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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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6. EL LADO OSCURO DE LO IDEAL: LOS DEMONIOS O LAS MÁQUINAS EN EL JARDÍN<br />

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pos; mis tentativas podrían frustrarse, y mi <strong>la</strong>bor resultar finalmente imperfecta. Sin<br />

embargo, me animaba cuando consi<strong>de</strong>raba los progresos que día a día se llevan a<br />

cabo en <strong>la</strong>s ciencias y <strong>la</strong> mecánica; pensando que mis experimentos al menos<br />

servirían <strong>de</strong> base para futuros éxitos. Tampoco podía tomar <strong>la</strong> amplitud y <strong>com</strong>plejidad<br />

<strong>de</strong> mi proyecto <strong>com</strong>o argumento* para no intentarlo siquiera. Imbuido <strong>de</strong><br />

estos sentimientos, <strong>com</strong>encé <strong>la</strong> creación <strong>de</strong> un ser humano. Dado que <strong>la</strong> pequeñez<br />

<strong>de</strong> los órganos suponía un obstáculo para <strong>la</strong> rapi<strong>de</strong>z, <strong>de</strong>cidí, en contra <strong>de</strong> mi<br />

primera <strong>de</strong>cisión, hacer una criatura <strong>de</strong> dimensiones gigantescas; es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong><br />

unos ocho pies* <strong>de</strong> estatura y correctamente proporcionada. Tras esta <strong>de</strong>cisión,<br />

pasé algunos meses recogiendo y preparando los materiales, y empecé.<br />

Nadie pue<strong>de</strong> concebir <strong>la</strong> variedad <strong>de</strong> sentimientos que, en el primer entusiasmo<br />

por el éxito, me espoleaban <strong>com</strong>o un huracán. La vida y <strong>la</strong> muerte me<br />

parecían fronteras imaginarias que yo rompería el primero, con el fin <strong>de</strong> <strong>de</strong>sparramar<br />

<strong>de</strong>spués un torrente <strong>de</strong> luz por nuestro tenebroso mundo. Una nueva especie<br />

me ben<strong>de</strong>ciría <strong>com</strong>o a su creador, muchos seres felices y maravillosos me <strong>de</strong>berían<br />

su existencia. Ningún padre podía rec<strong>la</strong>mar tan <strong>com</strong>pletamente <strong>la</strong> gratitud <strong>de</strong><br />

sus hijos <strong>com</strong>o yo merecería <strong>la</strong> <strong>de</strong> éstos. Prosiguiendo estas reflexiones, pensé<br />

que, si podía infundir vida a <strong>la</strong> materia inerte, quizá, con el tiempo (aunque ahora<br />

lo creyera imposible), pudiese <strong>de</strong>volver <strong>la</strong> vida a aquellos cuerpos que, aparentemente,<br />

<strong>la</strong> muerte había entregado a <strong>la</strong> corrupción.<br />

Estos pensamientos me animaban, mientras proseguía mi trabajo con infatigable<br />

entusiasmo. El estudio había empali<strong>de</strong>cido mi rostro, y el constante encierro<br />

me había <strong>de</strong>macrado. A veces fracasaba al bor<strong>de</strong> mismo <strong>de</strong>l éxito, pero seguía<br />

aferrado a <strong>la</strong> esperanza que podía convertirse en realidad al día o a <strong>la</strong> hora<br />

siguiente. El secreto <strong>de</strong>l cual yo era el único poseedor era <strong>la</strong> ilusión a <strong>la</strong> que había<br />

consagrado mi vida. La luna iluminaba mis esfuerzos nocturnos mientras yo, con<br />

infatigable y apasionado ardor*, perseguía a <strong>la</strong> naturaleza hasta sus más íntimos<br />

arcanos*. ¿Quién pue<strong>de</strong> concebir los horrores <strong>de</strong> mi encubierta tarea, hurgando<br />

en <strong>la</strong> húmeda oscuridad <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tumbas o atormentando a algún animal vivo para<br />

intentar animar el barro inerte? Ahora me tiemb<strong>la</strong>n los miembros con sólo recordarlo;<br />

entonces me espoleaba un impulso irresistible y casi frenético. Parecía<br />

haber perdido el sentimiento y sentido <strong>de</strong> todo, salvo <strong>de</strong> mi objetivo final. No fue<br />

más que un período <strong>de</strong> tránsito, que incluso agudizó mi sensibilidad cuando, al<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> operar el estímulo innatural, hube vuelto a mis antiguas costumbres.<br />

Recogía huesos <strong>de</strong> los osarios, y vio<strong>la</strong>ba, con <strong>de</strong>dos sacrílegos, los tremendos<br />

secretos <strong>de</strong> <strong>la</strong> naturaleza humana. Había insta<strong>la</strong>do mi taller <strong>de</strong> inmunda* creación<br />

en un cuarto solitario, o mejor dicho, en una celda, en <strong>la</strong> parte más alta <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa,<br />

separada <strong>de</strong> <strong>la</strong>s restantes habitaciones por una galería y un tramo <strong>de</strong> escaleras.<br />

Los ojos casi se me salían <strong>de</strong> <strong>la</strong>s órbitas <strong>de</strong> tanto observar los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> mi <strong>la</strong>bor.<br />

La mayor parte <strong>de</strong> los materiales me los proporcionaban <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> <strong>de</strong> disección y el<br />

mata<strong>de</strong>ro. A menudo me sentía asqueado con mi trabajo; pero, impelido por una<br />

incitación que aumentaba constantemente, iba ultimando mi tarea.<br />

Transcurrió el verano mientras yo seguía entregado a mi objetivo en cuerpo y<br />

alma. Fue un verano hermosísimo; jamás habían producido los campos cosecha<br />

más abundante ni <strong>la</strong>s cepas mayor vendimia; pero yo estaba ciego a los encantos<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> naturaleza. Los mismos sentimientos que me hicieron insensible a lo que<br />

razón<br />

un pie = 30 cm.<br />

entusiasmo / secretos<br />

sórdida, siniestra

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