01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

resondró cuando le pidió para el taxi. Podías venirte en ómnibus, el<strong>la</strong> no era rica. Se fue a encerrar<br />

en su cuarto.<br />

Tenía tanto frío que se abrigó con <strong>la</strong>s frazadas <strong>de</strong> su tía y sólo al atar<strong>de</strong>cer <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> hacerse <strong>la</strong><br />

dormida y contestó <strong>la</strong>s preguntas: no, <strong>la</strong> señora no estaba, tía, había salido <strong>de</strong> viaje. Sí, c<strong>la</strong>ro que<br />

volvería a cobrarle; por supuesto que no se <strong>de</strong>jaría robar, tía. Y pensaba: tengo que l<strong>la</strong>mar. Le había<br />

pedido a su tía un sol y fue a <strong>la</strong> bo<strong>de</strong>ga <strong>de</strong> <strong>la</strong> esquina. No se había olvidado <strong>de</strong>l número, lo<br />

recordaba c<strong>la</strong>rito. Pero contestó una voz <strong>de</strong> chiquil<strong>la</strong> que no conocía: no, ahí no vivía ninguna<br />

señorita Queta. Volvió a l<strong>la</strong>mar y un hombre: no era allí, no <strong>la</strong> conocían, ellos acababan <strong>de</strong> mudarse<br />

allí, tal vez era <strong>la</strong> antigua inquilina. Se apoyó contra un árbol, para recuperar el aliento. Se sentía tan<br />

asustada, pensaba el mundo se ha vuelto loco. Por eso no había ido a <strong>la</strong> Maternidad, ése era el<br />

crimen <strong>de</strong> que hab<strong>la</strong>ban en <strong>la</strong> radio, y a el<strong>la</strong> <strong>la</strong> estaban buscando. Se <strong>la</strong> llevarían, le harían<br />

preguntas, le pegarían, <strong>la</strong> matarían como a Trinidad.<br />

Pasó unos días sin salir <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa, ayudando a su tía en el arreglo. No abría <strong>la</strong> boca, pensaba<br />

<strong>la</strong> mataron, se murió. Se le paraba el corazón cuando tocaban <strong>la</strong> puerta. Al tercer día fueron con su<br />

tía a <strong>la</strong> Parroquia a bautizar a Amalita y cuando el Padre preguntó ¿qué nombre? el<strong>la</strong> contestó:<br />

Amalia Hortensia. Se pasaba <strong>la</strong>s noches en b<strong>la</strong>nco, abrazando a Amalita, sintiéndose vacía,<br />

culpable, perdón por haber pensado mal <strong>de</strong> usted, el<strong>la</strong> cómo podía saber, señora, pensando qué sería<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> señorita Queta. Pero al cuarto día reaccionó: haces un mundo <strong>de</strong> todo, <strong>de</strong> qué tanto miedo,<br />

bruta. Iría a <strong>la</strong> policía, estuve en <strong>la</strong> Maternidad, averigüen, verían que era cierto y <strong>la</strong> <strong>de</strong>jarían en paz.<br />

No, <strong>la</strong> insultarían, no le creerían. Al atar<strong>de</strong>cer su tía <strong>la</strong> mandó a comprar azúcar y cuando estaba<br />

cruzando <strong>la</strong> esquina una figura se apartó <strong>de</strong>l poste y le cerró el paso, Amalia dio un grito: te espero<br />

hace horas, dijo Ambrosio. Se <strong>de</strong>jó ir contra él, incapaz <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r. Estuvo así, tragándose <strong>la</strong>s<br />

lágrimas y los mocos, <strong>la</strong> cara en el pecho <strong>de</strong> él, y Ambrosio <strong>la</strong> conso<strong>la</strong>ba. La gente estaba mirando,<br />

no llores, hacía tres semanas que <strong>la</strong> buscaba, ¿y el hijito, Amalia? La hijita, sollozaba el<strong>la</strong>, sí, había<br />

nacido bien. Ambrosio sacó un pañuelo, le limpió <strong>la</strong> cara, <strong>la</strong> hizo estornudar, <strong>la</strong> llevó a un café. Se<br />

sentaron en una mesita <strong>de</strong>l fondo. Él le había pasado el brazo, <strong>la</strong> <strong>de</strong>jaba llorar dándole palmaditas.<br />

