Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
—Van bien pero yo quiero saber si tú estás loco —dijo el coronel Espina—. Coronel han<br />
tomado <strong>la</strong> Universidad, coronel <strong>la</strong> guardia <strong>de</strong> asalto en San Marcos. Y yo, el Ministro <strong>de</strong> Gobierno,<br />
en <strong>la</strong> luna. ¿Estás loco, Cayo?<br />
El ave rapaz se <strong>de</strong>slizaba, agonizaba rápidamente sobre <strong>la</strong> plomiza ca<strong>la</strong>mina que iba<br />
manchando <strong>de</strong> granate, llegaba a <strong>la</strong> oril<strong>la</strong>, caía y manos hambrientas <strong>la</strong> recibían, se <strong>la</strong> disputaban y<br />
<strong>la</strong> <strong>de</strong>splumaban y había risas, injurias, y un fogón chisporroteaba ya contra el muro <strong>de</strong> adobes.<br />
—¿Qué tal el ojo <strong>de</strong>l señor? —dijo Trifulcio. El que sabe sabe, y a ver quién y cómo me lo<br />
pone en duda.<br />
—Ese forúnculo <strong>de</strong> San Marcos reventado en un par <strong>de</strong> horas y sin muertos —dijo<br />
Bermú<strong>de</strong>z—. Y en vez <strong>de</strong> darme <strong>la</strong>s gracias me preguntas si estoy loco. No es justo, Serrano.<br />
—La negra tampoco lo volvió a ver <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esa noche —dice Ambrosio—. El<strong>la</strong> creía que<br />
era malo <strong>de</strong> nacimiento, niño.<br />
—Va a haber protestas en el extranjero, justo lo que no conviene al régimen —dijo el coronel<br />
Espina. —¿No sabías que el Presi<strong>de</strong>nte quiere evitar líos?<br />
—Lo que no convenía al régimen era un foco subversivo en pleno centro <strong>de</strong> Lima —dijo<br />
Bermú<strong>de</strong>z—. Dentro <strong>de</strong> unos días se podrá retirar <strong>la</strong> policía, se abrirá San Marcos y todo en paz.<br />
Masticaba empeñosamente el trozo <strong>de</strong> carne que había conquistado a puño limpio y los brazos<br />
y <strong>la</strong>s manos le ardían y tenía rasguños violáceos en <strong>la</strong> piel oscura y <strong>la</strong> fogata don<strong>de</strong> había tostado su<br />
botín humeaba todavía. Estaba en cuclil<strong>la</strong>s, en el rincón sombreado por <strong>la</strong> ca<strong>la</strong>mina, los ojos<br />
entrecerrados por <strong>la</strong> reso<strong>la</strong>na o para disfrutar mejor el p<strong>la</strong>cer que nacía en sus mandíbu<strong>la</strong>s y<br />
abarcaba <strong>la</strong> cuenca <strong>de</strong>l pa<strong>la</strong>dar y <strong>la</strong> lengua y <strong>la</strong> garganta que los residuos <strong>de</strong> plumas adheridas a <strong>la</strong><br />
carne chamuscada arañaban <strong>de</strong>liciosamente al pasar.<br />
—Y por último no tenías autorización y <strong>la</strong> <strong>de</strong>cisión correspondía al Ministro y no a ti —dijo<br />
el coronel Espina—. Muchos gobiernos no han reconocido al régimen. El Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>be estar<br />
furioso.<br />
—Ojo que vienen visitas —dijo Trifulcio—. Ojo que ahí están.<br />
—Nos ha reconocido Estados Unidos y eso es lo importante —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. No te<br />
preocupes por el Presi<strong>de</strong>nte, Serrano. Le consulté anoche, antes <strong>de</strong> actuar.<br />
Los otros ambu<strong>la</strong>ban bajo el sol homicida, reconciliados, sin rencor, sin acordarse que se<br />
habían insultado, empujado y golpeado por <strong>la</strong>s presas trituradas, o tendidos junto a <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s<br />
dormían, sucios, <strong>de</strong>scalzos, boquiabiertos, embrutecidos <strong>de</strong> aburrimiento, hambre o calor, los brazos<br />
<strong>de</strong>snudos sobre los ojos.<br />
—¿A quién le va a tocar? —dijo Trifulcio—. ¿A quién van a sonar?<br />
—A mí creo que nunca me había hecho nada —dijo Ambrosio—. Hasta esa noche. Yo no le<br />
tenía cólera, don, aunque tampoco cariño. Y esa noche me dio pena, más bien.<br />
—Le prometí al Presi<strong>de</strong>nte no habrá muertos y he cumplido —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. Aquí tienes<br />
<strong>la</strong>s fichas políticas <strong>de</strong> quince <strong>de</strong>tenidos. Limpiaremos San Marcos y podrán reanudarse <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses.<br />
¿No estás satisfecho, Serrano?<br />
—No pena porque hubiera estado preso, entiéndame bien, niño —dice Ambrosio—. Sino<br />
porque parecía un pordiosero. Sin zapatos, unas uñotas <strong>de</strong> este tamaño, unas costras en los brazos y<br />
en <strong>la</strong> cara que no eran costras, sino mugre. Le hablo con franqueza, vea.<br />
—Has actuado como si yo no existiera —dijo el coronel Espina—. ¿Por qué no me<br />
consultaste?<br />
Don Melquía<strong>de</strong>s venía por el corredor escoltado por dos guardias, seguido <strong>de</strong> un hombre alto<br />
que llevaba un sombrero <strong>de</strong> paja que el viento can<strong>de</strong>nte agitaba, <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>s y <strong>la</strong> copa se mecían como<br />
si fueran <strong>de</strong> papel <strong>de</strong> seda, y un traje b<strong>la</strong>nco y una corbata azul y una camisa aún más b<strong>la</strong>nca. Se<br />
habían parado y don Melquía<strong>de</strong>s le hab<strong>la</strong>ba al <strong>de</strong>sconocido y le seña<strong>la</strong>ba algo en el patio.<br />
63