Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
Habían hecho <strong>la</strong> co<strong>la</strong> <strong>de</strong> costumbre, mirando los gallinazos <strong>de</strong>l techo <strong>de</strong> <strong>la</strong> Morgue, y el<br />
doctor le había dicho a Amalia te internas ahora mismo. ¿Por qué le había salido eso, doctor? Iban a<br />
tener que inducirte el parto, mujer, había explicado el doctor. ¿Cómo inducirte, doctor?, y él nada,<br />
mujer, nada grave.<br />
—Ahí se quedó —dice Ambrosio—. Le traje sus cosas, <strong>de</strong>jé a Amalita Hortensia con doña<br />
Lupe, me fui a manejar <strong>la</strong> carcochita. En <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> regresé a ver<strong>la</strong>. Le habían <strong>de</strong>jado el brazo y <strong>la</strong><br />
nalga morados <strong>de</strong> tanta inyección.<br />
La habían puesto en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> común: hamacas y catres tan pegados que <strong>la</strong>s visitas tenían que<br />
estar paradas al pie <strong>de</strong> <strong>la</strong> cama porque no había espacio para acercarse al paciente. Amalia se había<br />
pasado <strong>la</strong> mañana viendo por una <strong>la</strong>rga ventana a<strong>la</strong>mbrada <strong>la</strong>s chozas <strong>de</strong> <strong>la</strong> nueva barriada que<br />
estaba creciendo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>la</strong> Morgue. Doña Lupe había venido a ver<strong>la</strong> con Amalita Hortensia pero<br />
una enfermera le había dicho no traiga más a <strong>la</strong> niña. El<strong>la</strong> le había pedido a doña Lupe que cuando<br />
pudiera fuera a <strong>la</strong> cabaña a ver qué necesita Ambrosio, y doña Lupe por supuesto, también le haré <strong>la</strong><br />
comida.<br />
—Una enfermera me anunció parece que van a tener que operar<strong>la</strong> —dice Ambrosio—. ¿Y eso<br />
es grave? No, no es. Me engañaron ¿ve, niño?<br />
Con <strong>la</strong>s inyecciones los dolores habían <strong>de</strong>saparecido y <strong>la</strong> fiebre bajado, pero había seguido<br />
ensuciando <strong>la</strong> cama todo el día con minúscu<strong>la</strong>s manchitas color choco<strong>la</strong>te y <strong>la</strong> enfermera le había<br />
cambiado tres veces los paños. Parece que te van a operar, le había dicho Ambrosio. El<strong>la</strong> se había<br />
asustado: no, no quería.<br />
Era por su bien, sonsa. El<strong>la</strong> se había puesto a llorar y todos los enfermos los habían mirado.<br />
—La vi tan muñequeada que comencé a inventarle mentiras —dice Ambrosio—. Vamos a<br />
comprarnos esa camioneta con Panta, hoy lo <strong>de</strong>cidimos. Ni me oía. Tenía sus ojos así <strong>de</strong> hinchados.<br />
Había pasado <strong>la</strong> noche <strong>de</strong>spierta por los accesos <strong>de</strong> tos <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los enfermos, y asustada con<br />
otro que, moviéndose en <strong>la</strong> hamaca a su <strong>la</strong>do, <strong>de</strong>cía pa<strong>la</strong>brotas en sueños contra una mujer. Le<br />
rogaría, le lloraría y el doctor le haría caso: más inyecciones, más remedios, lo que fuera pero no me<br />
opere, había sufrido tanto <strong>la</strong> vez pasada, doctor. En <strong>la</strong> mañana les habían traído unas <strong>la</strong>tas <strong>de</strong> café a<br />
todos los enfermos <strong>de</strong> <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>, menos a el<strong>la</strong>. Había venido <strong>la</strong> enfermera y sin <strong>de</strong>cir pa<strong>la</strong>bra le había<br />
puesto una inyección. El<strong>la</strong> había comenzado a rogarle l<strong>la</strong>me al doctor, tenía que hab<strong>la</strong>rle, lo iba a<br />
convencer, pero <strong>la</strong> enfermera no le había hecho caso: ¿creía que <strong>la</strong> iban a operar por gusto, sonsa?<br />
Después con otra enfermera había ja<strong>la</strong>do su catre hasta <strong>la</strong> entrada <strong>de</strong> <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> y <strong>la</strong> habían pasado a una<br />
camil<strong>la</strong> y cuando habían comenzado a arrastrar<strong>la</strong> el<strong>la</strong> se había sentado l<strong>la</strong>mando a gritos a su<br />
marido. Las enfermeras se habían ido, había venido el doctor enojado: qué era ese escándalo, qué<br />
pasa. El<strong>la</strong> le había rogado, contado <strong>de</strong> <strong>la</strong> Maternidad, lo que había sufrido y el doctor había movido<br />
su cabeza: bueno, bien, calma. Así hasta que había entrado <strong>la</strong> enfermera <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana: ahí estaba ya<br />
tu marido, basta <strong>de</strong> l<strong>la</strong>nto.<br />
—Se me prendió —dice Ambrosio—. Que no me opere, no quiero. Hasta que el doctor perdió<br />
<strong>la</strong> paciencia. O autorizas o te <strong>la</strong> llevas <strong>de</strong> aquí. ¿Qué iba a hacer yo, niño?<br />
La habían estado convenciendo entre Ambrosio y una enfermera más vieja y más buena que <strong>la</strong><br />
primera, una que le había hab<strong>la</strong>do con cariño y le <strong>de</strong>cía es por tu bien y el <strong>de</strong> <strong>la</strong> criatura. Al fin el<strong>la</strong><br />
había dicho bueno y que se iba a portar bien. Entonces <strong>la</strong> habían arrastrado en <strong>la</strong> camil<strong>la</strong>. Ambrosio<br />
<strong>la</strong> había seguido hasta <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> otra sa<strong>la</strong>, diciéndole algo que el<strong>la</strong> apenas había oído.<br />
—Se <strong>la</strong> olía, niño —dice Ambrosio—. Si no por qué tan <strong>de</strong>sesperada, tan asustada.<br />
La cara <strong>de</strong> Ambrosio había <strong>de</strong>saparecido y habían cerrado una puerta. Había visto al doctor<br />
poniéndose un mandil y conversando con otro hombre vestido <strong>de</strong> b<strong>la</strong>nco y con un gorrito y un<br />
antifaz. Las dos enfermeras <strong>la</strong> habían sacado <strong>de</strong> <strong>la</strong> camil<strong>la</strong> y acostado en una mesa. El<strong>la</strong> les había<br />
rogado levántenme <strong>la</strong> cabeza, así se ahogaba, pero en vez <strong>de</strong> hacerle caso le habían dicho sí, ya,<br />
cal<strong>la</strong>dita, está bien. Los dos hombres <strong>de</strong> b<strong>la</strong>nco habían seguido hab<strong>la</strong>ndo y <strong>la</strong>s enfermeras dando<br />
vueltas a su alre<strong>de</strong>dor. Habían prendido un foco <strong>de</strong> luz sobre su cara, tan fuerte que había tenido que<br />
307