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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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18. EL MUNDO DE LO SUBTERRÁNEO O SUBMARINO: CAOS, ANARQUÍA Y DESORDEN TOTALES<br />

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movía <strong>la</strong>s hojas. Durante toda <strong>la</strong> semana, continuó encerrado en sí mismo. El domingo, siempre<br />

sentado a <strong>la</strong> puerta, rio en voz alta varias veces, perturbando a su madre que hacía años que no le oía<br />

reír.<br />

A <strong>la</strong> mañana siguiente, su madre se acercó a <strong>la</strong> cama, para <strong>de</strong>spertarle. Johnny había dormido<br />

toda <strong>la</strong> semana, por lo que abrió los ojos en seguida. Esta vez no protestó, ni tampoco se sujetó <strong>la</strong>s<br />

mantas cuando le <strong>de</strong>staparon. Siguió tendido en silencio hasta que, al fin, dijo con toda calma:<br />

—No hay solución, madre.<br />

—Llegarás tar<strong>de</strong> —le dijo el<strong>la</strong>, convencida <strong>de</strong> que seguía aturdido por el sueño.<br />

—Estoy <strong>de</strong>spierto y te digo que no hay solución. Más vale que me <strong>de</strong>jes en paz. No voy a<br />

levantarme.<br />

—¡Per<strong>de</strong>rás tu empleo! —le advirtió el<strong>la</strong>.<br />

—No voy a levantarme —repitió Johnny con voz extrañamente <strong>de</strong>sapasionada.<br />

Tampoco el<strong>la</strong> fue a trabajar. Le parecía encontrarse ante una enfermedad <strong>de</strong>sconocida. Podía<br />

<strong>com</strong>pren<strong>de</strong>r que se <strong>de</strong>lirase si se tenía mucha fiebre. Pero esto sólo podía obe<strong>de</strong>cer a <strong>la</strong> locura.<br />

Volvió a cubrirle con <strong>la</strong>s mantas y envió a Jenny en busca <strong>de</strong>l médico.<br />

Cuando éste llegó, Johnny dormía plácidamente y plácidamente se <strong>de</strong>spertó, permitiendo que<br />

le tomasen el pulso.<br />

—No le ocurre nada —dijo el doctor—. Sólo está muy débil. No tiene mucha carne sobre los<br />

huesos.<br />

—Siempre ha sido igual —indicó el<strong>la</strong>.<br />

—Bueno, madre, vete y déjame dormir.<br />

Johnny hab<strong>la</strong>ba tranqui<strong>la</strong> y amablemente y tranqui<strong>la</strong> y amablemente dio <strong>la</strong> vuelta, para dormirse<br />

<strong>de</strong> nuevo.<br />

A <strong>la</strong>s diez, se <strong>de</strong>spertó, vistiéndose sin prisas. Se encaminó a <strong>la</strong> cocina, don<strong>de</strong> encontró a su<br />

madre, con expresión asustada en el rostro.<br />

—Me voy —explicó—. He venido a <strong>de</strong>spedirme.<br />

El<strong>la</strong> se cubrió <strong>la</strong> cara con el <strong>de</strong><strong>la</strong>ntal, <strong>de</strong>jándose caer en una sil<strong>la</strong>, tras lo que <strong>com</strong>enzó a llorar.<br />

Él aguardó pacientemente.<br />

—Debí <strong>com</strong>pren<strong>de</strong>rlo —<strong>com</strong>entó el<strong>la</strong> entre sollozos—. ¿A dón<strong>de</strong> vas? —preguntó luego,<br />

apartando el <strong>de</strong><strong>la</strong>ntal <strong>de</strong> <strong>la</strong> cara para mirarle, con aire dolorido, pero en el que había escasa curiosidad.<br />

—No lo sé; a cualquier sitio.<br />

Mientras hab<strong>la</strong>ba, a Johnny le vino a <strong>la</strong> memoria el árbol <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle, en todo su esplendor. Parecía<br />

brotarle en <strong>la</strong>s mismas pupi<strong>la</strong>s, <strong>de</strong> modo que podía verlo en cualquier parte.<br />

—¿Y tu empleo? —le preguntó el<strong>la</strong> nuevamente.<br />

—Nunca más volveré a trabajar.<br />

—¡Dios mío, Johnny, no digas eso! —se dolió su madre.<br />

Lo que acababa <strong>de</strong> oír le resultaba una b<strong>la</strong>sfemia. Se sentía tan horrorizada <strong>com</strong>o cualquier<br />

madre que oye a su hijo negar a Dios.<br />

—¿Qué se te ha metido en <strong>la</strong> cabeza? —indagó con débil intento <strong>de</strong> oponerse.<br />

—Números —le respondió—. Números so<strong>la</strong>mente. He hecho algunos cálculos durante esta<br />

semana y es muy extraño.<br />

—No veo qué pue<strong>de</strong> importar —sollozó el<strong>la</strong>.<br />

Johnny sonrió, con paciencia, y su madre se dio cuenta <strong>de</strong> que <strong>la</strong> alteraba que no se mostrase<br />

irritado ni furioso.<br />

—Te lo explicaré —le dijo—. Estoy más que cansado. ¿Qué es lo que me fatiga tanto?<br />

Moverme. No he hecho otra cosa que moverme <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que nací. Me siento harto y no pienso<br />

hacerlo más. ¿Te acuerdas <strong>de</strong> cuando trabajaba en el horno <strong>de</strong> vidrio? Llegué a hacer trescientas<br />

docenas en un solo día. En diez, trescientos sesenta mil movimientos. En un mes, un millón<br />

ochenta mil movimientos. Suprimamos los ochenta mil —dijo con el generoso <strong>de</strong>sinterés <strong>de</strong> un<br />

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