You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
IV<br />
—ASI QUE en Pucallpa y por culpa <strong>de</strong> ese Hi<strong>la</strong>rio Morales, así que sabes cuándo y por qué te<br />
jodiste —dice Santiago—. Yo haría cualquier cosa por saber en qué momento me jodí.<br />
¿Se acordaría, traería el libro? El verano estaba acabando, parecían <strong>la</strong>s cinco y todavía no eran<br />
<strong>la</strong>s dos, y Santiago piensa: trajo el libro, se acordó. Se sentía eufórico al entrar al polvoriento<br />
zaguán <strong>de</strong> losetas y pi<strong>la</strong>res <strong>de</strong>sportil<strong>la</strong>dos, impaciente, que él ingresara, que el<strong>la</strong> ingresara,<br />
optimista, y tú ingresaste, piensa, y el<strong>la</strong> ingresó: ah, Zavalita, te sentías feliz.<br />
—Está sano, es joven, tiene trabajo, tiene mujer —dice Ambrosio—. ¿En qué forma pue<strong>de</strong><br />
haberse jodido, niño?<br />
Solos o en grupos, <strong>la</strong>s caras hundidas en sus apuntes, ¿cuántos <strong>de</strong> éstos entrarían, dón<strong>de</strong><br />
estaba Aída?, los postu<strong>la</strong>ntes daban vueltas al patio a paso <strong>de</strong> procesión, repasaban sentados en <strong>la</strong>s<br />
bancas astil<strong>la</strong>das, recostados contra <strong>la</strong>s mugrientas pare<strong>de</strong>s se interrogaban a media voz. Cholos,<br />
cho<strong>la</strong>s, aquí no venía <strong>la</strong> gente bien. Piensa: mamá, tenías razón.<br />
—Antes <strong>de</strong> irme <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa, cuando entré a San Marcos, yo era un tipo puro —dice Santiago.<br />
Reconoció algunas caras <strong>de</strong>l examen escrito, cambió sonrisas y ho<strong>la</strong>s, pero Aída no aparecía,<br />
y fue a insta<strong>la</strong>rse junto a <strong>la</strong> entrada. Oyó a un grupo releyendo geografía, oyó a un muchacho,<br />
inmóvil, los ojos bajos, recitando como si rezara, los Virreyes <strong>de</strong>l Perú.<br />
— ¿De ésos que se fuman los ricachos en los toros?— se ríe Ambrosio.<br />
La vio entrar: el mismo vestido recto color <strong>la</strong>drillo, los mismos zapatos sin taco <strong>de</strong>l examen<br />
escrito.<br />
Avanzaba con su aire <strong>de</strong> alumna uniformada y estudiosa por el atestado zaguán, volvía a un<br />
<strong>la</strong>do y otro su cara <strong>de</strong> niña agrandada, sin brillo, sin gracia, sin pintar, buscando algo, alguien, con<br />
sus, ojos duros y adultos. Sus <strong>la</strong>bios se plegaron, su boca masculina se abrió y <strong>la</strong> vio sonreír: el<br />
tosco rostro se suavizó, iluminó. La vio venir hacia él: ho<strong>la</strong> Aída.<br />
—Me cagaba en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ta y me creía capaz <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s cosas —dice Santiago—. Un puro en<br />
ese sentido.<br />
—En Grocio Prado vivía <strong>la</strong> beata Melchorita, daba todo lo que tenía y se <strong>la</strong>s pasaba rezando<br />
—dice Ambrosio—. ¿Usted quería ser un santo como el<strong>la</strong>, muchacho?<br />
—Te traje "La noche quedó atrás” —dijo Santiago—. Ojalá te guste.<br />
—Me hab<strong>la</strong>ste tanto que me muero <strong>de</strong> ganas <strong>de</strong> leer<strong>la</strong> —dijo Aída—. Aquí tienes <strong>la</strong> nove<strong>la</strong><br />
<strong>de</strong>l francés sobre <strong>la</strong> Revolución China.<br />
—¿Jirón Puno, calle <strong>de</strong> Padre Jerónimo? —dice Ambrosio—. ¿Rega<strong>la</strong>n p<strong>la</strong>ta en esa casa a los<br />
negros fregados como el que hab<strong>la</strong>?<br />
—Ahí dimos el examen <strong>de</strong> ingreso el año que entré a San Marcos —dice Santiago—. Yo<br />
había estado enamorado <strong>de</strong> chicas <strong>de</strong> Miraflores, pero en Padre Jerónimo me enamoré por primera<br />
vez <strong>de</strong> verdad.<br />
—No parece una nove<strong>la</strong>, sino un libro <strong>de</strong> historia —dijo Aída.<br />
—Ah, qué tal —dice Ambrosio—. ¿Y el<strong>la</strong> también se enamoró <strong>de</strong> usted?<br />
—Aunque es una autobiografía, se lee como una nove<strong>la</strong> —dijo Santiago—. Ya verás el<br />
capítulo "La noche <strong>de</strong> los cuchillos <strong>la</strong>rgos", sobre una revolución en Alemania. Formidable; ya<br />
verás.<br />
—¿Sobre una revolución? —Aída hojeó el libro, <strong>la</strong> voz y los ojos ahora llenos <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>sconfianza—. ¿Pero este Valtin es comunista o anticomunista?<br />
—No sé si se enamoró <strong>de</strong> mí, no sé si supo que yo estaba enamorado <strong>de</strong> el<strong>la</strong> —dice<br />
Santiago—. A veces pienso que sí, a veces que no.<br />
34