01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

a <strong>la</strong> Prefectura, dígales que estaba borracho y que anda medio zafado, se lo soltarán. La <strong>de</strong>jó en el<br />

callejón y <strong>la</strong> señora Rosario <strong>la</strong> acompañó a Miraflores a llorarle a don Fermín. En <strong>la</strong> Prefectura no<br />

está, dijo don Fermín <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> telefonear, que volviera mañana, iba a averiguar. Pero a <strong>la</strong> mañana<br />

siguiente entró un muchachito al callejón: Trinidad López estaba en el San Juan <strong>de</strong> Dios, señora. En<br />

el Hospital, a Amalia y a <strong>la</strong> señora Rosario <strong>la</strong>s mandaban <strong>de</strong> una sa<strong>la</strong> a otra, hasta que una Madre<br />

viejita, con barbita <strong>de</strong> hombre, ah sí, y comenzó a darle consejas a Amalia. Tenía que resignarse,<br />

Dios se llevó a tu marido, y mientras Amalia lloraba a <strong>la</strong> señora Rosario le contaron que lo habían<br />

encontrado esa madrugada en <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>l Hospital, que se había muerto <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrame cerebral.<br />

Casi no lloró a Trinidad porque al día siguiente <strong>de</strong>l entierro su tía y <strong>la</strong> señora Rosario tuvieron<br />

que llevar<strong>la</strong> a <strong>la</strong> Maternidad, los dolores seguiditos ya, y esa madrugada nació muerto el hijo <strong>de</strong><br />

Trinidad. Estuvo en <strong>la</strong> Maternidad cinco días, compartiendo una cama con una negra que había<br />

dado luz a mellizos y que le buscaba conversación todo el tiempo. El<strong>la</strong> le contestaba sí, bueno, no.<br />

La señora Rosario y su tía venían a ver<strong>la</strong> a diario y le traían <strong>de</strong> comer. No sentía dolor ni pena, sólo<br />

cansancio, comía sin ganas, le costaba esfuerzo hab<strong>la</strong>r. Al cuarto día vino Gertrudis, por qué no<br />

diste aviso, el ingeniero Carrillo podía creer que había abandonado el trabajo, menos mal que tienes<br />

vara con don Fermín. Que el ingeniero creyera lo que quisiera, pensaba Amalia. Al salir <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Maternidad fue al cementerio a llevarle unos cartuchos a Trinidad. En <strong>la</strong> tumba estaba todavía <strong>la</strong><br />

estampita que le había puesto <strong>la</strong> señora Rosario y <strong>la</strong>s letras que su primo Pedro Flores había<br />

dibujado en el yeso con un palito. Se sentía débil, vacía, aburrida, si alguna vez tenía p<strong>la</strong>ta<br />

compraría una lápida y haré grabar Trinidad López con letras doradas. Se puso a hab<strong>la</strong>rle <strong>de</strong>spacito,<br />

por qué te fuiste ahora que todo se estaba arreg<strong>la</strong>ndo, a reñirlo, por qué me hiciste creer tanta<br />

mentira, a contarle, me llevaron a <strong>la</strong> Maternidad, su hijo se había muerto, ojalá lo hayas conocido<br />

allá. Volvió a Mirones acordándose <strong>de</strong> ese saco azul que Trinidad <strong>de</strong>cía es mi elegancia y <strong>de</strong> cómo<br />

el<strong>la</strong> le cosía tan mal los botones que se volvían a caer. El cuartito estaba con candado, el dueño<br />

había venido con un mercachifle y vendió todo lo que encontró, déjenle algo <strong>de</strong> su marido <strong>de</strong><br />

recuerdo, le había rogado <strong>la</strong> señora Rosario, pero no quisieron y Amalia qué más me da. Su tía<br />

había tomado pensionistas en <strong>la</strong> casita <strong>de</strong> Limoncillo y no tenía lugar, pero <strong>la</strong> señora Rosario le hizo<br />

sitio en uno <strong>de</strong> sus dos cuartos, y Santiago ¿en qué lío te metiste, por qué tuviste que salir pitando<br />

