22.04.2013 Views

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

11. EL OSCURO ENTRAMADO DEL DESTINO: PÉRDIDA DE DIRECCIÓN Y FALTA DE CONOCIMIENTO<br />

40<br />

45<br />

50<br />

55<br />

60<br />

65<br />

70<br />

75<br />

80<br />

años antes. El viejo sirviente negro los condujo a un vestíbulo sombrío <strong>de</strong>l que<br />

arrancaba una escalera que subía a unas sombras aún más <strong>de</strong>nsas. Se olía a polvo<br />

y a <strong>de</strong>suso; un olor a humedad y a cerrado. El negro los llevó a <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> <strong>de</strong> recibir.<br />

Estaba ornamentada* con pesados muebles tapizados en cuero. Cuando el negro<br />

<strong>de</strong>scorrió <strong>la</strong>s cortinas <strong>de</strong> una ventana, vieron que el cuero estaba agrietado; y<br />

cuando se sentaron, una nubecil<strong>la</strong> <strong>de</strong> polvo se levantó lentamente en torno a sus<br />

muslos, con <strong>la</strong>s motas* girando lentamente en un único rayo <strong>de</strong> sol. Sobre un<br />

<strong>de</strong>slustrado caballete dorado, <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> <strong>la</strong> chimenea había un retrato a carboncillo<br />

<strong>de</strong>l padre <strong>de</strong> <strong>la</strong> señorita Emilia.<br />

Se pusieron en pie cuando entró el<strong>la</strong>, una mujer pequeña y gruesa vestida <strong>de</strong><br />

negro con una fina ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro que le caía hasta <strong>la</strong> cintura y se <strong>de</strong>svanecía* tras<br />

el cinturón, apoyándose en un bastón <strong>de</strong> ébano* con <strong>la</strong> empuñadura <strong>de</strong> un oro<br />

apagado. Su esqueleto era pequeño y <strong>de</strong>lgado; quizá por eso lo que en otra habría<br />

sido mera gordura, en el<strong>la</strong> era obesidad. Parecía abotargada*, <strong>com</strong>o un cuerpo<br />

que hubiera estado sumergido <strong>la</strong>rgo tiempo en agua estancada* y <strong>de</strong>l mismo tono<br />

pálido. Los ojos, perdidos en <strong>la</strong>s ondu<strong>la</strong>ciones carnosas <strong>de</strong> su rostro, parecían dos<br />

trocitos <strong>de</strong> carbón apresados en una bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> masa <strong>de</strong> pan y moviéndose <strong>de</strong> una<br />

cara a otra mientras los visitantes le explicaban el motivo <strong>de</strong> su misión*.<br />

No los invitó a sentarse. Se quedó <strong>de</strong> pie junto a <strong>la</strong> puerta y escuchó en<br />

silencio hasta que el portavoz se <strong>de</strong>tuvo balbuciente. Entonces pudieron oír el tictac<br />

<strong>de</strong>l invisible reloj al final <strong>de</strong> <strong>la</strong> ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro.<br />

Su voz sonó seca y fría.<br />

—Yo no tengo que pagar impuestos en Jefferson. El coronel Sartoris me lo<br />

explicó. Quizás alguno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s pueda consultar los archivos municipales y<br />

entonces se convencerán.<br />

—Pero ya lo hemos hecho. Nosotros somos <strong>la</strong> autoridad municipal, señorita<br />

Emilia. ¿No recibió usted un aviso <strong>de</strong>l sheriff, firmado por él?<br />

—Recibí un papel, sí —contestó <strong>la</strong> señorita Emilia—. Quizás él se consi<strong>de</strong>re<br />

sheriff... yo no tengo que pagar impuestos en Jefferson.<br />

—Pero en los libros no hay nada que indique que... ¿no <strong>com</strong>pren<strong>de</strong>? Nosotros<br />

<strong>de</strong>bemos...<br />

—Vayan a ver al coronel Sartoris. Yo no tengo que pagar impuestos en<br />

Jefferson.<br />

—Pero, señorita Emilia...<br />

—Vayan a ver al coronel Sartoris. (El coronel Sartoris llevaba muerto casi<br />

diez años.) Yo no tengo que pagar impuestos en Jefferson. ¡Toby! —Apareció el<br />

negro—. Muéstrale <strong>la</strong> salida a estos señores.<br />

II<br />

Así fue <strong>com</strong>o <strong>la</strong> señorita Emilia, a mata caballo y un pie tras otro, venció* a<br />

los regidores <strong>de</strong>l mismo modo que había vencido a los padres <strong>de</strong> los mismos<br />

regidores treinta años antes en el asunto <strong>de</strong>l olor. Esto ocurrió dos años <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> su padre y poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que su prometido —aquel que todos<br />

creímos que iba a casarse con el<strong>la</strong>— <strong>la</strong> hubiera abandonado. Tras <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> su<br />

padre salía muy poco; cuando se fue su novio apenas si se <strong>la</strong> volvió a ver.<br />

amueb<strong>la</strong>da<br />

partícu<strong>la</strong>s<br />

perdía<br />

ma<strong>de</strong>ra dura<br />

negra o gris<br />

hinchada<br />

inmóvil, yaciente<br />

visita<br />

se impuso<br />

179

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!