22.04.2013 Views

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

22. EL PODER TRANSFORMADOR DE LA IMAGINACIÓN SOCIAL<br />

180<br />

185<br />

190<br />

195<br />

200<br />

205<br />

210<br />

215<br />

220<br />

440<br />

rodil<strong>la</strong>s le temb<strong>la</strong>ban. Los zapatos le oprimían cruelmente los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies y los<br />

talones. Una ballesta <strong>de</strong>l corsé se había quebrado y se le estaba c<strong>la</strong>vando en <strong>la</strong> carne. Pensó:<br />

“Todos los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l mal caen sobre mí esta noche”. Una mezc<strong>la</strong> <strong>de</strong> hambre y náuseas <strong>la</strong><br />

roía por <strong>de</strong>ntro. “Padre que estás en los cielos, ha llegado mi fin”. Recordó un proverbio<br />

yiddish: “Quien vive sin precaución, muere sin confesión”. Había olvidado hacer testamento.<br />

Bessie seguramente se había adormi<strong>la</strong>do porque, cuando abrió los ojos, a su alre<strong>de</strong>dor<br />

había <strong>la</strong> quietud y el silencio <strong>de</strong> <strong>la</strong>s altas horas <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche, y <strong>la</strong> calle estaba casi<br />

<strong>de</strong>sierta y a oscuras. Ya no había luz en los escaparates. El calor se había evaporado y<br />

Bessie sintió un frío estremecimiento bajo sus ropas. Durante unos instantes pensó que<br />

le habían robado el bolso, pero vio que yacía en el peldaño inmediato inferior.<br />

Probablemente había resba<strong>la</strong>do <strong>de</strong> su mano. Bessie intentó a<strong>la</strong>rgar <strong>la</strong> mano para cogerlo;<br />

tenía el brazo entumecido. La cabeza, que <strong>de</strong>scansaba en <strong>la</strong> pared, le pesaba <strong>com</strong>o<br />

una piedra. Tenía <strong>la</strong>s piernas insensibles. Y los oídos <strong>com</strong>o llenos <strong>de</strong> agua. Levantó un<br />

párpado y vio <strong>la</strong> luna. Estaba muy baja, sobre un tejado p<strong>la</strong>no, y cerca <strong>de</strong> <strong>la</strong> luna titi<strong>la</strong>ba<br />

una estrel<strong>la</strong> verdosa. Bessie se quedó boquiabierta. Casi había olvidado que existiesen<br />

el cielo, <strong>la</strong> luna y <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s. Años y años habían pasado sin que Bessie mirase a lo<br />

alto. Siempre miró hacia abajo. Tenía <strong>la</strong>s ventanas <strong>de</strong> su casa cubiertas con cortinas para<br />

que los espías no pudieran ver<strong>la</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> acera <strong>de</strong> enfrente. Bueno, pues si cierto era<br />

que había cielo, quizá también hubiera un Dios, ángeles y Paraíso. ¿Dón<strong>de</strong> si no<br />

<strong>de</strong>scansaban <strong>la</strong>s almas <strong>de</strong> los padres? ¿Y dón<strong>de</strong> estaba Sam ahora?<br />

El<strong>la</strong>, Bessie, había <strong>de</strong>scuidado todos sus <strong>de</strong>beres. Nunca había visitado <strong>la</strong> tumba <strong>de</strong><br />

Sam. Ni siquiera encendía una ve<strong>la</strong> en el aniversario <strong>de</strong> su muerte. Tan enfrascada<br />

estaba en su lucha contra los bajos po<strong>de</strong>res que había olvidado <strong>la</strong> existencia <strong>de</strong> los altos.<br />

Por primera vez en muchos años, Bessie sintió <strong>la</strong> necesidad <strong>de</strong> orar. El Todopo<strong>de</strong>roso se<br />

apiadaría <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, pese a que no lo merecía. Su padre y su madre interce<strong>de</strong>rían por el<strong>la</strong><br />

en lo alto. Unas pa<strong>la</strong>bras hebreas le asomaron a los <strong>la</strong>bios, pero no conseguía reconocer<strong>la</strong>s<br />

<strong>de</strong>l todo. De pronto <strong>la</strong>s recordó: “Escucha, ¡oh Israel!”. Pero, ¿qué venía a<br />

continuación? Bessie dijo: “Perdóname, Señor, merezco cuanto me ocurre.”<br />

El silencio y el frío se hicieron más intensos. <strong>Las</strong> luces <strong>de</strong> los semáforos alternaban<br />

el ver<strong>de</strong> con el rojo, pero sólo muy <strong>de</strong> vez en cuando pasaba un automóvil. Apareció un<br />

negro. Iba tambaleándose. Se <strong>de</strong>tuvo no muy lejos <strong>de</strong> Bessie y <strong>la</strong> miró. Luego siguió su<br />

camino. Bessie sabía que llevaba el bolso lleno <strong>de</strong> documentos importantes, pero por<br />

primera vez no se preocupó <strong>de</strong> sus propieda<strong>de</strong>s. Sam le había <strong>de</strong>jado una fortuna; ahora<br />

carecía <strong>de</strong> todo valor. Bessie seguía ahorrando para <strong>la</strong> vejez, <strong>com</strong>o si todavía fuera<br />

joven. Se preguntó: “¿Qué edad tengo? ¿Qué he conseguido en todos estos años? ¿Por<br />

qué no me fui a cualquier sitio? ¿Por qué no disfruté <strong>de</strong> mi dinero o ayudé a alguien?”.<br />

Algo en su interior se reía. “Estaba poseída, no era yo en modo alguno, sí, <strong>de</strong> otra<br />

manera es inexplicable...”. Bessie estaba aturdida. Tenía <strong>la</strong> sensación <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>spertado<br />

<strong>de</strong> un <strong>la</strong>rgo sueño. La l<strong>la</strong>ve rota había abierto en su mente una puerta que se había<br />

cerrado cuando Sam murió.<br />

La luna se había tras<strong>la</strong>dado al otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong>l tejado. Estaba insólitamente gran<strong>de</strong>, roja,<br />

y tenía <strong>la</strong>s facciones borradas. Ahora casi hacía frío. Bessie temb<strong>la</strong>ba. Se dio cuenta <strong>de</strong><br />

que podía pil<strong>la</strong>r fácilmente una pulmonía, pero ahora ya no temía a <strong>la</strong> muerte, <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

misma manera que no temía quedarse sin casa en que vivir. Proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Hudson<br />

llegaba una fresca brisa. En el cielo aparecieron nuevas estrel<strong>la</strong>s. Un gato negro se le

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!