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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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6. EL LADO OSCURO DE LO IDEAL: LOS DEMONIOS O LAS MÁQUINAS EN EL JARDÍN<br />

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—¿Los has <strong>de</strong>jado en el cuarto?<br />

—También yo me quería vestir. Oh, esa espantosa África. ¿Qué le pue<strong>de</strong>n encontrar?<br />

—Bueno, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cinco minutos o así estaremos camino <strong>de</strong> Iowa. Señor, ¿cómo se nos ocurrió tener<br />

esta casa? ¿Qué nos impulsó a <strong>com</strong>prar una pesadil<strong>la</strong>?<br />

—El orgullo, el dinero, <strong>la</strong> estupi<strong>de</strong>z.<br />

—Creo que será mejor que baje antes <strong>de</strong> que esos chicos vuelvan a entusiasmarse con esas malditas fieras.<br />

Precisamente entonces oyeron que l<strong>la</strong>maban los niños.<br />

—Papá, mamá, venid enseguida... ¡enseguida!<br />

Bajaron al otro piso por el tubo <strong>de</strong> aire y atravesaron corriendo el vestíbulo. Los niños no estaban a <strong>la</strong><br />

vista.<br />

—¿Wendy? ¡Peter!<br />

Corrieron al cuarto <strong>de</strong> jugar. En <strong>la</strong> sabana africana no había nadie a no ser los leones, que los miraban.<br />

—¿Peter, Wendy?<br />

La puerta se cerro dando un portazo.<br />

—¡Wendy, Peter!<br />

George Hadley y su mujer dieron <strong>la</strong> vuelta y corrieron a <strong>la</strong> puerta.<br />

—¡Abrid esta puerta! —gritó George Hadley, tratando <strong>de</strong> hacer girar el picaporte—. ¡Han cerrado por<br />

fuera! ¡Peter! —golpeó <strong>la</strong> puerta—. ¡Abrid!<br />

Oyó <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> Peter fuera, pegada a <strong>la</strong> puerta.<br />

—No les <strong>de</strong>jéis <strong>de</strong>sconectar <strong>la</strong> habitación y <strong>la</strong> casa —estaba diciendo.<br />

George Hadley y su mujer daban golpes en <strong>la</strong> puerta.<br />

—No seáis absurdos, chicos. Es hora <strong>de</strong> irse. El señor McClean llegará en un momento y...<br />

Y entonces oyeron los sonidos.<br />

Los leones los ro<strong>de</strong>aban por tres <strong>la</strong>dos. Avanzaban por <strong>la</strong> hierba amaril<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> sabana, olisqueando<br />

y rugiendo.<br />

Los leones.<br />

George Hadley miró a su mujer y los dos se dieron <strong>la</strong> vuelta y volvieron a mirar a <strong>la</strong>s fieras que<br />

avanzaban lentamente, encogiéndose, con el rabo tieso.<br />

George Hadley y su mujer gritaron.<br />

Y <strong>de</strong> repente se dieron cuenta <strong>de</strong>l motivo por el que aquellos gritos anteriores les habían sonado<br />

tan conocidos.<br />

5<br />

—Muy bien, aquí estoy —dijo David McClean a <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> jugar—. Oh, ho<strong>la</strong> —miró<br />

fijamente a los niños, que estaban sentados en el centro <strong>de</strong>l c<strong>la</strong>ro merendando. Más allá <strong>de</strong> ellos estaban <strong>la</strong><br />

charca y <strong>la</strong> sabana amaril<strong>la</strong>; por encima había un sol abrasador. Empezó a sudar—. ¿Dón<strong>de</strong> están vuestros<br />

padres?<br />

Los niños alzaron <strong>la</strong> vista y sonrieron.<br />

—Oh, estarán aquí enseguida.<br />

—Bien, porque nos tenemos que ir —a lo lejos, McClean distinguió a los leones peleándose. Luego vio<br />

cómo se tranquilizaban y se ponían a <strong>com</strong>er en silencio, a <strong>la</strong> sombra <strong>de</strong> los árboles.<br />

Lo observó con <strong>la</strong> mano encima <strong>de</strong> los ojos entrecerrados.<br />

Ahora los leones habían terminado <strong>de</strong> <strong>com</strong>er. Se acercaron a <strong>la</strong> charca para beber.<br />

Una sombra parpa<strong>de</strong>ó por encima <strong>de</strong> <strong>la</strong> ardiente cara <strong>de</strong> McClean. Parpa<strong>de</strong>aron muchas sombras. Los<br />

buitres bajaban <strong>de</strong>l cielo abrasador.<br />

—¿Una taza <strong>de</strong> té? —preguntó Wendy en medio <strong>de</strong>l silencio. 1<br />

_________<br />

1<br />

Versión castel<strong>la</strong>na <strong>de</strong> Mariano Antolín Rato, SM, Madrid, 1994.

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