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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Y yo también —dijo Santiago—. Conozco poco <strong>de</strong> marxismo, pero quisiera saber más.<br />

Sólo que dón<strong>de</strong>, cómo. Jacobo los miró uno por uno a los ojos, lenta y profundamente, como<br />

calcu<strong>la</strong>ndo su sinceridad o discreción, y echó una nueva ojeada en torno y se inclinó hacia ellos:<br />

había una librería <strong>de</strong> viejo, aquí en el centro. La había <strong>de</strong>scubierto el otro día, entró a curiosear y<br />

estaba hojeando unos libros cuando aparecieron unos números, antiquísimos, interesantísimos, <strong>de</strong><br />

una revista que se l<strong>la</strong>maba piensa Cultura soviética. Libros prohibidos, revistas prohibidas y<br />

Santiago vio estantes rebalsando <strong>de</strong> folletos que no se vendían en <strong>la</strong>s librerías, <strong>de</strong> volúmenes que <strong>la</strong><br />

policía había retirado <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Bibliotecas. A <strong>la</strong> sombra <strong>de</strong> pare<strong>de</strong>s roídas por <strong>la</strong> humedad, entre<br />

te<strong>la</strong>rañas y hollín, ellos consultaban los libros explosivos, discutían y tomaban notas, en noches<br />

como boca <strong>de</strong> lobo, a <strong>la</strong> luz <strong>de</strong> improvisados can<strong>de</strong>leros, hacían resúmenes, cambiaban i<strong>de</strong>as, leían,<br />

se instruían, rompían con <strong>la</strong> burguesía, se armaban con <strong>la</strong> i<strong>de</strong>ología <strong>de</strong> <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se obrera.<br />

—¿No habrá más revistas en esa librería? —preguntó Santiago.<br />

—A lo mejor sí —dijo Jacobo—. Si quieren, po<strong>de</strong>mos ir juntos a ver. Mañana, por ejemplo.<br />

—También podríamos ir a alguna exposición, a algún museo —dijo Aída.<br />

—C<strong>la</strong>ro, no conozco ningún museo <strong>de</strong> Lima hasta ahora —dijo Jacobo.<br />

—Ni yo —dijo Santiago—. Aprovechemos estos días, antes que comiencen <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses, y<br />

visitémoslos todos.<br />

—Po<strong>de</strong>mos ir en <strong>la</strong>s mañanas a los museos y en <strong>la</strong>s tar<strong>de</strong>s a recorrer librerías <strong>de</strong> viejo —dijo<br />

Jacobo—. Conozco muchas, a veces se encuentran buenas cosas.<br />

—La revolución, los libros, los museos —dice Santiago—. ¿Ves lo que es ser puro?<br />

—Yo creía que ser puro era vivir sin cachar, niño —dice Ambrosio.<br />

—Y también al cine una <strong>de</strong> estas tar<strong>de</strong>s, a ver una buena pelícu<strong>la</strong> —dijo Aída—. Y si el<br />

burgués <strong>de</strong> Santiago quiere invitarnos, que nos invite.<br />

—Nunca más te invitaré ni un vaso <strong>de</strong> agua —dijo Santiago—. ¿Adón<strong>de</strong> nos vemos mañana,<br />

y a qué hora?<br />

—A <strong>la</strong>s diez en <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za San Martín —dijo Jacobo—. En el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l Expreso.<br />

—¿Y, f<strong>la</strong>co? —dijo don Fermín—. ¿Muy difícil el oral, crees que aprobaste, f<strong>la</strong>co?<br />

—Creo que sí, papá —dijo Santiago—. Ya pue<strong>de</strong>s per<strong>de</strong>r <strong>la</strong>s esperanzas <strong>de</strong> que entre algún<br />

día a <strong>la</strong> Católica.<br />

—Debería ja<strong>la</strong>rte <strong>la</strong>s orejas por rencoroso —dijo don Fermín—. Así que aprobaste, así que ya<br />

eres todo un señor universitario. Ven, f<strong>la</strong>co, dame un abrazo.<br />

No dormiste, piensa, estoy seguro que Aída tampoco durmió, que Jacobo tampoco durmió.<br />

Todas <strong>la</strong>s puertas abiertas, piensa, en qué momento y por qué comenzaron a cerrarse.<br />

—Ya saliste con tu gusto, ya entraste a San Marcos —dijo <strong>la</strong> señora Zoi<strong>la</strong>—. Estarás<br />

contento, supongo.<br />

—Contentísimo, mamá —dijo Santiago—. Sobre todo porque ya no tendré que juntarme con<br />

gente <strong>de</strong>cente nunca más. No te imaginas qué contento estoy.<br />

—Si lo que quieres es volverte cholo, por qué no te haces sirviente, más bien —dijo el<br />

Chispas—. Anda sin zapatos, no te bañes, cría pulgas, supersabio.<br />

—Lo importante es que el f<strong>la</strong>co haya entrado a <strong>la</strong> Universidad —dijo don Fermín—. La<br />

Católica hubiera sido mejor, pero el que quiere estudiar, estudia en cualquier parte.<br />

—La Católica no es mejor que San Marcos, papá—dijo Santiago—. Es un colegio <strong>de</strong> curas. Y<br />

yo no quiero saber nada con los curas, yo odio a los curas.<br />

—Te vas a ir al infierno, imbécil —dijo <strong>la</strong> Teté—. Y tú lo <strong>de</strong>jas que te levante así <strong>la</strong> voz,<br />

papá.<br />

—Me da cólera que tengas esos prejuicios, papá—dijo Santiago.<br />

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