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JC en la historia y en la fe - Biblioteca Católica Digital

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de Jesús (yehósua', yésüa') significa dar espacio, liberar, dar<br />

éxito o salida. En una pa<strong>la</strong>bra, explica esta realidad del «nacimi<strong>en</strong>to»<br />

<strong>en</strong> el que existimos. Esta es <strong>la</strong> religión que no ata,<br />

sino que desata, que libera, que nos echa a andar. Una religión<br />

que nos hace avanzar siempre <strong>en</strong> <strong>la</strong> comunión. Esto es seguir<br />

a Jesús, que va siempre de<strong>la</strong>nte de nosotros como «Primogénito<br />

<strong>en</strong>tre muchos hermanos». Dios <strong>en</strong> Jesús quiere vivir <strong>la</strong><br />

experi<strong>en</strong>cia humana a todos los niveles, <strong>la</strong> experi<strong>en</strong>cia religiosa<br />

<strong>en</strong> el hombre. Descubre así al hombre sus posibilidades; todas,<br />

pero especialm<strong>en</strong>te esta fundam<strong>en</strong>tal posibilidad religiosa de <strong>la</strong><br />

exist<strong>en</strong>cia humana. El reino de Dios es semejante a <strong>la</strong> semil<strong>la</strong>, a <strong>la</strong><br />

levadura. Jesús ha v<strong>en</strong>ido a cumplir <strong>en</strong> nosotros el nacimi<strong>en</strong>to del<br />

«hombre de Dios». Y nos p<strong>la</strong>ntea el problema de Dios, haciéndonos<br />

descubrir que estamos imp<strong>la</strong>ntados <strong>en</strong> él. Así nos lleva<br />

también como de <strong>la</strong> mano al horizonte escatológico, desde <strong>la</strong>s ultimidades<br />

del hombre interior a <strong>la</strong>s ultimidades del futuro del<br />

hombre. Nos hace descubrir que «somos futuro» (L. Boros), que<br />

«el universo mismo no es un estado, sino un proceso» (Teilhard).<br />

El rostro de Dios para nosotros hay que vislumbrarlo <strong>en</strong> una<br />

perspectiva escatológica. «Sólo el horizonte del futuro confiere<br />

a <strong>la</strong> realidad su auténtica dim<strong>en</strong>sión» (Ernst Bloch).<br />

Jesús está <strong>en</strong>tre <strong>la</strong> creación y <strong>la</strong> resurrección, afiliándonos al<br />

Padre. Nos promete el rostro de Dios <strong>en</strong> <strong>la</strong> medida que nos vamos<br />

configurando como hijos. Meintras se cumple este período de<br />

gestación <strong>en</strong> <strong>la</strong> <strong>historia</strong>, estamos desterrados <strong>en</strong> <strong>la</strong> oscuridad.<br />

«Vivimos aus<strong>en</strong>tes del Señor» (2 Cor 5, 6). El rostro de Dios para<br />

nosotros es como el rostro de <strong>la</strong> madre para el hijo que está todavía<br />

<strong>en</strong> su s<strong>en</strong>o. Estamos rodeados y abarcados por Dios. El es<br />

«lo más íntimo de nuestra intimidad», pero no podemos verlo.<br />

Estamos tan apegados a Dios que no lo vemos. T<strong>en</strong>emos que crecer<br />

como hijos hasta nacer, para <strong>en</strong>contrar el rostro paternomaterno<br />

de Dios. «La humanidad <strong>en</strong>tera sigue <strong>la</strong>nzando un gemido<br />

universal, se estremece <strong>en</strong> los dolores de su parto... incluso<br />

nosotros que t<strong>en</strong>emos <strong>la</strong>s primicias del Espíritu, gemimos a <strong>la</strong><br />

espera de <strong>la</strong> pl<strong>en</strong>a condición de hijos» (Rom 8, 22-23). «Y de<br />

hecho <strong>la</strong> humanidad otea impaci<strong>en</strong>te, aguardando a que se revele<br />

lo que es ser hijos de Dios» (Rom 8, 19). Y es que somos infinitam<strong>en</strong>te<br />

más hijos de lo que sabemos. ¡El Dios de Jesús...!<br />

Busquemos como buscan los que han de <strong>en</strong>contrar. Y <strong>en</strong>contremos como<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran los que han de seguir buscando. Porque se ha dicho que el<br />

hombre que llega al final no hace más que empezar.<br />

San Agustín

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