<strong>de</strong> Pucallpa? A <strong>la</strong> semana se presentó en Mirones Gertrudis Lama, por qué no había vuelto al<br />

<strong>la</strong>boratorio, hasta cuándo crees que te esperarán. Pero Amalia no volvería al <strong>la</strong>boratorio nunca más.<br />

¿Y qué iba a hacer, entonces? Nada, quedarse aquí hasta que me boten, y <strong>la</strong> señora Rosario tonta,<br />

nunca te voy a botar. ¿Y por qué no quería volver al <strong>la</strong>boratorio? No sabía, pero no volvería, y lo<br />

<strong>de</strong>cía con tanta cólera que Gertrudis Lama no preguntó más. Un lío terrible, había tenido que<br />

escon<strong>de</strong>rse por un asunto <strong>de</strong> un camión, niño, no quería ni acordarse. La señora Rosario <strong>la</strong> obligaba<br />

a comer, <strong>la</strong> aconsejaba, trataba <strong>de</strong> hacer<strong>la</strong> olvidar. Amalia dormía entre <strong>la</strong> Celeste y <strong>la</strong> Jesús, y <strong>la</strong><br />

menor <strong>de</strong> <strong>la</strong>s hijas <strong>de</strong> <strong>la</strong> señora Rosario se quejaba <strong>de</strong> que hab<strong>la</strong>ra con Trinidad y con su hijo a<br />

oscuras. Ayudaba a <strong>la</strong> señora Rosario a <strong>la</strong>var <strong>la</strong> ropa en una batea, a ten<strong>de</strong>r<strong>la</strong> en los cor<strong>de</strong>les, a<br />

calentar <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>nchas <strong>de</strong> carbón. Lo hacía sin darse cuenta, <strong>la</strong> mente en b<strong>la</strong>nco, <strong>la</strong>s manos flojas.<br />

Anochecía, amanecía, atar<strong>de</strong>cía, venía a visitar<strong>la</strong> Gertrudis, venía su tía, el<strong>la</strong> <strong>la</strong>s escuchaba y<br />

les <strong>de</strong>cía sí a todo y les agra<strong>de</strong>cía los regalitos que le traían. ¿Siempre andas pensando en Trinidad?,<br />

le preguntaba a diario <strong>la</strong> señora Rosario, y el<strong>la</strong> sí, también en su hijito.<br />

Te pareces a Trinidad, le <strong>de</strong>cía <strong>la</strong> señora Rosario, bajas <strong>la</strong> cabeza, no luchas, que se olvidara<br />

<strong>de</strong> su <strong>de</strong>sgracia, eres joven, podía rehacer su vida. Amalia no salía <strong>de</strong> Mirones, andaba puro<br />

remiendo, se <strong>la</strong>vaba y peinaba rara vez, un día al mirarse en un espejito pensó si Trinidad te viera ya<br />

no te querría. En <strong>la</strong> noche, cuando don Atanasio regresaba, el<strong>la</strong> se metía a su cuarto a conversar con<br />

él. Vivía en un cuartito <strong>de</strong> techo tan bajo que Amalia no podía estar <strong>de</strong> pie, y había en el suelo un<br />

colchón <strong>de</strong>spanzurrado y mil cachivaches.<br />

Mientras conversaban, don Atanasio sacaba su botellita y tomaba. ¿Creía que los soplones le<br />

habían pegado a Trinidad, don Atanasio, que cuando vieron que se les moría lo habían <strong>de</strong>jado en <strong>la</strong><br />

puerta <strong>de</strong>l San Juan <strong>de</strong> Dios? A veces, don Atanasio sí, eso pasaría, y otras no, lo soltarían y él se<br />

49

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!