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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

<strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro les hizo una seña como diciendo somos nosotros. No era una gran casa, no sería su casa,<br />

pensó Queta: será <strong>la</strong> <strong>de</strong> sus porquerías.<br />

—Yo no quise molestar —balbuceó el sambo, con voz oblicua y humil<strong>la</strong>da—. No <strong>la</strong> estaba<br />

mirando. Pero si cree que, mil disculpas.<br />

—No tengas miedo, no le voy a <strong>de</strong>cir nada a Cayo Mierda —se rió Queta—. Sólo que los<br />

frescos no me gustan.<br />

Atravesó el oloroso jardín <strong>de</strong> flores húmedas y al tocar el timbre oyó al otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong> puerta<br />

voces, música. La luz <strong>de</strong>l interior <strong>la</strong> hizo pestañear. Reconoció <strong>la</strong> angosta silueta menuda <strong>de</strong>l<br />

hombre, su cara <strong>de</strong>vastada, el <strong>de</strong>sgano <strong>de</strong> su boca y sus ojos sin vida: a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, bienvenida. Gracias<br />

por mandarme el auto, dijo el<strong>la</strong>, y se calló: había una mujer ahí, mirándo<strong>la</strong> con una sonrisa curiosa,<br />

<strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> un bar cuajado <strong>de</strong> botel<strong>la</strong>s.<br />

Quedó inmóvil; <strong>la</strong>s manos colgando a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong> su cuerpo, bruscamente <strong>de</strong>sconcertada.<br />

—Esta es <strong>la</strong> famosa Queta —Cayo Mierda había cerrado <strong>la</strong> puerta, se había sentado, y ahora<br />

él y <strong>la</strong> mujer <strong>la</strong> observaban—. A<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, famosa Queta. Esta es Hortensia, <strong>la</strong> dueña <strong>de</strong> casa.<br />

—Yo creía que todas eran viejas, feas y cho<strong>la</strong>s —chilló líquidamente <strong>la</strong> mujer y Queta atinó a<br />

pensar, aturdida, qué borracha está—; O sea que me mentiste, Cayo.<br />

Se volvió a reír, exagerada y sin gracia, y el hombre, con media sonrisa abúlica, señaló el<br />

sillón: asiento, se iba a cansar <strong>de</strong> estar parada. Avanzó como sobre hielo o cera, temiendo resba<strong>la</strong>r,<br />

caer y hundirse en una confusión todavía peor y se sentó en <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> <strong>de</strong>l asiento, rígida. Volvió a oír<br />

<strong>la</strong> música que había olvidado o cesado; era un tango <strong>de</strong> Gar<strong>de</strong>l y el tocadiscos estaba ahí, empotrado<br />

en un mueble caoba. Vio a <strong>la</strong> mujer levantarse osci<strong>la</strong>ndo y vio sus torpes <strong>de</strong>dos in<strong>de</strong>cisos<br />

manipu<strong>la</strong>ndo una botel<strong>la</strong> y vasos, en una esquina <strong>de</strong>l bar. Observó su apretado vestido <strong>de</strong> seda<br />

opalina, <strong>la</strong> b<strong>la</strong>ncura <strong>de</strong> sus hombros y brazos, sus cabellos <strong>de</strong> carbón, <strong>la</strong> mano que <strong>de</strong>stel<strong>la</strong>ba, su<br />

perfil, y siempre perpleja pensó cómo se le parece, cuánto se parecían. La mujer venía hacia el<strong>la</strong><br />

con dos vasos en <strong>la</strong>s manos, caminando como si no tuviera huesos, y Queta apartó <strong>la</strong> vista.<br />

—Cayo me dijo es guapísima y yo creía que era cuento —<strong>la</strong> veía <strong>de</strong> pie y vaci<strong>la</strong>ndo,<br />

contemplándo<strong>la</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba con unos ojos vidriosamente risueños <strong>de</strong> gata engreída, y cuando se<br />

inclinó para alcanzarle el vaso, olió su perfume beligerante, incisivo—. Pero es cierto, <strong>la</strong> famosa<br />

Queta es guapísima.<br />

—Salud, famosa Queta —or<strong>de</strong>nó Cayo Mierda, sin afecto—. A ver si un trago te levanta el<br />

espíritu.<br />

Maquinalmente, se llevó el vaso a <strong>la</strong> boca, cerró los ojos y bebió. Una espiral <strong>de</strong> calor,<br />

cosquil<strong>la</strong>s en <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s y pensó whisky puro. Pero bebió otro <strong>la</strong>rgo trago y sacó un cigarrillo <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

cajetil<strong>la</strong> que el hombre le ofrecía. Él se lo encendió y Queta <strong>de</strong>scubrió a <strong>la</strong> mujer, sentada ahora a su<br />

<strong>la</strong>do, sonriéndole con familiaridad. Haciendo un esfuerzo, le sonrió también.<br />

—Es usted igualita a —se atrevió a <strong>de</strong>cir y <strong>la</strong> invadió un escozor <strong>de</strong> falsedad, una viscosa<br />

sensación <strong>de</strong> ridículo—. Igualita a una artista.<br />

—¿A qué artista? —<strong>la</strong> animó <strong>la</strong> mujer, sonriendo, mirando a Cayo Mierda <strong>de</strong> reojo, volviendo<br />

a mirar<strong>la</strong> a el<strong>la</strong>—. ¿A <strong>la</strong> Musa?<br />

—Sí —dijo Queta; bebió otro trago y respiró hondo—. A <strong>la</strong> Musa, <strong>la</strong> que cantaba en el<br />

Embassy. Yo <strong>la</strong> vi varias veces y ...<br />

Se calló, porque <strong>la</strong> mujer se reía. Los ojos le bril<strong>la</strong>ban, vidriosos y encantados.<br />

—Una pésima cantante <strong>la</strong> Musa ésa —or<strong>de</strong>nó Cayo Mierda, asintiendo—. ¿No?<br />

—No me parece —dijo Queta—. Canta bonito, sobre todo los boleros.<br />

—¿Ves? ¡Ja já! —prorrumpió <strong>la</strong> mujer, seña<strong>la</strong>ndo a Queta, haciendo una morisqueta a Cayo<br />

Mierda—. ¿Ves que pierdo mi tiempo contigo? ¿Ves que estoy arruinando mi carrera?<br />

No pue<strong>de</strong> ser, pensó Queta, y <strong>la</strong> sensación <strong>de</strong> ridículo se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> el<strong>la</strong> nuevamente. Le<br />

quemaba <strong>la</strong> cara, sentía ganas <strong>de</strong> salir corriendo, <strong>de</strong> romper cosas.<br />

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