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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

se había sentado entre <strong>la</strong> señora Zoi<strong>la</strong> y <strong>la</strong> Teté, ¿<strong>la</strong> comida <strong>de</strong> <strong>la</strong> pensión era buena?, sí mamá, y en<br />

los ojos <strong>de</strong>l viejo ninguna incomodidad, ¿ibas a c<strong>la</strong>ses?, ninguna complicidad ni turbación en su<br />

voz. Sonreía, bromeaba, esperanzado y dichoso, pensaría va a volver, todo se iría a arreg<strong>la</strong>r, y <strong>la</strong><br />

Teté dinos <strong>la</strong> verdad, truquero, no creo que no tengas enamorada. Era <strong>la</strong> verdad, Teté.<br />

—¿Sabes que Ambrosio se fue? —dijo el Chispas—. Se <strong>la</strong>rgó <strong>de</strong> repente, <strong>de</strong> un día a otro.<br />

—¿Periquito te quita el cuerpo, Arispe se chupa cuando hab<strong>la</strong> contigo, Hernán<strong>de</strong>z te mira con<br />

bur<strong>la</strong>? —dijo Carlitos—. Eso es lo que tú quisieras, masoquista. Tienen muchos problemas para<br />

per<strong>de</strong>r su tiempo compa<strong>de</strong>ciéndote. Y a<strong>de</strong>más compa<strong>de</strong>certe <strong>de</strong> qué. A ti <strong>de</strong> qué, carajo.<br />

—Se <strong>la</strong>rgó a su pueblo, dice que quiere comprarse un carrito y ser taxista —sonrió don<br />

Fermín—. El pobre negro. Ojalá le vaya bien.<br />

—Eso es lo que tú quisieras —se rió Carlitos—. Que <strong>la</strong> redacción entera hab<strong>la</strong>ra <strong>de</strong> ti, que<br />

chismearan, que rajaran. Pero o no saben o se quedaron tan espantados que no abren <strong>la</strong> boca. Te<br />

fregaron, Zavalita.<br />

—Ahora se ha puesto a manejar el papá, no quiere tomar otro chofer —se rió <strong>la</strong> Teté—. Si lo<br />

vieras manejando te daría un ataque. A diez por hora y frena en todas <strong>la</strong>s esquinas.<br />

—¿Todos muy cordiales contigo, todos te hacen sentir mal con sus sonrisitas y amabilida<strong>de</strong>s?<br />

—dijo Carlitos—. Eso es lo que tú quisieras. En realidad no saben nada o les importa un carajo,<br />

Zavalita.<br />

—Mentira, <strong>de</strong> aquí a <strong>la</strong> oficina llego más rápido que el Chispas —se rió don Fermín—.<br />

A<strong>de</strong>más, ahorro, y he <strong>de</strong>scubierto que me gusta manejar. A <strong>la</strong> vejez virue<strong>la</strong>s. Caramba, qué buena<br />

cara tiene ese chupe.<br />

Riquísimo mamá, c<strong>la</strong>ro que quería más, ¿te pe<strong>la</strong>ba el<strong>la</strong> los camarones?, sí mamá. ¿Un actor,<br />

Zavalita, un maquiavelo, un cínico? Sí traería <strong>la</strong> ropa para que <strong>la</strong> <strong>la</strong>varan <strong>la</strong>s muchachas, mamá.<br />

¿Uno que se <strong>de</strong>sdob<strong>la</strong>ba en tantos que era imposible saber cuál era <strong>de</strong> verdad él? Sí vendría a<br />

almorzar todos los domingos, mamá. ¿Una víctima o victi<strong>mario</strong> más luchando con uñas y dientes<br />

para <strong>de</strong>vorar y no ser <strong>de</strong>vorado, un burgués peruano más? Sí l<strong>la</strong>maría por teléfono todos los días<br />

para <strong>de</strong>cir cómo estaba y si necesitaba algo, mamá. ¿Bueno en su casa con sus hijos, inmoral en los<br />

negocios, oportunista en política, no menos, no más que los <strong>de</strong>más? Sí se recibiría <strong>de</strong> abogado,<br />

mamá. ¿Impotente con su mujer, insaciable con sus queridas, bajándose el pantalón <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> su<br />

chofer? No trasnocharía, sí se abrigaría, no fumaría, sí se cuidaría, mamá. ¿Echándose vaselina,<br />

piensa, ja<strong>de</strong>ando y babeando como una parturienta <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> él?<br />

—Sí, yo le enseñé a manejar al niño Chispas —dice Ambrosio—. A escondidas <strong>de</strong> su papá,<br />

por supuesto.<br />

—Nunca les oí a Becerrita y a Periquito <strong>de</strong>cir una pa<strong>la</strong>bra a los otros —dijo Carlitos—. Pue<strong>de</strong><br />

que cuando yo no estaba, ellos saben que somos amigos. Tal vez hab<strong>la</strong>rían unos días, unas semanas.<br />

Después todos se acostumbrarían, se olvidarían. ¿Con <strong>la</strong> Musa no pasó así, no pasa con todo así en<br />

este país, Zavalita?<br />

Años que se confun<strong>de</strong>n, Zavalita, mediocridad diurna y monotonía nocturna, cervezas,<br />

bulines. Reportajes, crónicas: papel suficiente para limpiarse toda <strong>la</strong> vida, piensa. Conversaciones<br />

en el "Negro Negro", domingos con chupe <strong>de</strong> camarones, vales en <strong>la</strong> cantina <strong>de</strong> "La Crónica", un<br />

puñado <strong>de</strong> libros que recordar.<br />

Borracheras sin convicción, Zavalita, polvos sin convicción, periodismo sin convicción.<br />

Deudas a fines <strong>de</strong> mes, una purgación, lenta, inexorable inmersión en <strong>la</strong> mugre invisible. El<strong>la</strong> había<br />

sido lo único distinto, piensa. Te hizo sufrir, Zavalita, <strong>de</strong>sve<strong>la</strong>rte, llorar. Piensa: tus gusanos me<br />

sacudieron un poco, Musa, me hicieron vivir un poco. Carlitos movió el dorso <strong>de</strong> <strong>la</strong> mano, levantó<br />

apenas el pulgar y aspiró; ahí su cabeza echada atrás, media cara iluminada por el reflector, media<br />

cara sumida en algo secreto y profundo.<br />

—La China está acostándose con un músico <strong>de</strong>l “Embassy”, —ahí sus vidriosos ojos<br />

errantes—. También tengo <strong>de</strong>recho a tener mi problema, Zavalita.<br />

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