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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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19. PRIMEROS ATISBOS DEL RE-SURGIR VITAL FRENTE A LA RESISTENCIA NATURAL Y LA INERCIA SOCIAL<br />

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Danby por <strong>la</strong> cintura y obligándole a dar unas vueltas con los codos en alto <strong>com</strong>o para bai<strong>la</strong>r el<br />

vals—. ¡Un verda<strong>de</strong>ro mi<strong>la</strong>gro! Si Orr pudo remar hasta Suecia, entonces me será fácil triunfar<br />

sobre el coronel Cathcart y sobre el coronel Korn, porque todo estriba en perseverar, ¡perseverar!<br />

—Capellán, por favor, ¿quiere cal<strong>la</strong>rse? —le imploró el <strong>com</strong>andante Danby, cortésmente,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que se hubo <strong>de</strong>sasido <strong>de</strong> él, mientras se enjugaba el sudor abundante que manaba<br />

<strong>de</strong> su frente y resba<strong>la</strong>ba por sus mejil<strong>la</strong>s. Se inclinó sobre Yossarian, que estaba ocupado en<br />

buscar sus zapatos—. ¿Qué me dices <strong>de</strong>l coronel...?<br />

—¡Que me importa un reverendo pimiento!<br />

—Pero esto, en realidad...<br />

—¡Que se vayan los dos al infierno!<br />

—Pero esto, en realidad, les ayudará —persistió tesoneramente el <strong>com</strong>andante Danby—.<br />

¿No has pensado en ello?<br />

—Pues que les vaya bien a esos dos cabrones, ¡a mí qué! Si lo único que puedo hacer para<br />

<strong>de</strong>jarlos en ridículo es escaparme. Sólo pienso en mí, en mis propias responsabilida<strong>de</strong>s,<br />

Danby. Tengo que ir a Suecia.<br />

—No lo lograrás. Es imposible. Es poco menos que una imposibilidad geográfica llegar<br />

allá <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto en que estamos ahora.<br />

—Ya lo sé, Danby, ya lo sé. Pero por lo menos lucharé por conseguirlo. Hay, a<strong>de</strong>más, una<br />

pequeñue<strong>la</strong> en Roma cuya vida me gustaría salvar si pudiera encontrar<strong>la</strong>. La llevaría a Suecia<br />

conmigo, si <strong>la</strong> encontrase, que no todo es egoísmo por mi parte.<br />

—¡Es una locura, Yossarian, una locura absoluta! Tu conciencia no te <strong>de</strong>jará jamás en paz.<br />

—¡Dios <strong>la</strong> bendiga! —rió Yossarian—. No es nada agradable vivir sin recon<strong>com</strong>ios ni<br />

dudas. ¿Verdad, capellán?<br />

—Voy a arrimarle un buen puñetazo en <strong>la</strong> nariz al capitán B<strong>la</strong>ck <strong>la</strong> próxima vez que lo vea<br />

—se ufanó el capellán. Y, fintando dos veces con <strong>la</strong> izquierda, <strong>la</strong>nzó al aire un <strong>de</strong>rechazo<br />

<strong>de</strong>moledor—. Así.<br />

—¿Y no piensas en el <strong>de</strong>shonor <strong>de</strong> tu acción? —preguntó el <strong>com</strong>andante Danby.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>shonor? No hay mayor <strong>de</strong>shonor que el que ahora sufro. —Yossarian había<br />

terminado <strong>de</strong> ponerse los zapatos y dio a uno <strong>de</strong> ellos <strong>la</strong> última y fuerte <strong>la</strong>zada. Se levantó <strong>de</strong><br />

un salto y dijo, dirigiéndose a Danby—: Bueno, Danby, estoy listo. ¿Qué dices? ¿Te cal<strong>la</strong>rás<br />

<strong>la</strong> boca y me <strong>de</strong>jarás que me <strong>la</strong>s pire?<br />

El <strong>com</strong>andante Danby miró a Yossarian, en silencio, con una sonrisa extraña y triste.<br />

Había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> transpirar y parecía absolutamente calmado.<br />

—¿Qué harías si tratara <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerte? —preguntó con acento burlón—. ¿Me pegarías?<br />

Yossarian reaccionó con un gesto <strong>de</strong> dolida sorpresa.<br />

—No, c<strong>la</strong>ro que no. ¿Por qué dices eso?<br />

—Seré yo el que le pegue —se jactó el capellán, bailoteando muy cerca <strong>de</strong>l <strong>com</strong>andante<br />

Danby y simu<strong>la</strong>ndo boxear con un antagonista imaginario—. A usted y al capitán B<strong>la</strong>ck, y tal<br />

vez, hasta al sargento Whit<strong>com</strong>b. ¿No sería maravilloso que <strong>de</strong>scubriera que ni siquiera le<br />

tengo miedo al sargento Whit<strong>com</strong>b?<br />

—¿Vas a <strong>de</strong>tenerme? —le preguntó Yossarian al <strong>com</strong>andante Danby. Y lo miró a los ojos<br />

fijamente.<br />

El <strong>com</strong>andante Danby esquivó al capellán y vaciló unos segundos más.<br />

—No, c<strong>la</strong>ro que no. —De repente se puso a agitar sus brazos, seña<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong> puerta con un<br />

a<strong>de</strong>mán exuberante <strong>de</strong> urgencia—. Naturalmente que no te <strong>de</strong>tendré. Vete, ¡por el amor <strong>de</strong><br />

Dios, vete corriendo! ¿Necesitas dinero?<br />

—Tengo algún dinero.<br />

—Bueno, aquí tienes algo más. —Con ferviente y <strong>de</strong>sbordante entusiasmo, se sacó <strong>de</strong>l bolsillo<br />

un grueso fajo <strong>de</strong> billetes italianos y lo puso en <strong>la</strong> mano <strong>de</strong> Yossarian, que cerró y mantuvo entre<br />

<strong>la</strong>s suyas, tanto para aquietar el temblor <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos <strong>com</strong>o para infundir ánimo a su amigo.

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