01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Te repito que es trabajo inútil —dijo el mayor Pare<strong>de</strong>s—. Antes <strong>de</strong> retirarlo, se lo ascendió.<br />

¿Por qué se pondría a conspirar?<br />

—Porque le ha dolido <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser Ministro —dijo él—. No, él no se pondría a conspirar por<br />

su cuenta, es tonto para eso. Pero lo pue<strong>de</strong>n utilizar. Al Serrano cualquiera le mete el <strong>de</strong>do a <strong>la</strong><br />

boca.<br />

El mayor Pare<strong>de</strong>s encogió los hombros, hizo una mueca escéptica. Abrió un ar<strong>mario</strong>, sacó un<br />

sobre y se lo alcanzó. El hojeó distraídamente los papeles, <strong>la</strong>s fotografías.<br />

—Todos sus <strong>de</strong>sp<strong>la</strong>zamientos, todas sus <strong>conversacion</strong>es telefónicas —dijo el mayor<br />

Pare<strong>de</strong>s—. Nada sospechoso. Se ha <strong>de</strong>dicado a conso<strong>la</strong>rse por <strong>la</strong> bragueta, ya ves. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

querida <strong>de</strong> Breña, se ha echado otra encima, una <strong>de</strong> Santa Beatriz.<br />

Se rió, dijo algo más entre dientes, y, por un instante, él <strong>la</strong>s vio: gordas, carnosas, <strong>la</strong>s tetas<br />

colgando, avanzaban <strong>la</strong> una sobre <strong>la</strong> otra con un regocijo perverso en los ojos. Guardó los papeles y<br />

fotografías en el sobre y lo puso en el escritorio.<br />

—Las dos queridas, <strong>la</strong>s partidas <strong>de</strong> cacho en el Círculo Militar, una o dos borracheras por<br />

semana, ésa es su vida —dijo el mayor Pare<strong>de</strong>s—. El Serrano es un hombre acabado, convéncete.<br />

—Pero con muchos amigos en el Ejército, con <strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> oficiales que le <strong>de</strong>ben favores —<br />

dijo él—. Yo tengo olfato <strong>de</strong> perro fino. Hazme caso, dame un tiempito más.<br />

—Bueno, si tanto insistes haré que lo vigilen unos días más —dijo el mayor Pare<strong>de</strong>s—. Pero<br />

sé que es inútil.<br />

—Aunque está retirado y sea tonto, un general es un general —dijo él—. Es <strong>de</strong>cir, más<br />

peligroso que todos los apristas y rabanitos juntos.<br />

HIPÓLITO era un bruto, sí don, pero también tenía sus sentimientos, Ludovico y Ambrosio lo<br />

habían <strong>de</strong>scubierto esa vez <strong>de</strong>l Porvenir. Tenían tiempo todavía y estaban yendo a tomarse un trago<br />

cuando se apareció Hipólito y agarró a cada uno <strong>de</strong>l brazo: les convidaba una mulita. Habían ido a<br />

<strong>la</strong> chingana <strong>de</strong> <strong>la</strong> avenida Bolivia, Hipólito pedido tres cortos, sacado ova<strong>la</strong>dos y encendido el<br />

fósforo con mano tembleque. Se lo notaba muñequeado, don, se reía sin ganas, se pasaba <strong>la</strong> lengua<br />

por <strong>la</strong> boca como un animal con sed, miraba <strong>de</strong> costado y le bai<strong>la</strong>ba el fondo <strong>de</strong> los ojos.<br />

Ludovico y Ambrosio se miraban como diciendo qué tiene éste.<br />

—Parece que andaras con algún problema, Hipólito —dijo Ambrosio.<br />

—¿Te quemaron en el veinte, hermano? —dijo Ludovico.<br />

Hizo que no con <strong>la</strong> cabeza, vació su copa, le dijo al chino otra vuelta. ¿Qué pasaba entonces,<br />

Hipólito?<br />

Los miró, les aventó el humo a <strong>la</strong> cara, por fin se había animado a soltar <strong>la</strong> piedra, don: le<br />

fregaba este merengue <strong>de</strong>l Porvenir. Ambrosio y Ludovico se rieron. No había <strong>de</strong> qué, Hipólito, <strong>la</strong>s<br />

viejas locas se echarían a correr al primer silbatazo, era el trabajo más botado, hermano. Hipólito se<br />

vació <strong>la</strong> segunda copa y los ojos se le saltaron. No era miedo, conocía <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra pero no lo había<br />

sentido nunca, él había sido boxeador.<br />

—No jodas, no nos vas a contar otra vez tus peleas —dijo Ludovico.<br />

—Es una cosa personal —dijo Hipólito, apenado.<br />

Le tocó a Ludovico pagar otra vuelta, y el chino, que los había visto emba<strong>la</strong>dos, <strong>de</strong>jó <strong>la</strong><br />

botel<strong>la</strong> sobre el mostrador. Anoche no había dormido por este merengue, calculen cómo será.<br />

Ambrosio y Ludovico se miraron como diciendo ¿se loqueó? Háb<strong>la</strong>nos con <strong>la</strong> mayor franqueza,<br />

Hipólito, para algo eran amigos. Tosía, parecía que se atrevía y se arrepentía, don, por último se le<br />

atracó <strong>la</strong> voz pero lo soltó: una cosa <strong>de</strong> familia, una cosa personal. Y, sin más, les había aventado<br />

una historia <strong>de</strong> l<strong>la</strong>nto, don. Su madre hacía petates y tenía su puesto en <strong>la</strong> Parada, él había crecido<br />

en el Porvenir, vivido ahí, si eso era vivir. Limpiaba y cuidaba carros, hacía mandados, <strong>de</strong>scargaba<br />

los camiones <strong>de</strong>l Mercado, se sacaba sus cobres como podía, a veces metiendo <strong>la</strong> mano don<strong>de</strong> no<br />

<strong>de</strong>bía.<br />

130

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!