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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

<strong>la</strong> señora en algo feo, a lo mejor vendrían policías o periodistas, anda vete don<strong>de</strong> tu familia por unos<br />

días. Tenía los ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas y <strong>la</strong> oyó murmurar pobre Hortensia. Dón<strong>de</strong> iría, dón<strong>de</strong> iba.<br />

Fue don<strong>de</strong> su tía, que ahora tenía una pensioncita en Chacra Colorada. La señora se fue <strong>de</strong> viaje, tía<br />

me dio vacación. Su tía <strong>la</strong> resondró por haberse perdido tanto tiempo, y <strong>la</strong> estuvo mirando, mirando.<br />

Por fin le agarró <strong>la</strong> cara y le examinó los ojos: mientes, te botó porque <strong>de</strong>scubrió que estás encinta.<br />

El<strong>la</strong> le negó, no estaba, protestó, <strong>de</strong> quién iba a estar encinta. Pero ¿y si su tía tenía razón, si<br />

era por eso que no sangraba? Se olvidó <strong>de</strong> <strong>la</strong> señora, <strong>de</strong> <strong>la</strong> policía, qué le iba a <strong>de</strong>cir a Ambrosio,<br />

qué diría él. El domingo fue al para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l Hospital Militar, rezando entre dientes. Comenzó a<br />

contarle lo <strong>de</strong> <strong>la</strong> señora, pero él ya sabía. Ya estaba en su casa, Amalia, don Fermín habló con<br />

amigos y <strong>la</strong> hizo soltar. ¿Y por qué <strong>la</strong> habían metido presa a <strong>la</strong> señora? Algo sucio haría, algo malo<br />

haría, y cambió <strong>de</strong> tema: Ludovico le había prestado el cuartito por toda <strong>la</strong> noche. Lo veían poco a<br />

Ludovico ya, Ambrosio le contaba que parecía que se iba a casar y que hab<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> comprarse una<br />

casita en <strong>la</strong> Urbanización <strong>de</strong> Vil<strong>la</strong>campa, qué progresos había hecho Ludovico ¿no, Amalia? Fueron<br />

a un restaurancito <strong>de</strong>l Rímac y él le preguntó por qué no comes. No tenía hambre, había almorzado<br />

mucho. ¿Por qué no hab<strong>la</strong>ba?<br />

Estaba pensando en <strong>la</strong> señora, mañana iré tempranito a ver<strong>la</strong>. Apenas entraron al cuartito se<br />

atrevió: mi tía dice que estoy encinta. Él se sentó <strong>de</strong> un brinco en <strong>la</strong> cama. Qué mierda lo que creía<br />

tu tía, <strong>la</strong> sacudió <strong>de</strong> un brazo, ¿estaba o no estaba? Sí, creía que sí, y se echó a llorar. En vez <strong>de</strong><br />

conso<strong>la</strong>r<strong>la</strong>, Ambrosio se puso a mirar<strong>la</strong> como si tuviera lepra y lo pudiera contagiar.<br />

No podía ser, repetía, no pue<strong>de</strong> ser y se le atracaba <strong>la</strong> voz. El<strong>la</strong> salió corriendo <strong>de</strong>l cuartito.<br />

Ambrosio <strong>la</strong> alcanzó en <strong>la</strong> calle. Cálmate, no llores, atontado, <strong>la</strong> acompañó hasta el para<strong>de</strong>ro y <strong>de</strong>cía<br />

no me lo esperaba, no creas que me he enojado, me <strong>de</strong>jaste sonso. En <strong>la</strong> avenida Brasil se <strong>de</strong>spidió<br />

<strong>de</strong> el<strong>la</strong> hasta el domingo. Amalia pensó: no va a venir más.<br />

No estaba furiosa <strong>la</strong> señora Hortensia: ho<strong>la</strong>, Amalia. La abrazó contenta, creía que te habías<br />

asustado y no volverías. Cómo se le ocurría, señora. Ya sé, dijo <strong>la</strong> señora, tú eres una amiga,<br />

Amalia, una <strong>de</strong> verdad.<br />

Habían querido embarrar<strong>la</strong> en algo que no había hecho, <strong>la</strong> gente era así, <strong>la</strong> mierda <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Paqueta así, todos así. Los días, <strong>la</strong>s semanas volvieron a ser los <strong>de</strong> siempre, cada día un poquito<br />

peor por los apuros <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta. Un día tocó <strong>la</strong> puerta un hombre <strong>de</strong> uniforme. ¿A quién buscaba? Pero<br />

<strong>la</strong> señora salió a recibirlo, ho<strong>la</strong> Richard, y Amalia lo reconoció. Era el mismo que había entrado a <strong>la</strong><br />

casa esa madrugada, sólo que ahora estaba con gorra <strong>de</strong> aviador y un saco azul <strong>de</strong> botones dorados.<br />

El señor. Richard era piloto <strong>de</strong> Panagra, se pasaba <strong>la</strong> vida viajando, patil<strong>la</strong>s canosas, un<br />

mechón amarillo sobre <strong>la</strong> frente, gordito, pecoso, un español mezc<strong>la</strong>do <strong>de</strong> inglés que daba risa. A<br />

Amalia le cayó simpático.<br />

Fue el primero en entrar al <strong>de</strong>partamento, el primero en quedarse a dormir. Llegaba a Lima<br />

los jueves, se venía <strong>de</strong>l aeropuerto <strong>de</strong> azul marino, se bañaba, <strong>de</strong>scansaba un rato, y salían, volvían<br />

al amanecer haciendo bul<strong>la</strong> y dormían hasta el mediodía. A veces el señor Richard se quedaba en<br />

Lima dos días: Le gustaba meterse a <strong>la</strong> cocina, ponerse un mandil <strong>de</strong> Amalia, y cocinar. El<strong>la</strong> y <strong>la</strong><br />

señora, riéndose, lo veían freír huevos, preparar tal<strong>la</strong>rines, pizzas. Era bromista, juguetón y <strong>la</strong><br />

señora se llevaba bien con él. ¿Por qué no se casaba con el señor Richard, señora?, es tan bueno. La<br />

señora Hortensia se rió: era casado y con cuatro hijos, Amalia.<br />

Habrían pasado dos meses y una vez el señor Richard llegó miércoles en vez <strong>de</strong> jueves. La<br />

señora estaba encerrada a oscuras, con su chilcanito en el ve<strong>la</strong>dor. El señor Richard se asustó y<br />

l<strong>la</strong>mó a Amalia.<br />

No se ponga así, lo calmaba el<strong>la</strong>; no era nada, ya le iba a pasar, eran los remedios. Pero el<br />

señor Richard hab<strong>la</strong>ba en inglés, colorado <strong>de</strong>l susto, y le daba a <strong>la</strong> señora unas cachetadas que<br />

escarape<strong>la</strong>ban, y <strong>la</strong> señora mirándolos como si no estuvieran ahí. El señor Richard iba a <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>,<br />

volvía, l<strong>la</strong>maba por teléfono y al fin salió y trajo un médico que le puso una inyección a <strong>la</strong> señora.<br />

Cuando el médico se fue, el señor Richard entró a <strong>la</strong> cocina y parecía un camarón: rojísimo,<br />

furiosísimo, comenzaba a hab<strong>la</strong>r en español y se pasaba al inglés. Señor qué le pasa, por qué<br />

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