01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—¿Y por qué le friega <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ser papá? —dice Ambrosio—. Si todos pensaran así, el Perú<br />

se quedaría sin gente, niño.<br />

—¿Así que trabaja en "La Crónica"? —repitió el<strong>la</strong>; tenía una mano en <strong>la</strong> puerta, como si fuera<br />

a salir, pero hacía cinco minutos que no se movía <strong>de</strong> allí—. El periodismo <strong>de</strong>be ser algo <strong>de</strong> lo más<br />

interesante ¿no?<br />

—Aunque le voy a confesar que, cuando supe que iba a ser papá, yo también me aterré —dice<br />

Ambrosio—. Sólo que <strong>de</strong>spués uno se acostumbra, niño.<br />

—Así es, pero tiene sus inconvenientes, uno se pue<strong>de</strong> romper <strong>la</strong> crisma en cualquier momento<br />

—dijo Santiago—. Hágame un gran favor. ¿No podría mandar a alguien a comprar cigarrillos?<br />

—Los enfermos no pue<strong>de</strong>n fumar, está prohibido —dijo el<strong>la</strong>—. Tendrá que aguantarse<br />

mientras esté aquí. Mejor, así se <strong>de</strong>sintoxica.<br />

—Me muero <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ganas <strong>de</strong> fumar —dijo Santiago——. No sea ma<strong>la</strong>. Consígame aunque sea<br />

unito.<br />

—¿Y su señora qué piensa? —dice Ambrosio—. Porque el<strong>la</strong> querrá tener hijos, seguro. A <strong>la</strong>s<br />

mujeres les gusta ser mamás.<br />

—¿Qué me da en cambio? —dijo el<strong>la</strong>—. ¿Publica mi foto en su periódico?<br />

—Supongo que sí —dice Santiago—. Pero Ana es buena gente y me da gusto.<br />

—Si el doctor sabe me mata —dijo <strong>la</strong> enfermera, con un a<strong>de</strong>mán cómplice—. Fúmeselo a<br />

escondidas y bote el puchito en <strong>la</strong> bacinica.<br />

—Qué horror, es un Country— dijo Santiago, tosiendo—. ¿Usted fuma esta porquería?<br />

—Caramba, qué engreído —dijo el<strong>la</strong>, riéndose—. Yo no fumo. Fui a robármelo para<br />

mantenerle el vicio.<br />

—La próxima vez róbese un Nacional Presi<strong>de</strong>nte y pa<strong>la</strong>bra que publico su foto en Sociales —<br />

dijo Santiago.<br />

—Se lo robé al doctor Franco —dijo el<strong>la</strong>, haciendo una mueca—. Dios lo libre <strong>de</strong> caer en sus<br />

manos. Es el más antipático <strong>de</strong> aquí, y a<strong>de</strong>más brutísimo. Sólo receta supositorios.<br />

—Qué le ha hecho ese pobre doctor Franco —dijo Santiago—. ¿La ha estado enamorando?<br />

—Qué ocurrencia, el viejito ya no sop<strong>la</strong> —se le marcaban dos hoyuelos en <strong>la</strong>s mejil<strong>la</strong>s y su<br />

risa era rápida y aguda, sin complicaciones—. Tiene como cien años.<br />

Toda <strong>la</strong> mañana lo tuvieron <strong>de</strong> una sa<strong>la</strong> a otra, tomándole radiografías y haciéndole análisis; el<br />

nebuloso doctor <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche pasada lo sometió a un interrogatorio casi policial. No había nada roto,<br />

aparentemente; pero no le gustaban esas punzadas, joven, a ver qué <strong>de</strong>cían <strong>la</strong>s radiografías. Al<br />

mediodía vino Arispe y le hizo bromas: se había tapado <strong>la</strong>s orejas y hecho contra al enterarse <strong>de</strong>l<br />

acci<strong>de</strong>nte, Zavalita, ya se imaginaba <strong>la</strong>s mentadas <strong>de</strong> madre que habría recibido.<br />

Saludos <strong>de</strong>l Director, que se estuviera en <strong>la</strong> clínica todo el tiempo que hiciera falta, el diario<br />

correría también con los gastos extras, con tal que no encargaras banquetes al hotel Bolívar. ¿De<br />

veras no querías que avisaran a tu familia, Zavalita? No, el viejo se asustaría y no valía <strong>la</strong> pena, no<br />

tenía nada. En <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> vinieron Periquito y Darío; sólo tenían moretones y estaban contentos. Les<br />

habían dado dos días <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso y esa noche se iban juntos a una fiesta. Poco <strong>de</strong>spués llegaron<br />

Solórzano, Milton y Norwin, y, cuando todos ellos partieron, aparecieron, como recién rescatados<br />

<strong>de</strong> un naufragio, cadavéricos y acarame<strong>la</strong>dos, <strong>la</strong> China y Carlitos.<br />

—Qué caras —dijo Santiago—. Ni que hubieran seguido hasta ahora <strong>la</strong> farra <strong>de</strong> <strong>la</strong> otra noche.<br />

—La seguimos —dijo <strong>la</strong> China, bostezando aparatosamente; se <strong>de</strong>rrumbó a los pies <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

cama y se quitó los zapatos—. Ya ni sé en qué fecha estamos ni qué hora es.<br />

—Hace dos días que no piso "La Crónica" —dijo Carlitos, amarillo, <strong>la</strong> nariz encarnada, los<br />

ojos ge<strong>la</strong>tinosos y felices——. L<strong>la</strong>mé a Arispe para inventarle un ataque <strong>de</strong> úlcera y me contó lo <strong>de</strong>l<br />

acci<strong>de</strong>nte. No vine antes, para no encontrarme con alguien <strong>de</strong> <strong>la</strong> redacción.<br />

267

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!