Año 38, nº 124 (1929) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

328 Anales de la Universidad
alumno inscripto eu 1887, subió a 15,95 en 1888, a 18,27 en
1889 y bajó a 16,85 en 1890.
Dos años después, en 1892, el número de escuelas públicab
subía a 491 con 45,9 53 alumnos, y el de las escuelas privadas
a 411 con 21,016 alumnos. En conjunto, 67,000 alumnos, con
una asistencia media de 3 4,539 las primeras, y de 17,044 las
segundas.
El personal en.5eñante de las escuelas públicas, se conipoLÍa
de 879 maestros (620 mujeres y 259 hombres). Cat-ecíin de
diploma 246 maestros. El promedio de ios sueldos, ora de 40
pesos mensuales para los hombres y de 35 para las mujeres.
Bl personal de las escuelas particulares se componía de 948
maestros (312 pertenecientes a comunidades religiosas y 63(; a
establecimientos laicos).
Dentro de la cantidad global de 658,276 pesos a que Stí elevaba
el presupuesto público, absorbían los sueldos 348,566 pesos,
los alquileres 130,432, los útiles 19,914, el personal de inspección
39,556 y con cantidades menores los otros rubros.
El costo de la enseñanza bajó a % 13,27 en 1891, a 12,06
en 1892, y reaccionó a 13,12 en 1893.
En 1891 empezó a funcionar el Instituto Normal de Varonts
bajo la dirección de los maestros de segundo grado don Joaquín
li. Sánchez y don Salvador Candela, y en 1892 el Jardir de
Infantes, bajo la dirección de la señorita Enriqueta Compte y
íliqué, designada esta última a raíz de un viaje de estudio a
Europa para interiorizarse en el mecanismo de la institución que
se le había confiado.
Otra misión de estudio a Europa fué confiada, durante ese
periodo, a don José H. Figueira y don Casio Basaldúa, c^rao
paso previo a la implantación de la enseñanza de los trabajos
manuales en nuestras escuelas públicas. El principal modelo de
organización de esa enseñanza, existía en Suecia, bajo el nombre
de Sloyd que en la lengua escandinava significa «todo trabajo
manual hecho para el servicio doméstico de la familia y sin
ánimo de lucro». Cuando los comisionados terminaron ¡^u jjára,
el director de la escuela sueca, don Otto Salomón, dirigió una
•expresiva carta, en la que decía que una de laiS pi'Uíbas más
palpables de la importancia del Sloyd, era la de haber sido enviado,
a. Suecia un hombre como Figueira, que si había obtenido
algún provecho en él establecimiento, había dejado allí también
huellas imborrables, bajo forma de enseñanzas pedagógicas.