22.04.2013 Views

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

11. EL OSCURO ENTRAMADO DEL DESTINO: PÉRDIDA DE DIRECCIÓN Y FALTA DE CONOCIMIENTO<br />

130<br />

135<br />

140<br />

145<br />

150<br />

155<br />

160<br />

165<br />

170<br />

nunca habría rechazado todas <strong>la</strong>s oportunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> matrimonio si <strong>de</strong> verdad se<br />

hubieran materializado.<br />

Al morir su padre, se <strong>com</strong>entó que <strong>la</strong> casa era lo único que le había <strong>de</strong>jado; y<br />

en cierto modo <strong>la</strong> gente se alegró. Por fin podían <strong>com</strong>pa<strong>de</strong>cerse <strong>de</strong> <strong>la</strong> señorita<br />

Emilia. Al quedar so<strong>la</strong>, y pobre, era <strong>com</strong>o el resto <strong>de</strong> los mortales. Ahora también<br />

el<strong>la</strong> conocería <strong>la</strong>s ancestrales zozobras y angustias <strong>de</strong> tener un penique <strong>de</strong> más o<br />

<strong>de</strong> menos.<br />

Al día siguiente <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong>l padre todas <strong>la</strong>s señoras se aprestaron a visitar<br />

<strong>la</strong> casa para darle el pésame y ofrecerle su ayuda, <strong>com</strong>o tenemos por costumbre.<br />

La señorita Emilia <strong>la</strong>s recibió en <strong>la</strong> puerta, vestida <strong>com</strong>o siempre y sin rastro<br />

alguno <strong>de</strong> aflicción* en su rostro. Les dijo que su padre no había muerto. Se<br />

mantuvo en esta actitud durante tres días, mientras <strong>la</strong> visitaban clérigos y médicos<br />

tratando <strong>de</strong> convencer<strong>la</strong> <strong>de</strong> que les <strong>de</strong>jara hacerse cargo <strong>de</strong>l cadáver. Cuando<br />

estaban a punto <strong>de</strong> recurrir a <strong>la</strong> ley y a <strong>la</strong> fuerza, <strong>la</strong> señorita Emilia se <strong>de</strong>rrumbó<br />

y se apresuraron a enterrar al padre.<br />

Entonces no dijimos que estuviese loca. Pensamos que era lo que tenía que<br />

hacer. Nos acordamos <strong>de</strong> todos los jóvenes que su padre había alejado <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, y<br />

sabíamos que al no quedarle nada tendría que aferrarse a aquello <strong>de</strong> que se <strong>la</strong><br />

había privado, <strong>com</strong>o haría cualquiera.<br />

III<br />

La señorita Emilia estuvo enferma mucho tiempo. Cuando volvimos a ver<strong>la</strong><br />

llevaba el pelo corto, lo que le hacía parecer una muchacha, con un vago parecido<br />

con esos ángeles <strong>de</strong> <strong>la</strong>s vidrieras <strong>de</strong> colores <strong>de</strong> <strong>la</strong>s iglesias, entre trágicos y<br />

serenos.<br />

El municipio acababa <strong>de</strong> adjudicar los contratos para pavimentar <strong>la</strong>s aceras, y<br />

en el verano siguiente a <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> su padre <strong>com</strong>enzaron <strong>la</strong>s obras. La empresa<br />

constructora llegó con negros, mu<strong>la</strong>s y maquinaria y con un capataz <strong>de</strong> nombre<br />

Homer Barron, un yanqui corpulento, moreno y dispuesto con un gran vozarrón<br />

y los ojos más c<strong>la</strong>ros que el rostro. Los chiquillos iban tras él en grupos para oírlo<br />

mal<strong>de</strong>cir a los negros y para oír a éstos cantar al <strong>com</strong>pás <strong>de</strong> <strong>la</strong> subida y bajada <strong>de</strong><br />

los picos. Muy pronto se hizo amigo <strong>de</strong> todos los vecinos. Siempre que se oyesen<br />

risas en algún lugar <strong>de</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za, seguro que Homer Barron estaba en el centro <strong>de</strong>l<br />

grupo. A poco <strong>de</strong> llegar empezamos a verlo con <strong>la</strong> señorita Emilia los domingos<br />

por <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> en una calesa* <strong>de</strong> alquiler con <strong>la</strong>s ruedas amaril<strong>la</strong>s tirada por un par<br />

<strong>de</strong> bayos*.<br />

Al principio nos alegramos <strong>de</strong> que <strong>la</strong> señorita Emilia se interesase por alguien,<br />

porque todas <strong>la</strong>s señoras <strong>de</strong>cían: “Está c<strong>la</strong>ro que una Grierson jamás pensaría en<br />

serio en unirse a un hombre <strong>de</strong>l norte, a un jornalero”. Pero había otros, más<br />

viejos, que <strong>de</strong>cían que ni siquiera el dolor podría hacer que una dama <strong>de</strong> verdad<br />

olvidase lo <strong>de</strong> noblesse oblige—pero sin l<strong>la</strong>marle noblesse oblige. Lo que sí<br />

<strong>de</strong>cían era: “Pobre Emilia. Deberían venir sus parientes a por el<strong>la</strong>.” Tenía alguna<br />

familia en A<strong>la</strong>bama, pero hacía años su padre se había enemistado con ellos por <strong>la</strong><br />

herencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> anciana Lady Wyatt, <strong>la</strong> que se volvió loca, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces se cortó<br />

toda re<strong>la</strong>ción entre <strong>la</strong>s dos familias. Ni siquiera enviaron representación al funeral.<br />

abatimiento<br />

carruaje<br />

caballos rojizos<br />

181

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!