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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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13. EL LADO FEO, ENGAÑOSO Y RIDÍCULO DE LO SERIO, LO BELLO Y LO PURO<br />

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más ancianos, habían visto nunca levantada. Mis negativas excitaron más su<br />

curiosidad, y por bur<strong>la</strong>rme <strong>de</strong> el<strong>la</strong> me entregué a un juego <strong>de</strong> muchacho,<br />

arreg<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong>s cosas <strong>de</strong> modo que todas <strong>la</strong>s tar<strong>de</strong>s, al llegar a <strong>la</strong> iglesia, me<br />

encontraba mirando <strong>la</strong> losa, hurgando* en sus junturas*.<br />

Di fin a <strong>la</strong> restauración, quitamos los andamios; el altar lucía <strong>com</strong>o una ascua* <strong>de</strong><br />

oro, y cuando le echaba <strong>la</strong> última mirada, vino <strong>la</strong> curiosa <strong>com</strong>adre a intentar por<br />

otra vez hacerse partícipe <strong>de</strong> “mi secreto”.<br />

—Dígameu*, pintor —suplicaba—. Guardaré el secret.<br />

Y el pintor (así me l<strong>la</strong>maban), <strong>com</strong>o era entonces un joven alegre y había <strong>de</strong><br />

marchar en el mismo día, encontró muy oportuno aturdir* a aquel<strong>la</strong> impertinente<br />

con una absurda leyenda. La hice prometer un sinnúmero <strong>de</strong> veces, con gran<br />

solemnidad, que no repetiría a nadie mis pa<strong>la</strong>bras, y solté* cuantas mentiras me<br />

sugirió mi afición a <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s* interesantes.<br />

Yo había levantado aquel<strong>la</strong> losa por arte maravilloso que me cal<strong>la</strong>ba, y visto<br />

cosas extraordinarias. Primero, una escalera honda, muy honda*; <strong>de</strong>spués, estrechos<br />

pasadizos, vueltas y revueltas; por fin, una lámpara que <strong>de</strong>bía estar ardiendo<br />

centenares <strong>de</strong> años, y tendido en una cama <strong>de</strong> mármol un tío muy gran<strong>de</strong>, con<br />

<strong>la</strong> barba hasta el vientre, los ojos cerrados, una espada enorme sobre el pecho y<br />

en <strong>la</strong> cabeza una toal<strong>la</strong> arrol<strong>la</strong>da con una media luna*.<br />

—Será un moro —interrumpió el<strong>la</strong> con suficiencia.<br />

Sí, un moro. ¡Qué lista era! Estaba envuelto en un manto que bril<strong>la</strong>ba <strong>com</strong>o<br />

el oro, y a sus pies una inscripción en letras enrevesadas* que no <strong>la</strong>s entendía el<br />

mismo cura; pero <strong>com</strong>o yo era pintor, y los pintores lo saben todo, <strong>la</strong> había leído<br />

<strong>de</strong> corrido*. Y <strong>de</strong>cía . . . <strong>de</strong>cía . . . ¡ah, sí! <strong>de</strong>cía: “Aquí yace* Alí-Bellús; su<br />

mujer Sarah y su hijo Macael le <strong>de</strong>dican este último recuerdo.”<br />

Un mes <strong>de</strong>spués supe en Valencia lo que ocurrió apenas abandoné el pueblo.<br />

En <strong>la</strong> misma noche, <strong>la</strong> siñá Pascua<strong>la</strong> juzgó que era bastante heroísmo cal<strong>la</strong>rse<br />

durante algunas horas, y se lo dijo todo a su marido, el cual lo repitió al día<br />

siguiente en <strong>la</strong> taberna. Estupefacción* general. ¡Vivir toda <strong>la</strong> vida en el pueblo,<br />

entrar todos los domingos en <strong>la</strong> iglesia y no saber que bajo sus pies estaba el<br />

hombre <strong>de</strong> <strong>la</strong> gran barba, <strong>de</strong> <strong>la</strong> toal<strong>la</strong> en <strong>la</strong> cabeza, el marido <strong>de</strong> Sarah, el padre<br />

<strong>de</strong> Macael, el gran Alí-Bellús, que indudablemente habría sido el fundador <strong>de</strong>l<br />

pueblo! . . . Y todo esto lo había visto un forastero, sin más trabajo que llegar,<br />

y ellos no. ¡Cristo!<br />

Al domingo siguiente, apenas el cura abandonó el pueblo para <strong>com</strong>er con un<br />

párroco vecino, una gran parte <strong>de</strong>l vecindario corrió a <strong>la</strong> iglesia. El marido <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

siñá Pascua<strong>la</strong> anduvo a palos con el sacristán para quitarle <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>ves, y todos,<br />

hasta el alcal<strong>de</strong> y el secretario, entraron con picos, pa<strong>la</strong>ncas y cuerdas. ¡Lo que<br />

sudaron! . . . En dos siglos lo menos no había sido levantada aquel<strong>la</strong> losa, y los<br />

mozos más robustos, con los bíceps* al aire y el cuello hinchado por los<br />

esfuerzos, pugnaban inútilmente por remover<strong>la</strong>.<br />

—¡Fòrza, fòrza! —gritaba <strong>la</strong> Pascua<strong>la</strong> capitaneando aquel<strong>la</strong> tropa <strong>de</strong> brutos—.<br />

¡Abaix* está el mòro!<br />

Y animados por el<strong>la</strong> redob<strong>la</strong>ron todos sus esfuerzos, hasta que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una<br />

hora <strong>de</strong> bufidos*, juramentos y sudor a chorros, arrancaron, no sólo <strong>la</strong> losa, sino<br />

el marco <strong>de</strong> piedra, saltando tras él una gran parte <strong>de</strong> los <strong>la</strong>drillos <strong>de</strong>l piso.<br />

escarbando / ranuras<br />

fulgor, luz<br />

Dígame<br />

confundir<br />

dije<br />

historias<br />

profunda<br />

a <strong>la</strong> manera <strong>de</strong> media<br />

luna que recuerda<br />

un turbante musulmán<br />

in<strong>com</strong>prensibles<br />

sin dificultad / está<br />

enterrado<br />

Asombro<br />

músculos <strong>de</strong> los<br />

brazos<br />

Abajo<br />

resoplidos

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