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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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4.EL PODER DE LA INOCENCIA<br />

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anunciaba <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> Bestia. Aquel ser monstruoso produjo en Beldad una impresión<br />

<strong>de</strong> horror in<strong>de</strong>scriptible, pero procuró ocultar su miedo. El monstruo se acercó a el<strong>la</strong>, <strong>la</strong><br />

contempló un rato a su sabor y, con voz espantosa, le preguntó si había venido por propia<br />

y omnímoda voluntad.<br />

—Sí —contestó Beldad.<br />

—Eso significa que eres buena hija, y te estoy sumamente agra<strong>de</strong>cido.<br />

Ante una observación <strong>de</strong> tan correcta gentileza <strong>com</strong>o inesperada, Beldad se quedó<br />

estupefacta y cobró valor; pero volvió a <strong>de</strong>sfallecer cuando Bestia, dirigiéndose al <strong>com</strong>erciante,<br />

le expresó el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que abandonase el pa<strong>la</strong>cio al día siguiente por <strong>la</strong> mañana y<br />

no volviera más.<br />

—Buenas noches, <strong>com</strong>erciante. Y buenas noches, Beldad.<br />

—Buenas noches, Bestia —contestó el<strong>la</strong> mientras el monstruo <strong>de</strong>saparecía <strong>de</strong> <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>.<br />

—¡Ah hija mía! —exc<strong>la</strong>mó el <strong>com</strong>erciante abrazándo<strong>la</strong>—. Ya estoy medio muerto sólo<br />

<strong>de</strong> pensar que he <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarte so<strong>la</strong> con esa horrible Bestia. ¡Márchate y me quedaré en tu<br />

lugar!<br />

—No esperes que haga semejante cosa —dijo Beldad en tono que no admitía dudas—<br />

. mañana has <strong>de</strong> volver a casa.<br />

Se dieron <strong>la</strong>s buenas noches y se acostaron los dos con <strong>la</strong> misma i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que no podrían<br />

cerrar los ojos en toda <strong>la</strong> noche; pero los dos cayeron inmediatamente en un profundo<br />

sueño, <strong>de</strong>l que no se <strong>de</strong>spertaron hasta el día siguiente. Beldad soñó que una dama se le<br />

acercaba y le <strong>de</strong>cía: “Estoy muy contenta, Beldad, <strong>de</strong> que hayas sacrificado voluntariamente<br />

tu vida para salvar <strong>la</strong> <strong>de</strong> tu padre. No tengas miedo, porque tan noble acción no<br />

pue<strong>de</strong> quedar sin re<strong>com</strong>pensa.”<br />

Tan pronto <strong>com</strong>o Beldad se <strong>de</strong>spertó fue a contar el sueño a su padre; pero, aunque en<br />

cierto modo le sirvió <strong>de</strong> algún consuelo, transcurrió mucho tiempo antes <strong>de</strong> resignarse a<br />

<strong>de</strong>jar el pa<strong>la</strong>cio. Por fin, Beldad logró persuadirlo a marcharse.<br />

Cuando Beldad vio que su padre <strong>de</strong>saparecía a lo lejos, sano y salvo, empezó a llorar<br />

<strong>de</strong>sconso<strong>la</strong>damente; pero <strong>com</strong>o era una muchacha muy valiente y animosa, <strong>de</strong>cidió no<br />

empeorar su situación con inútiles quebrantos, sino esperar con paciencia los acontecimientos.<br />

Se paseó por <strong>la</strong>s sa<strong>la</strong>s <strong>de</strong>l pa<strong>la</strong>cio y se quedó admirada <strong>de</strong> <strong>la</strong> magnífica suntuosidad<br />

que por todas partes encontraba.<br />

Pero cuál no sería su sorpresa cuando llegó a una puerta en que se leía: “APOSENTO<br />

DE BELDAD”. Apenas <strong>la</strong> abrió quedó <strong>de</strong>slumbrada ante el esplendor y el refinado lujo<br />

<strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> habitación: pero lo más admirable <strong>de</strong> todo era una librería llena <strong>de</strong> volúmenes,<br />

un c<strong>la</strong>vicordio y varias piezas <strong>de</strong> música.<br />

“Por lo visto, no tiene Bestia intención <strong>de</strong> <strong>de</strong>vorarme inmediatamente —se dijo—,<br />

puesto que con tan acertada solicitud ha dispuesto <strong>la</strong>s cosas para que no me aburra.” Y<br />

esto pensando, abrió <strong>la</strong> librería y vio estos versos en letras <strong>de</strong> oro en el lomo <strong>de</strong> un libro:<br />

No llores, mujer hermosa,<br />

ningún mal has <strong>de</strong> temer.<br />

Aquí estás para mandarme,<br />

y yo, para obe<strong>de</strong>cer.<br />

—¡Ay! —dijo suspirando—. Si al menos pudiera satisfacer mi <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ver a mi pobre

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