01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

gruñir Amalia a Símu<strong>la</strong>, era <strong>la</strong> primera lisura que le oía. La buena impresión <strong>de</strong>l primer día se fue<br />

borrando y hasta Carlota empezó a <strong>de</strong>testarlo. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> caprichoso, resultó fresco. Disponía <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

p<strong>la</strong>ta <strong>de</strong> <strong>la</strong> señora a sus anchas, mandaba a comprar algo y <strong>de</strong>cía pí<strong>de</strong>le a Hortensia, es mi banco.<br />

A<strong>de</strong>más, organizaba fiestecitas cada semana, le encantaban. Una noche Amalia lo vio besando a <strong>la</strong><br />

señorita Queta en <strong>la</strong> boca. ¿Cómo podía el<strong>la</strong> siendo tan amiga <strong>de</strong> <strong>la</strong> señora, qué habría hecho <strong>la</strong><br />

señora si lo pescaba? Nada, lo hubiera perdonado. Estaba enamoradísima, le aguantaba todo, una<br />

pa<strong>la</strong>brita <strong>de</strong> cariño <strong>de</strong> él y se le iba el malhumor, rejuvenecía.<br />

Y él se aprovechaba <strong>de</strong> lo lindo. Los cobradores traían cuentas <strong>de</strong> cosas que el señor Lucas<br />

compraba y <strong>la</strong> señora pagaba o les contaba historias fantásticas para que volvieran. Ahí se dio<br />

cuenta Amalia por primera vez que <strong>la</strong> señora pasaba apuros <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta. Pero el señor Lucas no se<br />

daba, cada día pedía más. Andaba muy elegante, corbatas multicolores, ternos ental<strong>la</strong>dos, zapatos<br />

<strong>de</strong> gamuza. La vida es corta cariño, se reía, hay que vivir<strong>la</strong> cariño, y abría los brazos. Eres un bebe,<br />

amor, <strong>de</strong>cía el<strong>la</strong>. Cómo está, pensaba Amalia, el señor Lucas <strong>la</strong> había vuelto una gatita <strong>de</strong> seda. La<br />

veía acercarse llena <strong>de</strong> mimos al señor, arrodil<strong>la</strong>rse a sus pies, apoyar su cabeza en <strong>la</strong>s rodil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> él,<br />

y no creía. La oía hazme caso corazón, rogándole tan dulcecito, un cariño a tu viejecita que te<br />

quiere tanto, y no creía, no creía.<br />

En los seis meses que el señor Lucas pasó en San Miguel, <strong>la</strong>s comodida<strong>de</strong>s fueron<br />

<strong>de</strong>sapareciendo. El repostero se vació, el frigidaire se quedó con <strong>la</strong> leche y <strong>la</strong>s verduras <strong>de</strong>l día, los<br />

pedidos a <strong>la</strong> bo<strong>de</strong>ga acabaron.<br />

El whisky pasó a <strong>la</strong> historia y ahora en <strong>la</strong>s fiestecitas se tomaba pisco con ginger—ale y<br />

bocaditos en vez <strong>de</strong> p<strong>la</strong>tos criollos. Amalia le contaba a Ambrosio y él se sonreía: un cafichito el tal<br />

Lucas. Por primera vez <strong>la</strong> señora se ocupaba <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cuentas, Amalia se reía por a<strong>de</strong>ntro viendo <strong>la</strong><br />

cara <strong>de</strong> Símu<strong>la</strong> cuando le rec<strong>la</strong>maba los vueltos. Y un buen día Símu<strong>la</strong> anunció que el<strong>la</strong> y Carlota se<br />

iban. A Huacho, señora, abrirían una bo<strong>de</strong>guita. Pero <strong>la</strong> noche antes <strong>de</strong> <strong>la</strong> partida, viendo a Amalia<br />

tan apenada, Carlota <strong>la</strong> consoló, mentira, no se iban a Huacho, seguiremos viéndonos. Símu<strong>la</strong> había<br />

encontrado una casa en el centro, el<strong>la</strong> sería cocinera y Carlota muchacha. Tienes que irte tú<br />

también, Amalita, mi mamá dice que esta casa se hun<strong>de</strong>. ¿Se iría? No, <strong>la</strong> señora era tan buena. Se<br />

quedó y más bien se <strong>de</strong>jó convencer <strong>de</strong> que hiciera <strong>la</strong> cocina, ganaría cincuenta soles más. Des<strong>de</strong><br />

entonces casi nunca comían en casa los señores, mejor vámonos a cenar afuera cariño. Como no sé<br />

cocinar mi comida se le atraganta, le contaba Amalia a Ambrosio, bien hecho. Pero el trabajo se<br />

triplicó: arreg<strong>la</strong>r, sacudir, ten<strong>de</strong>r camas, <strong>la</strong>var p<strong>la</strong>tos, barrer, cocinar. La casita ya no andaba<br />

or<strong>de</strong>nada y f<strong>la</strong>mante.<br />

Amalia veía en los ojos <strong>de</strong> <strong>la</strong> señora cómo sufría cuando pasaba una semana sin bal<strong>de</strong>ar el<br />

patio, tres y cuatro días sin pasar el plumero por <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>. Había <strong>de</strong>spedido al jardinero y los geranios<br />

se marchitaron y el pasto se secó. Des<strong>de</strong> que estaba en <strong>la</strong> casita el señor Lucas, <strong>la</strong> señorita Queta no<br />

se había vuelto a quedar a dormir, pero siempre venía, algunas veces con esa gringa, <strong>la</strong> señora<br />

Ivonne, que les hacía bromas a <strong>la</strong> señora y al señor Lucas: cómo están los tortolitos, los novios. Un<br />

día que el señor había salido, Amalia oyó a <strong>la</strong> señorita Queta riñendo a <strong>la</strong> señora: te está arruinando,<br />

es un vividor, tienes que <strong>de</strong>jarlo. Corrió al repostero; <strong>la</strong> señora escuchaba, encogida en el sillón, y<br />

<strong>de</strong> repente alzó <strong>la</strong> cara y estaba llorando. Sabía todo eso, Quetita, y Amalia sintió que el<strong>la</strong> también<br />

iba a llorar, pero qué iba a hacer, Quetita, lo quería, era <strong>la</strong> primera vez en su vida que quería <strong>de</strong><br />

verdad. Amalia salió <strong>de</strong>l repostero, entró a su cuarto y echó l<strong>la</strong>ve. Ahí estaba <strong>la</strong> cara <strong>de</strong> Trinidad,<br />

cuando se enfermó, cuando lo metieron preso, cuando se murió: No se iría nunca, siempre <strong>la</strong><br />

acompañaría a <strong>la</strong> señora.<br />

La casa se hundía, sí, y el señor Lucas se alimentaba <strong>de</strong> esas ruinas, como un gallinazo <strong>de</strong><br />

basuras. Los vasos y los floreros rotos ya no se reponían pero él estrenaba ternos. La señora les<br />

contaba tragedias a los cobradores <strong>de</strong> <strong>la</strong> bo<strong>de</strong>ga y <strong>la</strong> <strong>la</strong>van<strong>de</strong>ría, pero él apareció con un anillo el día<br />

<strong>de</strong> su cumpleaños y en Navidad el Niño Dios le trajo un reloj. Nunca estaba triste ni enojado:<br />

abrieron un restaurant en Magdalena ¿vamos, canno? Se levantaba tar<strong>de</strong> y se insta<strong>la</strong>ba en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> a<br />

leer el periódico. Amalia lo veía, buen mozo, risueño, en su bata color vino, los pies sobre el sofá,<br />

221

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!