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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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19. PRIMEROS ATISBOS DEL RE-SURGIR VITAL FRENTE A LA RESISTENCIA NATURAL Y LA INERCIA SOCIAL<br />

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—Entonces no les <strong>de</strong>jaría que me mandaran a casa —<strong>de</strong>c<strong>la</strong>ró el <strong>com</strong>andante Danby,<br />

enfáticamente, con vigorosa alegría y entusiasmo—. Pero también es cierto que no les <strong>de</strong>jaría<br />

que me formaran consejo <strong>de</strong> guerra.<br />

—¿Harías entonces más misiones?<br />

—No, ¡ni hab<strong>la</strong>r! eso equivaldría a una capitu<strong>la</strong>ción total. Y podrían matarme.<br />

—Entonces, ¿te escaparías?<br />

El <strong>com</strong>andante Danby iba a replicar con exaltado ánimo, pero, <strong>de</strong> repente, se <strong>de</strong>tuvo y cerró<br />

mansamente <strong>la</strong> boca entreabierta. Apretó los <strong>la</strong>bios poniendo con una mueca <strong>de</strong> profundo<br />

<strong>de</strong>saliento.<br />

—Supongo que no me quedaría más esperanza que ésa. ¿No es eso lo que quieres <strong>de</strong>cir?<br />

Su frente y los protuberantes globos <strong>de</strong> sus ojos pronto volvieron a relucir nerviosamente.<br />

Cruzó <strong>la</strong>s manos sobre su regazo y, sin dar signos <strong>de</strong> respirar siquiera, permaneció sentado,<br />

contemp<strong>la</strong>ndo el suelo, reconociendo cal<strong>la</strong>damente su <strong>de</strong>rrota. Por <strong>la</strong> ventana entraban oblicuas<br />

<strong>de</strong>nsas sombras. Yossarian <strong>la</strong>s observaba solemnemente, y ninguno <strong>de</strong> los dos hombres<br />

hizo el menor caso <strong>de</strong>l ruido que produjo <strong>la</strong> llegada, fuera <strong>de</strong>l edificio, <strong>de</strong> un coche que se<br />

<strong>de</strong>tuvo con un chirriar <strong>de</strong> neumáticos, <strong>com</strong>o tampoco <strong>de</strong>l rumor <strong>de</strong> unos pasos apresurados que<br />

se acercaban al edificio.<br />

—Sí, queda otra esperanza —recordó Yossarian, en un arranque flemático <strong>de</strong> inspiración—<br />

: Milo te pue<strong>de</strong> ayudar. Está por encima <strong>de</strong>l coronel Cathcart, y me <strong>de</strong>be unos cuantos favores.<br />

El <strong>com</strong>andante Danby meneó <strong>la</strong> cabeza y contestó con una voz impersonal, sin timbre.<br />

—Milo y el <strong>com</strong>andante Cathcart son ahora amigos <strong>de</strong>l alma. Milo ha hecho al coronel<br />

vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> sus empresas y le ha prometido un cargo importante <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> guerra.<br />

—Entonces nos ayudará Wintergreen. Los odia a ambos, y esto le pondrá furioso.<br />

El <strong>com</strong>andante Danby volvió a menear <strong>la</strong> cabeza con aire tétrico.<br />

—Milo y Wintergreen se fusionaron <strong>la</strong> semana pasada. Los dos son ahora socios <strong>de</strong> “Empresas<br />

M & M”.<br />

—Entonces no nos queda esperanza alguna, ¿verdad? —exc<strong>la</strong>mó Yossarian, <strong>de</strong>salentado.<br />

—Ninguna esperanza.<br />

—¿Ni <strong>la</strong> más mínima esperanza?<br />

—No, ni <strong>la</strong> más mínima esperanza —concedió el <strong>com</strong>andante Danby. Pasados unos instantes<br />

alzó <strong>la</strong> vista con una i<strong>de</strong>a medio formada—: ¿No sería mejor que nos hicieran <strong>de</strong>saparecer<br />

<strong>com</strong>o hicieron con los otros y nos aliviaran <strong>de</strong> una vez <strong>de</strong> estas cargas tan abrumadoras?<br />

Yossarian dijo, tajante, que no. El <strong>com</strong>andante Danby asintió con un gesto me<strong>la</strong>ncólico y<br />

bajó <strong>de</strong> nuevo los ojos, pensando para sus a<strong>de</strong>ntros que no había esperanza para ellos, cuando,<br />

<strong>de</strong> repente, resonaron unos pasos en el corredor y apareció en el cuarto, gritando hasta<br />

<strong>de</strong>sgañitarse, el capellán. Traía electrizantes noticias sobre Orr, y era tan intensa su excitación,<br />

que sus pa<strong>la</strong>bras, en los primeros minutos, fueron incoherentes. Lágrimas <strong>de</strong> suprema alegría<br />

escapaban <strong>de</strong> sus ojos, y Yossarian saltó <strong>de</strong> <strong>la</strong> cama, y cuando, finalmente, <strong>com</strong>prendió, <strong>la</strong>nzó<br />

un grito estentóreo <strong>de</strong> incrédu<strong>la</strong> sorpresa.<br />

—¿Suecia? —gritó.<br />

—¡Orr! —gritó el capellán.<br />

—¿Orr? —gritó <strong>de</strong> nuevo Yossarian.<br />

—¡Suecia! —vociferó el capellán, alzando y bajando <strong>la</strong> cabeza con una expresión <strong>de</strong><br />

extático embeleso. Y sin po<strong>de</strong>r reprimirse, cediendo a un frenesí <strong>de</strong>licioso se puso a dar saltos<br />

y cabrio<strong>la</strong>s—. Es un mi<strong>la</strong>gro, les digo. ¡Un mi<strong>la</strong>gro! ¡Vuelvo a creer en Dios! ¡Sí, <strong>de</strong> veras<br />

creo en Él, con todas <strong>la</strong>s fuerzas <strong>de</strong> mi alma! Después <strong>de</strong> tantas semanas en el mar, <strong>la</strong>s<br />

corrientes lo arrastraron hasta <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>yas <strong>de</strong> Suecia. Es un mi<strong>la</strong>gro.<br />

—¡Un cuerno! ¡Un cuerno, que le arrastraron <strong>la</strong>s corrientes! —<strong>de</strong>c<strong>la</strong>ró Yossarian, brincando<br />

y <strong>la</strong>nzando sonoras, estruendosas carcajadas a <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s, al techo, al capellán y al<br />

<strong>com</strong>andante Danby—. No fue arrastrado por <strong>la</strong>s corrientes hasta <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>yas <strong>de</strong> Suecia. ¡Fue<br />

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