01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

invitación, Amalia, se había dado cuenta que Ambrosio no era lo que él pensaba. Habían ido a <strong>la</strong><br />

calle Comercio, ocupado una mesita <strong>de</strong> “El gallo <strong>de</strong> oro”, pedido dos cervezas bien he<strong>la</strong>das.<br />

—No vengo a pedirle trabajo, don —había dicho Ambrosio, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l primer trago—. Sino<br />

a proponerle un negocito.<br />

Don Hi<strong>la</strong>rio había bebido <strong>de</strong>spacio, mirándolo con atención. Había puesto el vaso en <strong>la</strong> mesa,<br />

se había rascado el pescuezo <strong>de</strong> surcos grasosos, escupido a <strong>la</strong> calle, observado cómo <strong>la</strong> tierra<br />

sedienta se tragaba <strong>la</strong> saliva.<br />

—Ajá —había dicho <strong>de</strong>spacio, asintiendo, y como hab<strong>la</strong>ndo a <strong>la</strong> aureo<strong>la</strong> <strong>de</strong> moscas<br />

zumbantes—. Pero para hacer negocitos se necesita capital, mi amigo.<br />

—Ya lo sé, don —había dicho Ambrosio—. Tengo unos solcitos ahorrados. Yo quería ver si<br />

usted me ayudaba a invertirlos bien. Ludovico me dijo mi tío Hi<strong>la</strong>rio es un zorro para los negocios.<br />

—Ahí lo fregaste otra vez —había dicho Amalia riéndose.<br />

—Se volvió otra persona —había dicho Ambrosio—. Empezó a tratarme como ser humano.<br />

—Ah, ese Ludovico —había carraspeado don Hi<strong>la</strong>rio, con un aire <strong>de</strong> pronto bonachón—. Le<br />

dijo <strong>la</strong> pura verdad. Unos nacen dotados para aviadores, otros para cantantes. Yo nací para los<br />

negocios.<br />

Había sonreído a Ambrosio con picardía: bien hecho que viniera a verlo, él lo pilotearía. Ya<br />

encontrarían algo que les hiciera ganar unos solcitos. E intempestivamente: vámonos a un chifita, ya<br />

comenzaba a hacer hambre ¿no? De repente hecho una seda, ¿ves cómo era <strong>la</strong> gente, Amalia?<br />

—Vivía en <strong>la</strong>s tres al mismo tiempo y había que estar correteando <strong>de</strong> una casa a otra —dice<br />

Ambrosio—. Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>scubrí que también en Tingo María tenía mujer e hijos, figúrese niño.<br />

—Pero hasta ahora no me has dicho cuánto tienes ahorrado —se había atrevido a preguntar<br />

Amalia.<br />

—Veinte mil soles —había dicho don Fermín—. Sí, tuyos, para ti. Te ayudará a empezar <strong>de</strong><br />

nuevo, a <strong>de</strong>saparecer, pobre infeliz. Nada <strong>de</strong> l<strong>la</strong>ntos, Ambrosio. Anda vete. Que Dios te bendiga,<br />

Ambrosio.<br />

—Me dio una comilona y nos tomamos media docena <strong>de</strong> cervezas —había dicho Ambrosio—<br />

. Él pagó todo, Amalia.<br />

—Para los negocios, lo primero es saber con qué se cuenta— había dicho don Hi<strong>la</strong>rio—.<br />

Como en <strong>la</strong> guerra. Hay que saber cuáles son <strong>la</strong>s fuerzas que se va a <strong>la</strong>nzar al ataque.<br />

—Mis fuerzas por ahora son quince mil soles —había dicho Ambrosio—. En Lima tengo algo<br />

más, y si el negocio me conviene, puedo traer esa p<strong>la</strong>ta más tar<strong>de</strong>.<br />

—No es gran cosa —había reflexionado don Hi<strong>la</strong>rio dos <strong>de</strong>dos afanosos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>la</strong> boca—.<br />

Pero algo se hará.<br />

—Con tanta familia no me extraña que fuese <strong>la</strong>drón —dice Santiago.<br />

A Ambrosio le hubiera gustado algo re<strong>la</strong>cionado con <strong>la</strong> “Compañía <strong>de</strong> Transportes Morales”<br />

don, porque él había sido chofer, ése era su ramo. Don Hi<strong>la</strong>rio había sonreído, Amalia, alentándolo.<br />

Le había explicado que <strong>la</strong> Compañía había nacido hacía cinco años, con dos camionetas, y que<br />

ahora tenía dos camioncitos y tres camionetitas, los primeros para carga y <strong>la</strong>s segundas <strong>de</strong><br />

pasajeros, que hacían el servicio Tingo María—Pucallpa. Trabajito duro, Ambrosio: <strong>la</strong> carretera,<br />

una mugre, <strong>de</strong>strozaba l<strong>la</strong>ntas y motores. Pero, ya veía, él había sacado <strong>la</strong> empresa a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte.<br />

—Yo pensaba en un camioncito viejo —había dicho Ambrosio—. Tengo para <strong>la</strong> cuota inicial.<br />

Lo <strong>de</strong>más se iría pagando con el trabajo.<br />

—Eso <strong>de</strong>scartado, porque sería hacerme <strong>la</strong> competencia —se había reído don Hi<strong>la</strong>rio, con<br />

unos cocorocós cariñosos.<br />

—No quedamos en nada todavía —había dicho Ambrosio—. Dijo que habíamos hecho los<br />

contactos. Conversaremos mañana <strong>de</strong> nuevo.<br />

270

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!