Está bien, estaba bien, Amalia, ya basta. Lloraba por lo <strong>de</strong> <strong>la</strong> señora Hortensia. Sí, y por lo que se<br />

sentía tan so<strong>la</strong>, tan asustada.<br />

La policía me anda buscando, como si el<strong>la</strong> supiera algo, Ambrosio. Y porque creía que él <strong>la</strong><br />

había abandonado. Y cómo iba a ir a verte a <strong>la</strong> Maternidad, sonsa, acaso él sabía, ¿acaso iba a<br />

adivinar? Había ido a esperar<strong>la</strong> a Arenales y no viniste, cuando salió en los periódicos lo <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

señora te estuve buscando como loco, Amalia. Había ido a <strong>la</strong> casa don<strong>de</strong> vivía antes tu tía, en<br />

Surquillo, y <strong>de</strong> ahí lo mandaron a Balconcillo, y <strong>de</strong> ahí a Chacra Colorada, pero sólo sabían <strong>la</strong> calle,<br />

no el número. Había venido, preguntado por todas partes; todos los días, pensando va a salir a <strong>la</strong><br />

calle, <strong>la</strong> voy a encontrar. Menos mal que al fin, Amalia. ¿Y <strong>la</strong> policía?, dijo Amalia. No vas a ir,<br />

dijo él. Le había preguntado a Ludovico y creía que te tendrían encerrada lo menos un mes,<br />

preguntándole, averiguando. Mejor que ni le vean <strong>la</strong> cara, mejor que se vaya un tiempito <strong>de</strong> Lima<br />

hasta que nos olvi<strong>de</strong>mos <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Y cómo se iba a ir, hacía pucheros Amalia, adón<strong>de</strong> se iba a ir. Y él:<br />

conmigo, juntos. El<strong>la</strong> lo miró a los ojos: sí Amalia.<br />

Parecía <strong>de</strong> verdad, que lo tenía ya <strong>de</strong>cidido. La miraba muy serio, ¿crees que voy a permitir<br />

que te metan presa ni un día?, su voz era muy grave, se irían <strong>de</strong> viaje mañana. ¿Y tu trabajo? Era lo<br />

<strong>de</strong> menos, trabajaría por su cuenta, se irían. El<strong>la</strong> no le quitaba <strong>la</strong> vista, tratando <strong>de</strong> creer, pero no<br />

podía. ¿A vivir juntos? ¿Mañana? A <strong>la</strong> montaña, dijo Ambrosio, y le acercó <strong>la</strong> cara: por un tiempo,<br />

volverían cuando ya no se acuer<strong>de</strong>n <strong>de</strong> ti. El<strong>la</strong> sintió que todo se <strong>de</strong>rrumbaba <strong>de</strong> nuevo: ¿Ludovico<br />

le había dicho? Pero por qué <strong>la</strong> buscaban, qué había hecho, qué sabía el<strong>la</strong>. Ambrosio <strong>la</strong> abrazó: no<br />

pasaría nada, se irían mañana en el tren, <strong>de</strong>spués tomarían un ómnibus. En <strong>la</strong> montaña nadie <strong>la</strong><br />

encontraría. Se acurrucó contra él, ¿hacía todo esto porque <strong>la</strong> quería, Ambrosio? C<strong>la</strong>ro, tonta, por<br />

qué crees. En <strong>la</strong> montaña había un pariente <strong>de</strong> Ludovico, trabajaría con él, los ayudaría. El<strong>la</strong> se<br />

sentía atontada <strong>de</strong> susto y <strong>de</strong> asombro. No le digas nada a tu tía, no se lo diría, que nadie supiera,<br />

nadie sabría. No fuera que, el<strong>la</strong> no, c<strong>la</strong>ro, sí. ¿Conocía Desamparados? Sí, conocía.<br />

231

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!