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Año 38, nº 124 (1929) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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530 Anales de la Universidad<br />

la palabra en esa oportíunidad los señores Mauricio Llamas, Domingo<br />

Aramburú, Carlos María de Pena, Pablo de María, Carlos<br />

Reyles y Alfredo E. Castellanos. Al segundo, le bizo una gran<br />

manifestación la juventud nacionalista.<br />

En el curso <strong>del</strong> másmo mes de setiembre, se hizo efectiva la<br />

disolución <strong>del</strong> ejército revolucionario. Muy pocas airmais fueron<br />

entregadas a los representantes <strong>del</strong> Gobierno. Los soldados trataban<br />

de conservar las que tenían y los jefes procuraban ocultar<br />

tAis parques, dando lugar con ello a vivas recriminaciones.<br />

Juntamente con la disolución de las fuerzas, fueron provistas<br />

las jefaturas políticas y de policía de todo el país, sobre la bas3<br />

de alta imparcialidad que exigía el convenio de paz. Nada prevenían<br />

las bases acerca de coparticipación política en la provisión<br />

de esos cargos. Pero existían acuerdos reservados, baja<br />

forma de compromisos de honor, que cbligaban a proveer 6 jefaturas<br />

con ciudadanos adictos al movimiento revolucionario, y<br />

el Presidente Cuestas, cumpliendo ese compromiso, incluyó en<br />

el decreto 6 nacionalistas de origen revoducionario, entre los qu9<br />

figuraban cuatro jefes principales de la campaña que acababa de<br />

terminar: los señores Juan José Muñoz, Basilio Muñoz, Bernardo<br />

Berro y Abelardo Márquez.<br />

Los gastos de guerra.<br />

La Administración anteirior — decía el Presidente Cuestas en<br />

un manifiesto al país — gastaba en la guerra más de un millón<br />

de pesos al meis y, a pesar de ello, faltaban 30 mil caballos para<br />

montar diez mil hombres con sus reservas. Todo el país clamaba<br />

por la paz. El furor partidista ha hecho ya su época. Los<br />

tiempos son de conciliación y de paz. Gobernar para todos, sin<br />

excepción alguna, es un deber; mas, es una satisíacción. Se ha<br />

criticado la forma en que se operó el desarme. Pero es un hecho<br />

nue se repite siempre en todas partes: en la Argentina, en Chile<br />

durante las últimas revoluciones, cada ciudadiano guardó el arma<br />

que llevaba. Entre nosotros, en 1872 ocurrió lo mismo: cada revolucionario<br />

reservó su arma. ¿Para qué? Durante 25 años —<br />

concluía el manifiesto — ha permanecido ese Partido sin hacer<br />

uso de esas armas.<br />

Una casa proveedora de vestuarios, que giraba bajo la razó"<br />

social de Portería y C», percibió desde noviembre de 1896 hasta

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