01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

Queta se rió más fuerte y miró a Ambrosio: encendía otro cigarrillo y <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mita instantánea<br />

<strong>de</strong>l fósforo le mostró sus ojos saciados y su expresión seria, tranqui<strong>la</strong>, y el brillo <strong>de</strong> transpiración <strong>de</strong><br />

su frente.<br />

—Te ha vuelto a ti también —dijo, suavemente—. No es porque te paga bien ni por miedo.<br />

Te gusta estar con él.<br />

—Me gusta ser su chofer —dijo Ambrosio—. Tengo mi cuarto, gano más que antes, y todos<br />

me tratan con consi<strong>de</strong>ración.<br />

—¿Y cuando se baja los pantalones y te dice cumple tus obligaciones? —se rió Queta—. ¿Te<br />

gusta también?<br />

—No es lo que usted cree —repitió Ambrosio, <strong>de</strong>spacio—. Yo sé lo que usted se imagina.<br />

Falso, no es así.<br />

—¿Y cuando te da asco? —dijo Queta—. A veces a mí me da, pero qué importa, abro <strong>la</strong>s<br />

piernas y es igual. Pero ¿tú?<br />

—Es algo <strong>de</strong> dar pena —susurró Ambrosio—. A mí me da, a él también. Usted se cree que<br />

eso pasa cada día. No, ni siquiera cada mes. Es cuando algo le ha salido mal. Yo ya sé, lo veo subir<br />

al carro y pienso algo le ha salido mal. Se pone pálido, se le hun<strong>de</strong>n los ojos, <strong>la</strong> voz le sale rara.<br />

Llévame a Ancón, dice.<br />

O vamos a Ancón, o a Ancón. Yo ya sé. Todo el viaje mudo. Si le viera <strong>la</strong> cara diría se le<br />

murió alguien o le han dicho que se va a morir esta noche.<br />

—¿Y qué te pasa a ti, qué sientes? —dijo Queta—. Cuando él te or<strong>de</strong>na llévame a Ancón.<br />

—¿Usted siente asco cuando don Cayo le dice esta noche ven a San Miguel? —preguntó<br />

Ambrosio, en voz muy baja—. Cuando <strong>la</strong> señora <strong>la</strong> manda l<strong>la</strong>mar.<br />

—Ya no —se rió Queta—. La loca es mi amiga, somos amigas. Nos reímos <strong>de</strong> él, más bien.<br />

¿Piensas ya comienza el martirio, sientes que lo odias?<br />

—Pienso en lo que va a pasar cuando lleguemos a Ancón y me siento mal —se quejó<br />

Ambrosio y Queta lo vio tocarse el estómago—. Mal aquí, me comienza a dar vueltas. Me da<br />

miedo, me da pena, me da cólera. Pienso ojalá que hoy sólo conversemos.<br />

—¿Conversemos? —se rió Queta—. ¿A veces te lleva sólo a conversar?<br />

—Entra con su cara <strong>de</strong> entierro, cierra <strong>la</strong>s cortinas y se sirve su trago —dijo Ambrosio, con<br />

voz <strong>de</strong>nsa—. Yo sé que por <strong>de</strong>ntro algo le está mordiendo, que se lo está comiendo. Él me ha<br />

contado ¿ve? Yo lo he visto hasta llorar ¿ve?<br />

—¿Apúrate, báñate, ponte esto? —recitó Queta, mirándolo—. ¿Qué hace, qué te hace hacer?<br />

—Su cara se le sigue poniendo más pálida y se le atraca <strong>la</strong> voz —murmuró Ambrosio—. Se<br />

sienta, dice siéntate. Me pregunta cosas, me conversa. Hace que conversemos.<br />

—¿Te hab<strong>la</strong> <strong>de</strong> mujeres, te cuenta porquerías, te muestra fotos, revistas? —insistió Queta—.<br />

Yo sólo abro <strong>la</strong>s piernas. ¿Pero tú?<br />

—Le cuento cosas <strong>de</strong> mí —se quejó Ambrosio—. De Chincha, <strong>de</strong> cuando era chico, <strong>de</strong> mi<br />

madre. De don Cayo, me hace que le cuente, me pregunta por todo. Me hace sentirme su amigo<br />

¿ve?<br />

—Te quita el miedo, te hace sentir cómodo —dijo Queta—: El gato con el ratón. ¿Pero tú?<br />

—Se pone a hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> sus cosas, <strong>de</strong> <strong>la</strong>s preocupaciones que tiene —murmuró Ambrosio—.<br />

Tomando, tomando. Yo también. Y todo el tiempo veo en su cara que algo se lo está comiendo, que<br />

le está mordiendo.<br />

—¿Ahí lo tuteas? —dijo Queta—. ¿En esos momentos te atreves?<br />

—A usted no <strong>la</strong> tuteo a pesar <strong>de</strong> que vengo a esta cama hace como dos años ¿no? —se quejó<br />

Ambrosio—. Le sale todo lo que le preocupa, sus negocios, <strong>la</strong> política, sus hijos. Hab<strong>la</strong>, hab<strong>la</strong> y yo<br />

sé lo que le está pasando por a<strong>de</strong>ntro. Dice que le da vergüenza, él me ha contado ¿ve?<br />

305

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!