22.04.2013 Views

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

9. SACRIFICIO DEL HÉROE EN BENEFICIO DE UN FUTURO MÁS HUMANO Y EN COMUNIÓN UNIVERSAL<br />

100<br />

105<br />

110<br />

115<br />

120<br />

125<br />

130<br />

135<br />

140<br />

145<br />

Pero no hubo respuesta. Sólo el harapiento danzando con el viento.<br />

Cerró los ojos, estiró <strong>la</strong> mano, tocó una manga. Se encontró con un abrigo<br />

vacío y frío <strong>com</strong>o hielo.<br />

—Tú, espantajo —dijo y se le iluminó <strong>la</strong> cara—. Deberían encerrarme<br />

para siempre —dijo, con una carcajada—. Ya me fal<strong>la</strong>n los sentidos. Soy<br />

<strong>de</strong>masiado vieja. Soy más vieja que todas <strong>la</strong>s personas que he conocido.<br />

Bai<strong>la</strong>, viejo espantajo —añadió—, que yo bailo contigo.<br />

Dio una patada sobre el surco y, con <strong>la</strong> boca cerrada, <strong>la</strong>s <strong>com</strong>isuras<br />

hacia abajo, sacudió <strong>la</strong> cabeza una o dos veces, pavoneándose un poco.<br />

La hojarasca caída se le arremolinó en los bajos <strong>de</strong> <strong>la</strong>s faldas.<br />

Luego, prosiguió su camino por el susurrante campo, dando golpes a<br />

un <strong>la</strong>do y a otro con el bastón. Por último llegó al final, junto a un camino<br />

<strong>de</strong> carros, en el que <strong>la</strong> yerba p<strong>la</strong>teada brotaba entre <strong>la</strong>s rojas rodadas. <strong>Las</strong><br />

codornices correteaban por allí <strong>com</strong>o polluelos, <strong>de</strong>licadas y casi invisibles.<br />

—Camino bonito —dijo <strong>la</strong> vieja—. Esto es ya más fácil. Caminar por<br />

aquí es otra cosa.<br />

Siguió <strong>la</strong> senda, tambaleándose por los silenciosos y secos campos,<br />

entre pequeñas fi<strong>la</strong>s <strong>de</strong> p<strong>la</strong>teados árboles con <strong>la</strong>s hojas secas; pasó chozas<br />

<strong>de</strong> color p<strong>la</strong>teado por el tiempo, con <strong>la</strong>s puertas y ventanas cerradas con<br />

tab<strong>la</strong>s c<strong>la</strong>vadas, <strong>com</strong>o ancianas <strong>de</strong>tenidas allí en un hechizo.<br />

—Camino en medio <strong>de</strong> su sueño —dijo moviendo <strong>la</strong> cabeza vigorosamente.<br />

Acercándose a una hondonada don<strong>de</strong> el agua manaba silenciosa a través<br />

<strong>de</strong> un tronco hueco, <strong>la</strong> vieja Phoenix se agacho y bebió.<br />

—Es el dulzor <strong>de</strong>l ocozol* por lo que el agua está dulce —dijo, y bebió<br />

más—. Nadie sabe quién hizo este manantial, pues aquí estaba cuando yo<br />

nací*.<br />

El sen<strong>de</strong>ro cruzaba una zona pantanosa don<strong>de</strong> el musgo colgaba <strong>de</strong><br />

cada rama, b<strong>la</strong>nco <strong>com</strong>o encaje, por todas partes.<br />

—Seguid durmiendo, caimanes, y echando burbujas —dijo Phoenix.<br />

Luego, <strong>la</strong> senda <strong>de</strong>sembocaba en <strong>la</strong> carretera que bajaba y bajaba<br />

profundamente encajada entre altas y ver<strong>de</strong>s montañas. En lo alto, había<br />

frondosos robles, y estaba tan oscuro <strong>com</strong>o en una caverna.<br />

Un perro negro con <strong>la</strong> lengua fuera salió <strong>de</strong> entre los matorrales <strong>de</strong> una<br />

zanja.<br />

La anciana estaba distraída, no se lo esperaba, y cuando el perro vino<br />

hacia el<strong>la</strong> sólo le dio un golpecito con el bastón, y se cayó a <strong>la</strong> zanja,<br />

<strong>com</strong>o una motita <strong>de</strong> algodón, perdiendo el sentido.<br />

Allí abajo empezó a soñar y alzó <strong>la</strong> mano, pero nadie se acercó a cogérse<strong>la</strong><br />

y a ayudar<strong>la</strong> a subir. Se quedó allí y continuó hab<strong>la</strong>ndo consigo misma.<br />

—Buena mujer —se dijo—, aquel perro negro salió <strong>de</strong> entre los matorrales<br />

para meterte en un atasco, y ahora mira, allí está sentado que es un<br />

primor sobre su rabo, sonriéndote.<br />

Por fin, apareció un hombre b<strong>la</strong>nco y <strong>la</strong> vio. Un cazador, un joven, con<br />

su perro sujeto con una ca<strong>de</strong>na.<br />

—¡Caramba, abue<strong>la</strong>! —dijo, riéndose—. ¿Qué está haciendo ahí abajo?<br />

—Tumbada boca arriba <strong>com</strong>o un escarabajo en julio, esperando a que<br />

me <strong>de</strong>n <strong>la</strong> vuelta, señor —dijo, al tiempo que extendía <strong>la</strong> mano.<br />

Él <strong>la</strong> levantó en vo<strong>la</strong>ndas por el aire y <strong>la</strong> posó en el suelo <strong>com</strong>o si nada.<br />

—¿Algo roto, abue<strong>la</strong>?<br />

Árbol que exuda<br />

resina aromática<br />

dulce <strong>de</strong>nominada<br />

liquidámbar.<br />

Alusión a <strong>la</strong> fuente<br />

con <strong>la</strong> que vincu<strong>la</strong><br />

el origen misterioso<br />

<strong>de</strong> su vida.<br />

141

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!