You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
III<br />
—O SEA que usted fue el primero en casarse, niño —dice Ambrosio—. Les dio el ejemplo a<br />
sus hermanos.<br />
De "La Maison <strong>de</strong> Santé" fue a <strong>la</strong> pensión <strong>de</strong> Barranco a afeitarse y cambiarse <strong>de</strong> ropa y luego<br />
a Miraflores. Eran sólo <strong>la</strong>s tres <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>, pero vio el auto <strong>de</strong> don Fermín cuadrado en <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong><br />
calle. El mayordomo lo recibió con cara seria: los señores habían estado preocupados por lo que no<br />
vino a almorzar el domingo, niño. No estaban <strong>la</strong> Teté ni el Chispas. Encontró a <strong>la</strong> señora Zoi<strong>la</strong><br />
viendo televisión en el cuartito que había hecho acondicionar <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong> escalera para <strong>la</strong> canasta<br />
<strong>de</strong> los jueves.<br />
—Ya era hora —murmuró, estirándole <strong>la</strong> cara fruncida—. ¿Vienes a ver si estamos vivos?<br />
Trató <strong>de</strong> <strong>de</strong>senojar<strong>la</strong> con bromas —estabas <strong>de</strong> buen humor, Zavalita, libre <strong>de</strong>l encierro <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
Clínica—, pero el<strong>la</strong>, mientras echaba continuas ojeadas involuntarias a su tele—teatro, siguió<br />
riñéndolo: el domingo habían puesto tu asiento, <strong>la</strong> Teté y Popeye y el Chispas y Cary se habían<br />
quedado hasta <strong>la</strong>s tres esperándote, <strong>de</strong>berías ser más consi<strong>de</strong>rado con tu padre que está enfermo.<br />
Sabiendo que cuenta los días para verte, piensa, sabiendo cómo lo resiente que no vengas. Piensa:<br />
había hecho caso a los médicos, no iba a <strong>la</strong> oficina, <strong>de</strong>scansaba, creías que estaba restablecido <strong>de</strong>l<br />
todo.<br />
Y sin embargo esa tar<strong>de</strong> viste que no, Zavalita. Estaba en el escritorio, solo, con una manta en<br />
<strong>la</strong>s rodil<strong>la</strong>s sentado en el sillón <strong>de</strong> costumbre. Hojeaba una revista y cuando vio entrar a Santiago le<br />
sonrió con afectuoso rencor. La piel todavía bruñida <strong>de</strong>l verano se había avejentado, aparecido en su<br />
cara un extraño rictus y era como si en pocos días hubiera perdido diez kilos. Estaba sin corbata,<br />
con una casaca <strong>de</strong> pana abierta y unas puntas <strong>de</strong> vello canoso asomaban por el cuello <strong>de</strong> <strong>la</strong> camisa.<br />
Santiago se sentó a su <strong>la</strong>do.<br />
—Tienes muy buena cara, papá —dijo, besándolo—. ¿Cómo te sientes?<br />
—Mejor, pero tu madre y el Chispas me hacen sentirme un inútil —se quejó don Fermín—.<br />
Sólo me <strong>de</strong>jan ir un ratito a <strong>la</strong> oficina y me obligan a dormir siestas y a pasar <strong>la</strong>s horas aquí, como<br />
un inválido.<br />
—Sólo hasta que te repongas completamente —dijo Santiago—. Después te podrás <strong>de</strong>squitar,<br />
papá.<br />
—Ya les advertí que sólo aguanto este régimen <strong>de</strong> fósil hasta fin <strong>de</strong> mes —dijo don Fermín—<br />
. Des<strong>de</strong> el primero, vuelvo a mi vida normal. Ahora ni me entero cómo andan <strong>la</strong>s cosas.<br />
—Deja que se ocupe el Chispas, papá —dijo Santiago—. ¿Acaso no lo está haciendo tan<br />
bien?<br />
—Sí, lo hace bien —sonrió don Fermín, asintiendo—. Él dirige ahora todo, prácticamente. Es<br />
serio, tiene buen tino. Lo que pasa es que no me resigno a ser una momia.<br />
—Quién iba a <strong>de</strong>cir que el Chispas resultaría todo un hombre <strong>de</strong> negocios —se rió Santiago—<br />
. Después <strong>de</strong> todo, fue una suerte que lo botaran <strong>de</strong> <strong>la</strong> Naval.<br />
—El que no lo está haciendo muy bien eres tú, f<strong>la</strong>co —dijo don Fermín, con el mismo tono<br />
cariñoso y un <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> cansancio—. Ayer fui a tu pensión y <strong>la</strong> señora Lucía me dijo que no habías<br />
ido a dormir varios días.<br />
—Estuve en Trujillo, papá —había bajado <strong>la</strong> voz, piensa, hecho un a<strong>de</strong>mán como diciendo<br />
entre tú y yo, tu madre no sabe nada—. Me mandaron hacer un reportaje. Me sacaron vo<strong>la</strong>ndo y no<br />
tuve tiempo <strong>de</strong> avisarles.<br />
—Ya estás gran<strong>de</strong> para reñirte o darte consejos —dijo don Fermín, con suavidad siempre<br />
afectuosa y algo apenada—. A<strong>de</strong>más, ya sé que no serviría <strong>de</strong> nada.<br />
—No creerás que me he <strong>de</strong>dicado a <strong>la</strong> ma<strong>la</strong> vida, papá —sonrió Santiago.<br />
272