Año 38, nº 124 (1929) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

288 Anales de la Universidad
Los comienzos del Banco Hipotecario.
El primer pensamiento del Poder Ejecutivo, al decidirse i
afroniar la liquidación del Banco Nacional, fué el de ofrecer a
los accionistas dos o tres millones de pesos en títulos de deurla,
por concepto de indemnización o, más bien dicho, para que ao
pusieran resistencia al traspaso del activo y pasivo al Estado,
lutervinierou, con tal motivo, diversos ciudadanos interesaduf
en que la indemnización tuviera un destino más racional, y uno
dt. ellos, el señor Carlos Gradín, propuso que en vez de darse
a los accionistas, se aplicara a la fundación del Banco Hipotecario,
sobre la base de la Sección Hipotecario del Banco Nacional.
La variante fué en el acto aceptada por todos los que intervenían
en la gestión, y de ahí pasó a la Casa de Gobierno y al
Cuerpo Legislativo.
Había caído en tal desprestigio la Cédula Hipotecaria, aún
antes de la quiebra del Banco Nacional, que el Gobierno, al gestionar
la garantía de! Estado en 1890, pidió un cambio de denominación:
en vez de Cédulas Hipotecarias, «Bonos Hipotecariost>,
para caracterizar — decía — los nuevos papeles que tenían la
garantía subsidiaria del Estado. La Asamblea encontró preferible
el nombre de «Títulos Hipotecarios del Uruguay>/, que todavía
conservan.
El Banco Hipotecario empezó a funcionar en 1892, administrado
por un directorio compuesto de los señores José María
Muñoz (presidente), Domingo Aramburú, Martín C. Martínez,
Germán Colladón y Juan Antonio Artagaveytia.
De conformidad a La ley de su creación y a lois estatutos redactados
por el mismo directorio, el capital del establecimi'jnto so
compondría de 5.070,000 pesois (comprendidos los 4.000,000
on títulos de Deuda Pública fijados como precio de la cesión del
activo y pasivo del Banco Nacional al Estado). Durante 30 años
tendría el monopolio de los Títulos Hipotecarios. No paigaría
otros impuestos que el de Contribución Inmobiliaria y los municipales.
Estaría exento de timbres. Los préstamos se harían en títulos
hipotecarios con garantía de primera hipoteca, a plazos que
no excedieran de 30 años, por el sistema de las amortizaciones
acumulativas. No tendrían derecho al préstamo las propiedades
que no fueran sus^ceptibles de producir renta. Como legla general
el préstamo no excedería de la mitad del "Í alor del inmueble y en