22.04.2013 Views

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

18. EL MUNDO DE LO SUBTERRÁNEO O SUBMARINO: CAOS, ANARQUÍA Y DESORDEN TOTALES<br />

435<br />

440<br />

445<br />

450<br />

455<br />

460<br />

465<br />

470<br />

475<br />

338<br />

filántropo— y tenemos un millón mensual, lo que representa doce al año. Y, en los te<strong>la</strong>res, hay<br />

que contar el doble. Esto hace veinticinco millones al año me da <strong>la</strong> sensación <strong>de</strong> que llevo así un<br />

millón <strong>de</strong> años. Esta semana, por el contrario, no he hecho más que <strong>de</strong>scansar, durante horas y<br />

horas. Fue estupendo po<strong>de</strong>r sentarme sin hacer absolutamente nada. Antes, nunca había sido feliz.<br />

No me quedaba tiempo, siempre tan atareado. De este modo no se pue<strong>de</strong> ser feliz. Y no pienso<br />

volver a aquel<strong>la</strong> vida. Me limitaré a sentarme y a <strong>de</strong>scansar, a <strong>de</strong>scansar y a sentarme y, luego,<br />

<strong>de</strong>scansaré un poco más.<br />

—¿Qué va a ser <strong>de</strong> Will y <strong>de</strong> los niños? —indagó el<strong>la</strong> <strong>de</strong>sesperada.<br />

—Sí, eso, Will y los niños —repitió Johnny.<br />

Pero no había amargura en su voz. Conocía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía tiempo <strong>la</strong>s ambiciones <strong>de</strong> su madre con<br />

respecto al hermano menor, pero esto ya no le alteraba. Nada podía ya importarle. Ni siquiera eso.<br />

—Sé lo que p<strong>la</strong>neabas para Will, que siguiera en el colegio y se hiciese tenedor <strong>de</strong> libros. Pero<br />

es inútil, porque me rindo. Tendrá que trabajar.<br />

—Después <strong>de</strong>l modo <strong>com</strong>o te he criado —dijo el<strong>la</strong> llorando y disponiéndose a cubrirse <strong>de</strong> nuevo<br />

<strong>la</strong> cara con el <strong>de</strong><strong>la</strong>ntal, a modo <strong>de</strong> nueva táctica.<br />

—No me criaste —le respondió Johnny con triste amabilidad—. Me crie yo solo y, a<strong>de</strong>más, crie<br />

a Will. Ahora, es más alto, más pesado y más gran<strong>de</strong> que yo. Supongo que <strong>de</strong> pequeño no <strong>com</strong>í lo<br />

suficiente. Cuando él nació, aunque yo era sólo un niño, tuve que ganar sus alimentos. Pero eso se<br />

acabó. Will pue<strong>de</strong> ponerse a trabajar o irse al diablo, por lo que a mí respecta. Me voy. ¿No vas a<br />

<strong>de</strong>spedirte <strong>de</strong> mí?<br />

El<strong>la</strong> no le contestó. Se había cubierto <strong>la</strong> cabeza con el <strong>de</strong><strong>la</strong>ntal y lloraba. Johnny se <strong>de</strong>tuvo un<br />

instante en <strong>la</strong> puerta.<br />

—Lo hice lo mejor que supe —gemía su madre.<br />

Salió <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa y avanzó por <strong>la</strong> calle. Al ver el árbol solitario se le iluminó <strong>la</strong> cara <strong>de</strong> satisfacción.<br />

—No voy a hacer nada —se dijo en voz alta y en tono <strong>de</strong> júbilo.<br />

Alzó <strong>la</strong> mirada hacia el cielo, pero el bril<strong>la</strong>nte sol le <strong>de</strong>sorientó, cegándole.<br />

Anduvo mucho, pero sin prisas. Fue a pasar ante <strong>la</strong> fábrica. El batir <strong>de</strong> los te<strong>la</strong>res llegaba<br />

hasta allí fuera y, al oírlo, Johnny sonrió. Era una sonrisa amable y plácida. No odiaba a nadie,<br />

ni siquiera a aquel<strong>la</strong>s máquinas. Ya no sentía amargura, nada en absoluto, excepto un gran <strong>de</strong>seo<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>scansar.<br />

<strong>Las</strong> casas y <strong>la</strong>s fábricas se fueron espaciando y aumentaron los so<strong>la</strong>res libres, conforme se<br />

acercaba al campo. Al fin, <strong>la</strong> ciudad quedó atrás y avanzó por un sen<strong>de</strong>ro bor<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> árboles, junto<br />

a <strong>la</strong> vía <strong>de</strong>l ferrocarril. No andaba <strong>com</strong>o un hombre. Tampoco parecía un hombre. Era <strong>la</strong> caricatura <strong>de</strong><br />

un ser humano. Constituía un átomo <strong>de</strong> vida, anónimo, torcido y <strong>de</strong>slumbrado, que se movía igual que<br />

un gori<strong>la</strong> enfermo, con los brazos colgando, inclinados los hombros, hundido el pecho, grotesco y<br />

terrible.<br />

Pasó junto a una pequeña estación y se tendió en <strong>la</strong> hierba bajo un árbol. Allí permaneció toda<br />

<strong>la</strong> tar<strong>de</strong>.<br />

A veces, se adormi<strong>la</strong>ba, mientras los músculos se le contraían en el sueño. Al <strong>de</strong>spertarse, seguía<br />

inmóvil, contemp<strong>la</strong>ndo los pájaros o mirando el cielo a través <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ramas <strong>de</strong>l árbol. En una o dos<br />

ocasiones, rio en voz alta, pero sin re<strong>la</strong>ción con nada que hubiese visto o sentido.<br />

Después <strong>de</strong>l crepúsculo, con <strong>la</strong>s primeras sombras <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche, un tren <strong>de</strong> mercancías se<br />

<strong>de</strong>tuvo en <strong>la</strong> estación. Mientras cambiaban unos vagones, para <strong>de</strong>jarlos en vía muerta, Johnny se<br />

<strong>de</strong>slizó a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong>l convoy. Abrió <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos y, con dificulta<strong>de</strong>s, se encaramó para<br />

entrar. Luego, cerró <strong>la</strong> puerta. La máquina silbó. Johnny estaba acostado y en <strong>la</strong> oscuridad<br />

sonreía. 1<br />

_________<br />

1<br />

Versión castel<strong>la</strong>na <strong>de</strong> Jacinto León Ignacio, Ediciones 29, Barcelona, 1995.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!