01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

VI<br />

ESOS primeros meses <strong>de</strong> matrimonio sin ver a los viejos ni a tus hermanos, casi sin saber <strong>de</strong><br />

ellos, habías sido feliz, Zavalita. Meses <strong>de</strong> privaciones y <strong>de</strong> <strong>de</strong>udas, pero se te han olvidado y los<br />

malos períodos nunca se olvidan, piensa. Piensa: a lo mejor habías sido, Zavalita. A lo mejor esa<br />

monotonía con estrecheces era <strong>la</strong> felicidad, esa discreta falta <strong>de</strong> convicción y <strong>de</strong> exaltación y <strong>de</strong><br />

ambición, a lo mejor era esa suave mediocridad en todo. Hasta en <strong>la</strong> cama, piensa. Des<strong>de</strong> el<br />

principio <strong>la</strong> pensión les resultó incómoda. Doña Lucía había aceptado que Ana utilizara <strong>la</strong> cocina a<br />

condición que no interfiriera en sus horarios, <strong>de</strong> modo que Ana y Santiago tenían que almorzar y<br />

comer muy temprano o tardísimo. Luego Ana y doña Lucía comenzaron a discutir por el cuarto <strong>de</strong><br />

baño y <strong>la</strong> mesa <strong>de</strong> p<strong>la</strong>nchar, el uso <strong>de</strong> plumeros y escobas y el <strong>de</strong>sgaste <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cortinas y sábanas.<br />

Ana había intentado volver a "La Maison <strong>de</strong> Santé”, pero no había vacante y <strong>de</strong>bieron pasar dos o<br />

tres meses antes <strong>de</strong> que encontrara un empleo <strong>de</strong> medio turno en <strong>la</strong> Clínica Delgado. Entonces<br />

empezaron a buscar <strong>de</strong>partamento. Al regresar <strong>de</strong> “La Crónica”, Santiago encontraba a Ana<br />

<strong>de</strong>spierta, revisando los avisos c<strong>la</strong>sificados, y mientras él se <strong>de</strong>svestía el<strong>la</strong> le contaba sus gestiones y<br />

andanzas. Era su felicidad, Zavalita: marcar los avisos, l<strong>la</strong>mar por teléfono, preguntar y regatear,<br />

visitar cinco o seis al salir <strong>de</strong> <strong>la</strong> clínica. Y, sin embargo, había sido Santiago el que encontró<br />

casualmente <strong>la</strong> quinta <strong>de</strong> los duen<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Porta.<br />

Había ido a entrevistar a alguien que vivía en Benavi<strong>de</strong>s, y al subir hacia <strong>la</strong> Diagonal <strong>la</strong><br />

<strong>de</strong>scubrió. Ahí estaba: <strong>la</strong> fachada rojiza, <strong>la</strong>s casitas pigmeas alineadas en torno al pequeño<br />

rectángulo <strong>de</strong> grava, sus ventanitas con rejas y sus vo<strong>la</strong>dizos y sus matas <strong>de</strong> geranios.<br />

Había un aviso: se alqui<strong>la</strong>n <strong>de</strong>partamentos. Habían vaci<strong>la</strong>do, ochocientos era mucho. Pero ya<br />

estaban hartos <strong>de</strong> <strong>la</strong> incomodidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> pensión y <strong>la</strong>s disputas con doña Lucía y lo tomaron. Habían<br />

ido pob<strong>la</strong>ndo poco a poco los dos cuartitos vacíos, con muebles baratos que pagaban a p<strong>la</strong>zos.<br />

Si Ana tenía su turno en <strong>la</strong> clínica Delgado en <strong>la</strong> mañana, Santiago al <strong>de</strong>spertar a mediodía<br />

encontraba el <strong>de</strong>sayuno listo para calentarlo. Se quedaba leyendo hasta que fuera hora <strong>de</strong> ir al diario<br />

o salía a hacer alguna comisión y Ana regresaba a eso <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tres.<br />

Almorzaban, él partía a trabajar a <strong>la</strong>s cinco y volvía a <strong>la</strong>s dos <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana. Ana estaba<br />

hojeando una revista, oyendo radio o jugando naipes con <strong>la</strong> vecina, <strong>la</strong> alemana <strong>de</strong> quehaceres<br />

mitómanos (un día era agente <strong>de</strong> <strong>la</strong> Interpol, otro exi<strong>la</strong>da política, otro representante <strong>de</strong> consorcios<br />

europeos <strong>de</strong>stacada al Perú en misteriosas misiones) que vivía so<strong>la</strong> y los días <strong>de</strong> sol salía a<br />

calentarse en el rectángulo en traje <strong>de</strong> baño. Y ahí estaba el rito <strong>de</strong> los sábados, Zavalita, tu día<br />

libre. Se levantaban tar<strong>de</strong>, almorzaban en casa, iban a <strong>la</strong> matiné a un cine <strong>de</strong> barrio, daban una<br />

caminata por los Malecones o el Parque Necochea o <strong>la</strong> avenida Pardo (¿<strong>de</strong> qué hablábamos?,<br />

piensa, ¿<strong>de</strong> qué hab<strong>la</strong>mos?), siempre por sitios previsiblemente solitarios para no toparse con el<br />

Chispas o los viejos o <strong>la</strong> Teté, al anochecer comían en algún restaurant barato (el "Colinita", piensa,<br />

los fines <strong>de</strong> mes en el “Gambrinus”), en <strong>la</strong>s noches volvían a zambullirse en un cine, uno <strong>de</strong> estreno<br />

si alcanzaba. Al principio, elegían <strong>la</strong>s pelícu<strong>la</strong>s con equidad: una mexicana en <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>, una policial<br />

o un western en <strong>la</strong> noche. Ahora casi únicamente mexicanas, piensa. ¿Habías comenzado a ce<strong>de</strong>r<br />

por llevar <strong>la</strong> fiesta en paz con Ana o porque ya tampoco te importaba eso, Zavalita? Algún sábado<br />

viajaban a Ica a pasar el día con los padres <strong>de</strong> Ana. No hacían ni recibían visitas, no tenían amigos.<br />

No habías vuelto al "Negro—Negro" con Carlitos, Zavalita, no habías vuelto con ellos a ver<br />

<strong>de</strong> gorra los shows <strong>de</strong> <strong>la</strong>s boites ni a los bulines. No se lo pedían, no insistían, y un día empezaron a<br />

hacerle bromas: te volvías serio Zavalita, te aburguesabas Zavalita. ¿Había sido Ana feliz, era, eres<br />

Anita? Ahí su voz en <strong>la</strong> oscuridad, una <strong>de</strong> esas noches en que hacían el amor: no tomas, no eres<br />

mujeriego, c<strong>la</strong>ro que soy, amor. Una vez Carlitos había llegado a <strong>la</strong> redacción más borracho que <strong>de</strong><br />

costumbre; vino a sentarse en el escritorio <strong>de</strong> Santiago y estuvo mirándolo en silencio, con<br />

expresión rencorosa: ya sólo se veían y hab<strong>la</strong>ban en esta tumba, Zavalita. Unos días <strong>de</strong>spués,<br />

Santiago lo invitó a almorzar a <strong>la</strong> quinta <strong>de</strong> los duen<strong>de</strong>s. Trae también a <strong>la</strong> China, Carlitos,<br />

301

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!