01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

domingo. Si no había inundaciones ni se malograba <strong>la</strong> carcocha, Ambrosio llegaba a Tingo María a<br />

<strong>la</strong>s seis <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>; dormía en un colchón bajo el mostrador <strong>de</strong> Transportes Morales y al día<br />

siguiente regresaba a Pucallpa a <strong>la</strong>s ocho. Pero ese horario se había cumplido rara vez, siempre se<br />

quedaba p<strong>la</strong>ntado por el camino y había viajes que duraban un día. El motor estaba cansado,<br />

Amalia, todo el tiempo se paraba a tomar fuerzas. Llegaba a <strong>la</strong> casa con tierra <strong>de</strong> los pies a los pelos<br />

y mortalmente extenuado. Se <strong>de</strong>rrumbaba en <strong>la</strong> cama, y mientras el<strong>la</strong> le preparaba <strong>de</strong> comer, él,<br />

fumando, un brazo como almohada, tranquilo, exhausto, le contaba sus mañas para reparar <strong>la</strong>s<br />

averías, los pasajeros que había tenido, <strong>la</strong>s cuentas que le haría a don Hi<strong>la</strong>rio. Y, lo que más lo<br />

divertía, Amalia, <strong>la</strong>s apuestas con Pantaleón.<br />

Gracias a esas apuestas los viajes se hacían menos pesados, aunque los pasajeros se meaban<br />

<strong>de</strong> miedo. Pantaleón manejaba "El supermán <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pistas", una carcocha que pertenecía a<br />

Transportes Pucallpa, <strong>la</strong> empresa rival <strong>de</strong> Transportes Morales. Partían a <strong>la</strong> misma hora e iban<br />

haciendo carreras, no sólo para ganarse <strong>la</strong> media libra que apostaban, sino, sobre todo, para<br />

a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntarse a recoger a los pasajeros que iban <strong>de</strong> un caserío a otro, <strong>de</strong> una chacra a otra en el<br />

camino.<br />

—Esos pasajeros que no compran boleto —le había dicho a Amalia—, ésos que no son<br />

pasajeros <strong>de</strong> Transportes Morales sino <strong>de</strong> Transportes Ambrosio Pardo.<br />

—¿Y si un día te <strong>de</strong>scubre don Hi<strong>la</strong>rio? —le había dicho Amalia.<br />

—Los patrones saben cómo son <strong>la</strong>s cosas —le había explicado Pantaleón, Amalia—. Y se<br />

hacen los tontos porque se <strong>de</strong>squitan pagándonos sueldos <strong>de</strong> hambre. Ladrón que roba a <strong>la</strong>drón,<br />

hermano, ya sabes qué.<br />

En Tingo María, Pantaleón se había conseguido una viuda que no sabía que él tenía su mujer<br />

y tres hijos en Pucallpa, pero a veces no iba a casa <strong>de</strong> <strong>la</strong> viuda, sino a comer con Ambrosio a un<br />

restaurancito barato, “La luz <strong>de</strong>l día” y a veces, <strong>de</strong>spués, a un bulín <strong>de</strong> esqueletos que cobraban tres<br />

soles. Ambrosio lo acompañaba por amistad, no podía enten<strong>de</strong>r que a Pantaleón le gustaran esas<br />

mujeres, él no se hubiera metido con el<strong>la</strong>s ni pagado. ¿De veras, Ambrosio? De veras, Amalia:<br />

retacas, panzonas, feísimas. Y a<strong>de</strong>más, llegaba tan cansado que aunque quisiera engañarte, el<br />

cuerpo no me respon<strong>de</strong>ría, Amalia.<br />

Los primeros días, Amalia había tomado muy en serio el espionaje <strong>de</strong> "Ataú<strong>de</strong>s Limbo". Nada<br />

era diferente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que <strong>la</strong> funeraria había cambiado <strong>de</strong> dueño.<br />

Don Hi<strong>la</strong>rio no venía nunca al local; seguía el empleado <strong>de</strong> antes, un muchacho <strong>de</strong> cara<br />

enfermiza que se pasaba el día sentado en <strong>la</strong> baranda mirando estúpidamente los gallinazos que se<br />

asoleaban en los techos <strong>de</strong>l Hospital y <strong>la</strong> Morgue. El único cuartito <strong>de</strong> <strong>la</strong> funeraria estaba repleto <strong>de</strong><br />

ataú<strong>de</strong>s, <strong>la</strong> mayoría chiquitos y b<strong>la</strong>ncos. Eran toscos, rústicos, sólo uno Que otro cepil<strong>la</strong>do y<br />

encerado. La primera semana se había vendido un ataúd. Un hombre <strong>de</strong>scalzo y sin saco pero con<br />

corbata negra y rostro compungido, entró a "Ataú<strong>de</strong>s Limbo" y salió al poco rato cargando un<br />

cajoncito al hombro. Pasó frente a Amalia y el<strong>la</strong> se había persignado. La segunda semana no había<br />

habido ninguna compra; <strong>la</strong> tercera un par: uno <strong>de</strong> niño y otro <strong>de</strong> adulto. No parecía un gran negocio,<br />

Amalia, había comenzado a inquietarse Ambrosio.<br />

Al mes, Amalia había empezado a <strong>de</strong>scuidar <strong>la</strong> vigi<strong>la</strong>ncia. No se iba a pasar <strong>la</strong> vida en <strong>la</strong><br />

puerta <strong>de</strong> <strong>la</strong> cabaña, con Amalita Hortensia en los brazos, sobre todo contando que se llevaban<br />

ataú<strong>de</strong>s tan rara vez.<br />

Se había hecho amiga <strong>de</strong> doña Lupe, pasaban horas conversando, comían y almorzaban<br />

juntas, daban vueltas por <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za, por <strong>la</strong> calle Comercio, por el embarca<strong>de</strong>ro. Los días más<br />

calurosos bajaban al río a bañarse en camisón y luego tomaban raspadil<strong>la</strong>s en <strong>la</strong> He<strong>la</strong><strong>de</strong>ría Wong.<br />

Ambrosio <strong>de</strong>scansaba los domingos; dormía toda <strong>la</strong> mañana y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> almorzar salía con<br />

Pantaleón a ver los partidos <strong>de</strong> fútbol en el estadio <strong>de</strong> <strong>la</strong> salida a Yarinacocha. En <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>; <strong>de</strong>jaban a<br />

Amalita Hortensia con <strong>la</strong> señora Lupe y se iban al cine. Ya los conocían en <strong>la</strong> calle, <strong>la</strong> gente los<br />

saludaba. Doña Lupe entraba a <strong>la</strong> cabaña como si fuera <strong>la</strong> suya; una vez había pescado a Ambrosio<br />

<strong>de</strong>snudo, bañándose a baldazos en <strong>la</strong> huerta y Amalia se había muerto <strong>de</strong> risa.<br />

280

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!