01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

textil ése también se murió: ¿se había muerto, ah sí? Sí, medio loco, Amalia creía que <strong>de</strong> unas<br />

palizas que le habían dado en tiempo <strong>de</strong> Odría.<br />

Pero no hubo aumento, <strong>de</strong>cían que había crisis, Trinidad venía a <strong>la</strong> casa malhumorado porque<br />

esos carajos hab<strong>la</strong>ban ahora <strong>de</strong> huelga. Esos carajos <strong>de</strong>l sindicato, requintaba, esos amarillos que<br />

reciben sueldo <strong>de</strong>l gobierno. Se habían hecho elegir con ayuda <strong>de</strong> los soplones y ahora hab<strong>la</strong>ban <strong>de</strong><br />

huelga. A ésos no les pasaría nada, pero él estaba fichado y dirían el aprista es el agitador. Y<br />

efectivamente hubo huelga y al día siguiente don Atanasio entró corriendo a <strong>la</strong> casa: un patrullero<br />

paró en <strong>la</strong> puerta y se llevó a Trinidad. Amalia fue con <strong>la</strong> señora Rosario a <strong>la</strong> Prefectura. Pregunte<br />

allá, pregunte acá, no conocían a Trinidad López.<br />

Pidió prestado para el ómnibus a <strong>la</strong> señora Rosario y fue a Miraflores. Cuando llegó a <strong>la</strong> casa<br />

no se atrevía a tocar, va a salir él. Estuvo caminando frente a <strong>la</strong> puerta y <strong>de</strong> repente lo vio. Cara <strong>de</strong><br />

asombro, <strong>de</strong> felicidad, y al ver<strong>la</strong> encinta, <strong>de</strong> furia. Ajá, ajá, le seña<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> barriga, ajá, ajá. No he<br />

venido a verte a ti, se puso a llorar Amalia, déjame entrar. ¿Cierto que te juntaste con uno <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

textil, dijo Ambrosio, el hijo que esperas es <strong>de</strong> él? El<strong>la</strong> se entró a <strong>la</strong> casa y lo <strong>de</strong>jó hab<strong>la</strong>ndo solo. Se<br />

quedó esperando en el jardín, mirando el cerco <strong>de</strong> geranios, <strong>la</strong> pileta <strong>de</strong> azulejos, su cuartito <strong>de</strong>l<br />

fondo, sintió tristeza, le temb<strong>la</strong>ban <strong>la</strong>s rodil<strong>la</strong>s. Con los ojos nub<strong>la</strong>dos vio salir a alguien, cómo está<br />

niño Santiago, ho<strong>la</strong> Amalia. Estaba más alto, más hombre, siempre tan f<strong>la</strong>quito. Aquí venía a<br />

visitarlos, pues, niño, qué le había pasado en <strong>la</strong> cabeza. Él se sacó <strong>la</strong> boina, tenía una pelusa chiquita<br />

y se veía feísimo. Le habían cortado el pelo a coco, así bautizaban a los que acababan <strong>de</strong> entrar a <strong>la</strong><br />

Universidad, sólo que a él le estaba <strong>de</strong>morando en crecer. Y entonces Amalia se echó a llorar, que<br />

don Fermín tan bueno me ayu<strong>de</strong> <strong>de</strong> nuevo, su marido no había hecho nada, lo habían metido preso<br />

por gusto, se lo pagaría Dios niño. Salió don Fermín en bata, cálmate hija, qué te pasa. El niño<br />

Santiago le contó y el<strong>la</strong> nada hizo, don Fermín, no era aprista, le gusta el fútbol, hasta que don<br />

Fermín se rió: espera, espera, veremos. Fue a telefonear, se <strong>de</strong>moró, Amalia se sentía emocionada<br />

<strong>de</strong> estar <strong>de</strong> nuevo en <strong>la</strong> casa, <strong>de</strong> haber visto a Ambrosio, <strong>de</strong> lo que le pasaba a Trinidad.<br />

Ya está, dijo don Fermín, dile que no se meta más en líos. Ya, quería besarle <strong>la</strong> mano y don<br />

Fermín quieta hija, todo tenía arreglo menos <strong>la</strong> muerte. Amalia pasó <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> con <strong>la</strong> señora Zoi<strong>la</strong> y <strong>la</strong><br />

niña Teté. Qué linda estaba, qué ojazos, y <strong>la</strong> señora <strong>la</strong> hizo quedarse a almorzar y al <strong>de</strong>spedirse, para<br />

que le compres algo a tu hijo, le dio dos libras.<br />

Al día siguiente se presentó Trinidad en Mirones.<br />

Furioso, le habían echado <strong>la</strong> pelota esos amarillos, requintando como Amalia no lo había oído<br />

nunca, lo habían acusado <strong>de</strong> mil cosas, por esos conchas <strong>de</strong> su madre los soplones lo habían pateado<br />

<strong>de</strong> nuevo. Puñetazos, combazos para que <strong>de</strong>nunciara no sabía qué ni quién. Estaba más enojado con<br />

los amarillos <strong>de</strong>l sindicato que con los soplones: cuando el Apra suba esos cabrones verán, esos<br />

vendidos a Odría verán. Ya no estás en p<strong>la</strong>ntil<strong>la</strong>, le dijeron en <strong>la</strong> textil, te <strong>de</strong>spidieron por abandono<br />

<strong>de</strong> trabajo. Si me quejo al sindicato ya sé dón<strong>de</strong> me mandarán, <strong>de</strong>cía Trinidad, y si al Ministerio ya<br />

sé dón<strong>de</strong> me mandarán. Pier<strong>de</strong>s tu tiempo mentándoles <strong>la</strong> madre a los amarillos, <strong>de</strong>cía Amalia, más<br />

bien busca trabajo. Cuando empezó a recorrer fábricas, seguía <strong>la</strong> crisis <strong>de</strong>cían, y estuvieron<br />

viviendo <strong>de</strong> préstamos, y <strong>de</strong> repente Amalia se dio cuenta que Trinidad <strong>de</strong>cía más mentiras que<br />

nunca: ¿y <strong>de</strong> qué se había muerto Amalia, Ambrosio? Se iba a <strong>la</strong>s ocho <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana y volvía media<br />

hora <strong>de</strong>spués y se tumbaba en <strong>la</strong> cama, caminé por todo Lima buscando trabajo, estaba muerto. Y<br />

Amalia: pero si te fuiste y volviste ahí mismo. Y Ambrosio: <strong>de</strong> una operación, niño. Y él: lo tenían<br />

fichado, los amarillos han pasado el dato, lo miraban como apestado, nunca encontraré trabajo.<br />

Y Amalia: déjate <strong>de</strong> amarillos y busca trabajo, se iban a morir <strong>de</strong> hambre. No puedo, <strong>de</strong>cía él,<br />

estoy enfermo, y el<strong>la</strong> ¿<strong>de</strong> qué estás enfermo? Trinidad se metía el <strong>de</strong>do a <strong>la</strong> garganta hasta que le<br />

venían arcadas y vomitaba: cómo iba a buscar trabajo si estaba enfermo.<br />

Amalia regresó a Miraflores, le lloró a <strong>la</strong> señora Zoi<strong>la</strong>, <strong>la</strong> señora habló con don Fermín y el<br />

señor al niño Chispas dile a Carrillo que <strong>la</strong> repongan. Cuando le contó que <strong>la</strong> habían tomado <strong>de</strong><br />

nuevo en el <strong>la</strong>boratorio, Trinidad se puso a mirar el techo. Orgulloso, qué tiene <strong>de</strong> malo que yo<br />

46

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!