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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

cantar aquí. Más, ocho meses. Estaba casi sin voz, <strong>la</strong> contraté por compasión, cantaba tres o cuatro<br />

canciones y se iba. Antes estuvo en La Laguna.<br />

Calló al estal<strong>la</strong>r el primer arcoiris y se quedó mirando, boquiabierta: Periquito,<br />

tranqui<strong>la</strong>mente, fotografiaba el bar, <strong>la</strong> pista <strong>de</strong> baile, el micrófono.<br />

—Para qué esas fotos ——dijo, <strong>de</strong> mal modo, seña<strong>la</strong>ndo—. Becerrita me juró que no me<br />

nombrarían.<br />

—Para mostrar uno <strong>de</strong> los sitios don<strong>de</strong> cantó, a usted no <strong>la</strong> vamos a nombrar —dijo<br />

Santiago—. Quisiera saber algo <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida privada <strong>de</strong> <strong>la</strong> Musa. Alguna anécdota, cualquier cosa.<br />

—No sé casi nada, ya le he dicho —murmuró <strong>la</strong> Paqueta, siguiendo a Periquito con los ojos—<br />

. Fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> que sabe todo el mundo. Que hace muchos años fue bastante conocida, que cantó en el<br />

"Embassy", que <strong>de</strong>spués fue amiga <strong>de</strong> ya saben quien. Pero supongo que eso no lo van a <strong>de</strong>cir.<br />

—¿Por qué no, señora? —se rió Periquito. Ya no está Odría <strong>de</strong> Presi<strong>de</strong>nte, sino Manuel<br />

Prado, y "La Crónica" es <strong>de</strong> los Prado. Po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir lo que nos dé <strong>la</strong> gana.<br />

—Y yo creí que se iba a po<strong>de</strong>r y lo dije en <strong>la</strong> primera crónica, Carlitos —se rió Santiago—.<br />

Ex amante <strong>de</strong> Cayo Bermú<strong>de</strong>z asesinada a chavetazos.<br />

—Creo que está usted un poco cojudo, Zavalita —gruñó Becerrita, contemp<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong>s caril<strong>la</strong>s<br />

con maldad—. En fin, vamos a ver qué piensa el mandamás.<br />

—Estrel<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> Farándu<strong>la</strong> asesinada a chavetazos causará más impacto —dijo Arispe—. Y,<br />

a<strong>de</strong>más, son <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> arriba, mi señor.<br />

—¿Fue o no fue <strong>la</strong> querida <strong>de</strong> ese pen<strong>de</strong>jo? —dijo Becerrita—. Y si lo fue y el pen<strong>de</strong>jo ya ni<br />

está en el Gobierno y ni siquiera en el país ¿por qué no se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir?<br />

—Porque al Directorio le da en los huevos que no se diga, mi señor —dijo Arispe.<br />

—Está bien, ese argumento siempre me convence —dijo Becerrita—. Corríjase toda <strong>la</strong><br />

crónica, Zavalita. Don<strong>de</strong> puso ex amante <strong>de</strong> Cayo Bermú<strong>de</strong>z métale ex reina <strong>de</strong> <strong>la</strong> Farándu<strong>la</strong>.<br />

—Y <strong>de</strong>spués Bermú<strong>de</strong>z <strong>la</strong> abandonó y se fue <strong>de</strong>l país, en los últimos tiempos <strong>de</strong> Odría —<strong>la</strong><br />

Paqueta dio un respingo: acababa <strong>de</strong> estal<strong>la</strong>r otro f<strong>la</strong>sh—. Usted se acordará, cuando los líos <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Coalición en Arequipa. El<strong>la</strong> volvió a cantar, pero ya no era <strong>la</strong> <strong>de</strong> antes. Ni su físico, ni su voz.<br />

Tomaba mucho, una vez trató <strong>de</strong> suicidarse. No conseguía trabajo. La pobre <strong>la</strong>s pasó muy mal.<br />

—¿En todo el tiempo que estuviste con él no le conociste ninguna mujer? —dice Santiago—.<br />

Sería marica, entonces.<br />

—¿Qué vida llevaba? —dijo <strong>la</strong> Paqueta—. Ma<strong>la</strong> vida, ya le conté. Tomaba, los amigos no le<br />

duraban, siempre con apuros <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta. La contraté por compasión, y <strong>la</strong> tuve poco, unos dos meses,<br />

quizás ni eso. Los clientes se aburrían. Sus canciones habían pasado <strong>de</strong> moda. Trató <strong>de</strong> ponerse al<br />

día, pero los nuevos ritmos no le iban.<br />

—No le conocí queridas, pero sí mujeres —dice Ambrosio—. Es <strong>de</strong>cir polil<strong>la</strong>s, niño.<br />

—Y cómo fue el lío ése <strong>de</strong> <strong>la</strong>s drogas, señora —dijo Santiago.<br />

—¿Drogas? —dijo <strong>la</strong> Paqueta, estupefacta—. ¿Qué drogas?<br />

—Iba a bulines, lo llevé muchas veces —dice Ambrosio—. A ése que usted recordaba antes.<br />

Ivonne, ése. Muchas veces.<br />

—Pero si también <strong>la</strong> complicaron a usted, señora, si <strong>la</strong> <strong>de</strong>tuvieron junto con el<strong>la</strong> —dijo<br />

Santiago—. Y gracias al señor Becerra no se publicó nada en los periódicos ¿no se acuerda?<br />

Un temblor rapidísimo animó <strong>la</strong> cara carnosa, <strong>la</strong>s inflexibles pestañas vibraron con<br />

indignación, pero luego una sonrisa porfiada, reminiscente, fue suavizando <strong>la</strong> expresión <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Paqueta. Cerró los ojos como para mirar a<strong>de</strong>ntro y localizar entre los recuerdos ese episodio<br />

extraviado: ah sí, ah eso.<br />

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