01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—No sé qué me pasó, no sé qué me pasó —los ojos acobardados, piensa, atormentados, y su<br />

mirada <strong>de</strong> loco—. Les pido disculpas a todos. Quiero superar esta crisis, ayú<strong>de</strong>nme a superarme,<br />

camaradas. Lo que <strong>la</strong> camarada, lo que Aída es cierto. Acepto cualquier <strong>de</strong>cisión, camaradas.<br />

Calló retrocedió hacia <strong>la</strong> puerta y Santiago <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> verlo. Aída so<strong>la</strong> <strong>de</strong> nuevo su mano<br />

amoratada <strong>de</strong> puro tensa. Solórzano tenía <strong>la</strong> frente surcada, se había puesto <strong>de</strong> pie.<br />

—Voy a <strong>de</strong>cir francamente lo que pienso —su cara <strong>de</strong>scompuesta <strong>de</strong> ira, piensa, su voz<br />

<strong>de</strong>silusionada—. Yo voté a favor <strong>de</strong> esta huelga porque me convencieron los argumentos <strong>de</strong> Jacobo.<br />

Él fue el más entusiasta, por eso lo elegimos a <strong>la</strong> Fe<strong>de</strong>ración y al Comité <strong>de</strong> huelga. Yo tengo que<br />

recordar que mientras el camarada Jacobo actuaba como un egoísta, <strong>de</strong>tenían a Martínez. Creo que<br />

<strong>de</strong>bemos sancionar <strong>de</strong> alguna forma una falta así. Los contactos con los textiles, con <strong>la</strong> Católica, en<br />

estos momentos, en fin, para qué voy a <strong>de</strong>cir lo que todos sabemos. Una cosa así no es posible,<br />

camaradas.<br />

—C<strong>la</strong>ro que es grave, c<strong>la</strong>ro que ha cometido una falta —dijo Héctor—. Pero ahora no hay<br />

tiempo, Solórzano. La Fe<strong>de</strong>ración se reúne <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> media hora.<br />

—Es una locura seguir perdiendo así el tiempo, camaradas —<strong>la</strong> voz <strong>de</strong> pajarito, perpleja,<br />

impaciente, su manita levantada—. Hay que postergar este asunto y volver al tema en <strong>de</strong>bate.<br />

—Pido que se ap<strong>la</strong>ce <strong>la</strong> discusión <strong>de</strong> esto hasta <strong>la</strong> próxima sesión —dijo Santiago.<br />

—No quiero ofen<strong>de</strong>r a nadie, pero Jacobo no <strong>de</strong>be asistir a esta reunión —dijo Washington;<br />

vaciló un segundo y añadió—. Ya no creo que sea <strong>de</strong> confianza.<br />

—Pon al voto mi moción —dijo Santiago—. Ahora nos estás haciendo per<strong>de</strong>r tiempo tú,<br />

Washington. ¿Vamos a olvidarnos <strong>de</strong> <strong>la</strong> huelga, <strong>de</strong> <strong>la</strong> Fe<strong>de</strong>ración para seguir discutiendo toda <strong>la</strong><br />

noche sobre Jacobo?<br />

—Los minutos se están pasando —insistió, imploró L<strong>la</strong>que—. Dense cuenta, camaradas.<br />

—Está bien, vamos a votar —dijo Washington—. ¿Tienes algo que añadir, Jacobo?<br />

Los pasos, <strong>la</strong> silueta, se había sacado <strong>la</strong>s manos <strong>de</strong> los bolsillos y se <strong>la</strong>s estrujaba. Unas<br />

mechas rubias le tapaban <strong>la</strong>s orejas, sus ojos no eran suficientes y sarcásticos, como en los <strong>de</strong>bates<br />

piensa, toda su actitud reve<strong>la</strong>ba <strong>de</strong>rrota y humildad.<br />

—Yo creía que para él sólo existían <strong>la</strong> Fracción, <strong>la</strong> revolución —dijo Santiago—. Y <strong>de</strong><br />

repente mentira, Carlitos. De carne y hueso también, como tú, como yo.<br />

—Comprendo que du<strong>de</strong>n, que ya no tengan confianza en mí —balbuceó—. Estoy dispuesto a<br />

hacer mi autocrítica, me someto a cualquier <strong>de</strong>cisión. Denme otra oportunidad para <strong>de</strong>mostrarles, a<br />

pesar <strong>de</strong> todo, camaradas.<br />

—Mejor sales <strong>de</strong>l cuarto hasta que votemos —dijo Washington.<br />

Santiago no lo oyó abrir <strong>la</strong> puerta; supo que había salido cuando el foco osciló y <strong>la</strong>s sombras<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s se movieron. Se paró, cogió <strong>de</strong>l brazo a Aída y le señaló <strong>la</strong> sil<strong>la</strong>. El<strong>la</strong> se sentó. Sus<br />

manos sobre sus rodil<strong>la</strong>s, piensa, sus pestañas negras mojadas, el pelo revuelto sobre su cuello, y <strong>la</strong>s<br />

orejas como con frío.<br />

Que tu mano se alzara, piensa, y bajara y tocara ese cuello y lo acariciara y alisara esos<br />

mechones y tus <strong>de</strong>dos se enredaran en esos pelos y los tironearan <strong>de</strong>spacito y los soltaran y los<br />

tironearan: ay, Zavalita.<br />

—Vamos a votar el pedido <strong>de</strong> Aída, primero —dijo Washington—. Levanten <strong>la</strong> mano los que<br />

estén <strong>de</strong> acuerdo que se expulse a Jacobo <strong>de</strong> <strong>la</strong> Fracción.<br />

—Yo presenté una cuestión previa —dijo Santiago—. Pon primero al voto mi pedido.<br />

Pero Washington y Solórzano ya habían alzado <strong>la</strong> mano. Todos se volvieron a mirar a Aída:<br />

estaba cabizbaja, <strong>la</strong>s manos quietas sobre <strong>la</strong>s rodil<strong>la</strong>s.<br />

—¿Tú no votas por lo que pediste? —dijo Solórzano, casi gritando.<br />

95

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!