Año 38, nº 124 (1929) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

Anales de la Universidad 149
Entre las leyes sueltas de este período, figura la que establecía
que la promesa de compraventa hecha en documento privado
da acción para reclamar daños y perjuicios en caso de
taita de cumplimiento.
La propiedad del Código Civil.
El Poder Ejecutivo se dirigió en 18 8 7 a la Asamblea, pidiendo
autorización para expropiar la propiedad literaria del Código
Civil, cedida al doctor Trisitán Narvaja por un decreto - ley
de la dictadura del general Flores. La Asamblea acordó la autorización
solicitada. Pero cuando el fsunto volvió al Parlamento,
con el precio de tasación, que ascendía a 15 mil pesos, se
produjo en la Cámara de Senadores un sensacional debate sobre
paternidad efectiva de la obra expropiada, en que tomaron
parte el doctor José Pedro Ramírez y el doctor Manuel Herrera
y Obes, presidente este último de la Comisión de Códigos que
había actuado durante la dictadura de Flores y de la cual for,
maba parte como vocal el propio doctor Narvaja.
«El Código Civil — dijo el dactor Ramírez — es una obra
adelantadísima; es el Código más completo y más perfecto que
pe conoce, como que el doctor Narvaja, con cuya personalidad
política, como hombre público, absolutamente no simpatizaba, era
un eminente y distinguido juriscoiisulto.»
«El doctor Narvaja •— contestó el doctor Manuel Herrera y*
Obes — no fué ni más, ni mejor que los demás colegas que tuvo
en la confección del Código. Muy respetable por sus conocimientos
jurídicos, no ^tdi el único que estaba en esas condiciones.
Pero ningún mérito tiene el doctor Narvaja en ese trabajo. Como
presidente de la Comisión de Códigos, tengo que decirlo. Concluida
la guerra con Rosas, un joven y sabio jurisconsulto de
nuestro foro, el doctor don Eduardo Acevedo, presentó un proyecto
de Ocdigo Civil que está en todas las bibliotecas de los
obogados. Ese Código, señor Presidente, es la síntesis de todos
los códigos españoles que en aquella época habían estado vigentes
en estos países; pero numerosos como eran y contradictorias
entre sí mismos, estaban sujetos a comentarios, máíí o menos
respetables, cuya erudición era costosa. El doctor Acevedo,
aprovechando los ocios que tuvo en una época determinada, se
contrajo a sintetizar esos Códigos y a ponerlos en un idioma vulgar
correspondiente, hasta cambiarles su forma, que le dió la
del Código Francés. Esas disposiciones todas venían comenta-