Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
—Váyanse a <strong>de</strong>scansar y recójanme aquí a <strong>la</strong>s siete <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche —dijo él—. ¿La señora está<br />
en el baño?<br />
—Sí, prepárame algo <strong>de</strong> comer, Símu<strong>la</strong>. Ho<strong>la</strong>, cho<strong>la</strong>. Voy a dormir un rato. Estoy en ayunas<br />
hace veinticuatro horas.<br />
—Tienes una cara espantosa —se rió Hortensia—. ¿Te portaste bien anoche?<br />
—Te engañé con el Ministro <strong>de</strong> Guerra –murmuró él, escuchando en sus oídos un zumbido<br />
tenaz y secreto, contando los <strong>la</strong>tidos <strong>de</strong>siguales <strong>de</strong> su corazón—. Que me traigan algo <strong>de</strong> comer <strong>de</strong><br />
una vez, estoy cayéndome <strong>de</strong> sueño.<br />
—Deja que te arregle <strong>la</strong> cama —Hortensia sacudía <strong>la</strong>s sábanas, cerraba <strong>la</strong> cortina y él sintió<br />
como si se <strong>de</strong>slizara por una pendiente rocosa, y a lo lejos, percibía bultos moviéndose en <strong>la</strong><br />
oscuridad; siguió resba<strong>la</strong>ndo, hundiéndose, y <strong>de</strong> pronto se sintió agredido, brutalmente extraído <strong>de</strong><br />
ese refugio ciego y <strong>de</strong>nso—. Hace cinco minutos que te grito, Cayo. De <strong>la</strong> Prefectura, dicen que es<br />
urgente.<br />
—El senador Landa está en <strong>la</strong> embajada argentina <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace media hora, don Cayo —sentía<br />
agujas en <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s, <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> Lozano martil<strong>la</strong>ba cruelmente en sus oídos—. Entró por una puerta<br />
<strong>de</strong> servicio. Los agentes no sabían que daba a <strong>la</strong> Embajada. Lo siento mucho, don Cayo.<br />
—Quiere escándalo, quiere vengarse <strong>de</strong> <strong>la</strong> humil<strong>la</strong>ción —lentamente recuperaba <strong>la</strong> noción <strong>de</strong><br />
sus sentidos, <strong>de</strong> sus miembros, pero su voz le parecía <strong>la</strong> <strong>de</strong> otro—. Que su gente siga ahí, Lozano. Si<br />
sale, <strong>de</strong>téngalo y que lo lleven a <strong>la</strong> Prefectura. Si Zava<strong>la</strong> sale <strong>de</strong> su casa, <strong>de</strong>téngalo también. ¿Aló,<br />
Alcibía<strong>de</strong>s? Localíceme cuanto antes al doctor Lora, doctorcito, me precisa verlo ahora mismo.<br />
Dígale que llegaré a su oficina <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> media hora.<br />
—La esposa <strong>de</strong>l doctor Ferro lo está esperando, don Cayo —dijo el doctor Alcibía<strong>de</strong>s—. Le<br />
he indicado que usted no va a venir, pero no quiere irse.<br />
—Sáquese<strong>la</strong> <strong>de</strong> encima y ubique al doctor Lora <strong>de</strong> inmediato —dijo él—. Símu<strong>la</strong>, corre a<br />
<strong>de</strong>cir a los guardias <strong>de</strong> <strong>la</strong> esquina que necesito el patrullero en el acto.<br />
—¿Qué pasa, qué apuro es ése? —dijo Hortensia, levantando el pijama que él acababa <strong>de</strong> tirar<br />
al suelo.<br />
—Problemas —dijo él, poniéndose <strong>la</strong>s medias—. ¿Cuánto rato he dormido?<br />
—Una hora, más o menos —dijo Hortensia—. Debes estar muerto <strong>de</strong> hambre. ¿Te hago<br />
calentar el almuerzo?<br />
—No tengo tiempo —dijo él—. Sí, al Ministerio <strong>de</strong> Re<strong>la</strong>ciones Exteriores, sargento, y a toda<br />
velocidad. No se pase en el semáforo, hombre, tengo mucha prisa. El Ministro me está esperando, le<br />
hice avisar que venía.<br />
—El Ministro está en una reunión, no creo que pueda recibirlo —el joven <strong>de</strong> anteojos, vestido<br />
<strong>de</strong> gris, lo examinó <strong>de</strong> pies a cabeza, con <strong>de</strong>sconfianza—. ¿De parte <strong>de</strong> quién?<br />
—Cayo Bermú<strong>de</strong>z —dijo él, y vio al joven levantarse <strong>de</strong> un brinco y <strong>de</strong>saparecer tras una<br />
puerta lustrosa—. Siento invadir así su oficina, doctor Lora. Es muy importante, se trata <strong>de</strong> Landa.<br />
—¿De Landa? —le estiró <strong>la</strong> mano el hombrecito calvo, bajito, sonriente—. No me diga que…<br />
—Sí, está en <strong>la</strong> embajada argentina hace una hora —dijo él—. Pidiendo asilo, probablemente.<br />
Quiere hacer ruido y crearnos problemas.<br />
—Bueno, lo mejor será darle el salvoconducto <strong>de</strong> inmediato —dijo el doctor Lora—. Al<br />
enemigo que huye, puente <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta, don Cayo.<br />
—De ninguna manera —dijo él—. Hable usted con el Embajador, doctor. Deje bien c<strong>la</strong>ro que<br />
no está perseguido, asegúrele que Landa pue<strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l país con su pasaporte cuando quiera.<br />
—Sólo puedo comprometer mi pa<strong>la</strong>bra si esa promesa se va a cumplir, don Cayo —dijo el<br />
doctor Lora, sonriendo con reticencia—. Imagínese en qué situación quedaría el Gobierno si ...<br />
210