You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
VII<br />
—¿COMO FUE, niño? —dice Ambrosio—. ¿Sufrió mucho antes <strong>de</strong>?<br />
Había sido algún tiempo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> primera crisis <strong>de</strong> diablos azules <strong>de</strong> Carlitos, Zavalita.<br />
Una noche había anunciado en <strong>la</strong> redacción, con aire resuelto: no voy a chupar un mes. Nadie le<br />
había creído, pero Carlitos cumplió escrupulosamente <strong>la</strong> voluntaria cura <strong>de</strong> <strong>de</strong>sintoxicación y estuvo<br />
cuatro semanas sin probar gota <strong>de</strong> alcohol. Cada día tachaba un número en el almanaque <strong>de</strong> su<br />
escritorio y lo enarbo<strong>la</strong>ba <strong>de</strong>safiante: y ya iban diez, y ya van dieciséis. Al terminar el mes anunció:<br />
ahora el <strong>de</strong>squite. Había comenzado a beber esa noche al salir <strong>de</strong>l trabajo, primero con Norwin y<br />
con Solórzano en chinganas <strong>de</strong>l centro, luego con unos redactores <strong>de</strong> <strong>de</strong>portes que encontraron en<br />
una cantina festejando un cumpleaños, y había amanecido bebiendo en <strong>la</strong> Parada, contó él mismo<br />
<strong>de</strong>spués, con <strong>de</strong>sconocidos que le robaron <strong>la</strong> cartera y el reloj. Esa mañana lo vieron en <strong>la</strong>s<br />
redacciones <strong>de</strong> “Última Hora” y <strong>de</strong> “La Prensa”, pidiendo p<strong>la</strong>ta prestada y al atar<strong>de</strong>cer lo encontró<br />
Arispe, sentado en el Portal, en una mesita <strong>de</strong>l Bar Ze<strong>la</strong>p, <strong>la</strong> nariz como un tomate y los ojos<br />
disueltos, bebiendo solo. Se sentó a su <strong>la</strong>do pero no pudo hab<strong>la</strong>rle. No estaba borracho, contó<br />
Arispe, sino macerado en alcohol. Esa noche se presentó en <strong>la</strong> redacción, caminando con infinita<br />
caute<strong>la</strong> y mirando a través <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas. Olía a <strong>de</strong>svelo, a mezc<strong>la</strong>s in<strong>de</strong>cibles, y había en su cara un<br />
<strong>de</strong>sasosiego vibrante, una efervescencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> piel en los pómulos, <strong>la</strong>s sienes, <strong>la</strong> frente y el mentón:<br />
todo <strong>la</strong>tía. Sin respon<strong>de</strong>r a <strong>la</strong>s bromas, flotó hasta su escritorio y permaneció <strong>de</strong> pie, mirando su<br />
máquina <strong>de</strong> escribir con ansiedad. De pronto, <strong>la</strong> alzó con gran esfuerzo sobre su cabeza y sin <strong>de</strong>cir<br />
pa<strong>la</strong>bra <strong>la</strong> soltó: ahí el estruendo, Zavalita, <strong>la</strong> lluvia <strong>de</strong> tec<strong>la</strong>s y tuercas. Cuando fueron a sujetarlo,<br />
se echó a correr, dando gruñidos: manoteaba <strong>la</strong>s caril<strong>la</strong>s, hacía vo<strong>la</strong>r a puntapiés <strong>la</strong>s papeleras, se<br />
estrel<strong>la</strong>ba contra <strong>la</strong>s sil<strong>la</strong>s. Al día siguiente se había internado en <strong>la</strong> clínica por primera vez.<br />
¿Cuántas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, Zavalita? Piensa: tres.<br />
—Parece que no —dice Santiago—. Parece que murió dormido.<br />
Había sido un mes <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l matrimonio <strong>de</strong> Chispas y Cary, Zavalita. Ana y Santiago<br />
recibieron parte e invitación pero no fueron ni l<strong>la</strong>maron ni mandaron flores. Popeye y <strong>la</strong> Teté no<br />
habían tratado siquiera <strong>de</strong> convencerlos. Se habían presentado en <strong>la</strong> quinta <strong>de</strong> los duen<strong>de</strong>s, unas<br />
semanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> regresar <strong>de</strong> <strong>la</strong> luna <strong>de</strong> miel y no estaban resentidos. Les contaron con lujo <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>talles su viaje por México y Estados Unidos y luego fueron a dar una vuelta en el auto <strong>de</strong> Popeye<br />
y se tomaron unos milk—shakes en La Herradura. Habían seguido viéndose ese año cada cierto<br />
tiempo, en <strong>la</strong> quinta y alguna vez en San Isidro, cuando Popeye y <strong>la</strong> Teté estrenaron su<br />
<strong>de</strong>partamento. Por ellos te enterabas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s noveda<strong>de</strong>s, Zavalita: el compromiso <strong>de</strong>l Chispas, los<br />
preparativos <strong>de</strong> matrimonio, el futuro viaje <strong>de</strong> los papás a Europa. Popeye estaba absorbido por <strong>la</strong><br />
política, acompañaba a Be<strong>la</strong>ún<strong>de</strong> en sus giras por provincias y <strong>la</strong> Teté esperaba bebe.<br />
—El Chispas se casó en febrero y el viejo murió en marzo —dice Santiago—. Él y <strong>la</strong> mamá<br />
estaban por irse a Europa, cuando ocurrió.<br />
—¿Murió en Ancón, entonces? —dice Ambrosio.<br />
—En Miraflores —dice Santiago—. Ese verano no habían ido a Ancón por el matrimonio <strong>de</strong>l<br />
Chispas. Habían estado yendo a Ancón sólo los fines <strong>de</strong> semana, creo.<br />
Había sido poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> adopción <strong>de</strong>l Batuque, Zavalita. Una tar<strong>de</strong>, Ana volvió <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
Clínica Delgado con una cajita <strong>de</strong> zapatos que se movía; <strong>la</strong> abrió y Santiago vio saltar una cosita<br />
b<strong>la</strong>nca: el jardinero se lo había rega<strong>la</strong>do con tanto cariño que no había podido <strong>de</strong>cirle que no, amor.<br />
Al principio, fue un fastidio, motivo <strong>de</strong> discusiones. Se orinaba en <strong>la</strong> salita, en <strong>la</strong>s camas, en el<br />
cuarto <strong>de</strong> baño, y cuando Ana, para enseñarle a hacer sus cosas afuera, le daba un manazo en el<br />
trasero y le hundía el hocico en el charco <strong>de</strong> caquita y <strong>de</strong> pis, Santiago salía en su <strong>de</strong>fensa y se<br />
peleaban, y cuando comenzaba a mordisquear algún libro y Santiago le pegaba, Ana salía en su<br />
<strong>de</strong>fensa y se peleaban. Al poco tiempo aprendió: rascaba <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> calle cuando quería orinar y<br />
miraba el estante como si estuviera electrizado. Los primeros días durmió en <strong>la</strong> cocina, sobre un<br />
309