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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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4.EL PODER DE LA INOCENCIA<br />

Anónimo<br />

5<br />

10<br />

15<br />

20<br />

25<br />

30<br />

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42<br />

BELDAD Y BESTIA<br />

Una vez era un rico <strong>com</strong>erciante que tenía seis hijos, tres varones y tres hembras, a los<br />

que procuró dar una esmerada educación, sin reparar en gastos. <strong>Las</strong> tres hijas eran muy<br />

hermosas, especialmente <strong>la</strong> menor, a cuya extraordinaria belleza <strong>de</strong>bió que en su infancia<br />

<strong>la</strong> l<strong>la</strong>masen todos Beldad, y <strong>com</strong>o con los años no perdió ninguno <strong>de</strong> sus encantos, nadie<br />

le dio ya otro nombre, por lo cual sus hermanas le envidiaban. No sólo era <strong>la</strong> más hermosa<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s hermanas, sino <strong>la</strong> que tenía mejores sentimientos. <strong>Las</strong> otras, envanecidas con sus<br />

riquezas y su posición social, no hacían más que darse tono, rehuían el trato con <strong>la</strong>s hijas<br />

<strong>de</strong> otros <strong>com</strong>erciantes y sólo se mostraban con<strong>de</strong>scendientes con <strong>la</strong>s personas <strong>de</strong> distinción.<br />

Cada día iban al baile, al teatro y a otros centros <strong>de</strong> recreo, y siempre se bur<strong>la</strong>ban <strong>de</strong><br />

su hermana, porque con frecuencia empleaba <strong>la</strong>s horas <strong>de</strong> ocio en leer o en otras ocupaciones<br />

útiles. Como era bien sabido que estas señoritas poseían cuantiosas riquezas, los<br />

más opulentos <strong>com</strong>erciantes <strong>de</strong>seaban casarse con el<strong>la</strong>s, pero <strong>la</strong>s dos mayores contestaban<br />

siempre que, por su parte, nunca habían pensado casarse con quien no fuese duque o<br />

con<strong>de</strong> por lo menos. Beldad tenía tantos pretendientes <strong>com</strong>o sus hermanas, pero siempre<br />

contestaba con <strong>la</strong> mayor cortesía que, aunque quedaba muy reconocida a sus amantes,<br />

<strong>de</strong>seaba vivir algunos años más con su padre, pues se consi<strong>de</strong>raba <strong>de</strong>masiado joven para<br />

casarse.<br />

Y ocurrió que, por uno <strong>de</strong> los frecuentes reveses <strong>de</strong> <strong>la</strong> suerte, el <strong>com</strong>erciante perdió<br />

toda su fortuna, no quedándole más que una casita <strong>de</strong> campo, por lo cual se dirigió a sus<br />

hijas, diciéndoles con lágrimas en los ojos:<br />

—Hijas mías, hemos <strong>de</strong> ir a vivir en <strong>la</strong> casita <strong>de</strong> campo, don<strong>de</strong> procuraremos ganarnos<br />

el sustento trabajando, ya que no tenemos más remedio.<br />

<strong>Las</strong> dos hijas mayores replicaron que no sabían trabajar y que no abandonarían <strong>la</strong><br />

ciudad, don<strong>de</strong> tenían pretendientes que estarían muy contentos en casarse con el<strong>la</strong>s,<br />

aunque ya no eran ricas. Pero en esto se equivocaban, pues cuando sus novios se enteraron<br />

<strong>de</strong> lo sucedido, dijeron que, <strong>com</strong>o aquel<strong>la</strong>s chicas eran tan orgullosas y malévo<strong>la</strong>s, se<br />

alegraban <strong>de</strong> ver abatida su altivez, <strong>de</strong> manera que se quedaron sin plumas y cacareando.<br />

En cambio, todo el mundo se mostró <strong>com</strong>pasivo con <strong>la</strong> pobre Beldad, porque era tan<br />

bondadosa y tan pura <strong>de</strong> corazón, y muchos caballeros le ofrecieron casarse con el<strong>la</strong>,<br />

aunque no tenía un céntimo; pero el<strong>la</strong>, Beldad, rehusó otra vez el ofrecimiento, diciendo<br />

que no podía abandonar a su padre en su tribu<strong>la</strong>ción. Al principio no podía Beldad<br />

contener el l<strong>la</strong>nto ante <strong>la</strong>s penas y trabajos que le era preciso soportar, pero pronto hubo<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse: “Como nada se remedia en este mundo llorando, procuraré ser feliz en mi<br />

pobreza.”<br />

Tras<strong>la</strong>dados al campo, el <strong>com</strong>erciante y sus tres hijos se <strong>de</strong>dicaron a <strong>la</strong>brar y sembrar <strong>la</strong><br />

tierra y a cultivar el huerto. Beldad se levantaba cada día a <strong>la</strong>s cuatro, encendía el fuego,<br />

arreg<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> casa y preparaba el almuerzo para toda <strong>la</strong> familia. Al principio encontraba<br />

este trabajo muy penoso, pero pronto se acostumbró y le pareció muy hace<strong>de</strong>ro. Por otra<br />

parte, el trabajo beneficiaba su salud y aumentaba su belleza, y cuando había hecho todo<br />

lo necesario, se distraía leyendo, tocando el arpa o cantando mientras hi<strong>la</strong>ba. Sus hermanas<br />

nunca sabían en qué emplear el tiempo. Desayunaban en <strong>la</strong> cama y no se levantaban

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