>svariando cada vez más: esta noche te hiciste<br />

hombre, Zavalita, o nunca jamás. Sí, había sido una suerte: verlo emborracharse, piensa, oírlo<br />

eructar, <strong>de</strong>lirar, tener que sacarlo a rastras <strong>de</strong>l “Negro Negro”, sujetarlo en el Portal mientras un<br />

chiquillo l<strong>la</strong>maba un taxi.<br />

Una suerte haber tenido que llevarlo hasta Chorrillos, subirlo colgado <strong>de</strong>l hombro por <strong>la</strong><br />

viejísima escalera <strong>de</strong> su casa, y <strong>de</strong>snudarlo y acostarlo, Zavalita. Sabiendo que no estaba borracho,<br />

piensa, que se hacía para distraerte y ocuparte, para que pensaras en él y no en ti. Piensa: te llevaré<br />

un libro, mañana iré. Pese al mal sabor en <strong>la</strong> boca, a <strong>la</strong> bruma en el cerebro y a <strong>la</strong> <strong>de</strong>scomposición<br />

<strong>de</strong>l cuerpo, a <strong>la</strong> mañana siguiente se había sentido mejor. Adolorido y al mismo tiempo más fuerte,<br />

piensa, los músculos entumecidos por el incómodo sillón don<strong>de</strong> durmió vestido, más tranquilo,<br />

191

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!