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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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16. PARODIA DE LOS SUPUESTOS VALORES INDIVIDUALES Y SOCIALES IDEALES<br />

Ambrose Bierce (1842-1914)<br />

5<br />

10<br />

15<br />

20<br />

25<br />

30<br />

35<br />

40<br />

266<br />

ACEITE DE PERRO<br />

Mi nombre es Boffer Bings. Nací <strong>de</strong> padres honestos en uno <strong>de</strong> los más<br />

humil<strong>de</strong>s caminos <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida, siendo mi padre un fabricante <strong>de</strong> aceite <strong>de</strong> perro y<br />

teniendo mi madre un pequeño estudio al <strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia <strong>de</strong>l lugar, don<strong>de</strong><br />

disponía <strong>de</strong> bebés no <strong>de</strong>seados. En mi infancia fui disciplinado* en los hábitos <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> industria; no sólo ayudaba a mi padre, procurándole perros para sus tinas*,<br />

sino que, con frecuencia, era empleado por mi madre para retirar los <strong>de</strong>sechos <strong>de</strong><br />

este trabajo en el estudio. En el cumplimiento <strong>de</strong> este <strong>de</strong>ber había necesitado, a<br />

veces, toda mi inteligencia natural, porque todos los policías <strong>de</strong> <strong>la</strong> vecindad se<br />

oponían al negocio <strong>de</strong> mi madre. No eran elegidos por una lista <strong>de</strong> candidatos<br />

opositores, y el asunto jamás había sido un tema político: simplemente sucedía<br />

así. El negocio <strong>de</strong> mi padre <strong>de</strong> producir aceite <strong>de</strong> perro era, naturalmente, menos<br />

impopu<strong>la</strong>r, aunque los dueños <strong>de</strong> perros <strong>de</strong>saparecidos solían mirarlo con<br />

suspicacia, lo cual se reflejaba, hasta cierto punto, en mí. Mi padre tenía, <strong>com</strong>o<br />

silenciosos a<strong>com</strong>pañantes, a todos los médicos <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad, quienes raramente<br />

escribían una receta que no contuviese lo que ellos gustaban l<strong>la</strong>mar AcCan. Es<br />

realmente <strong>la</strong> medicina más valiosa que se haya <strong>de</strong>scubierto. Pero muchas personas<br />

son reacias a hacer sacrificios personales por los enfermos, y era evi<strong>de</strong>nte que<br />

muchos <strong>de</strong> los perros más gordos <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad tenían prohibido jugar conmigo,<br />

hecho que afligió mi joven sensibilidad, y en un momento estuvo a punto <strong>de</strong><br />

convertirme en pirata.<br />

Evocando* aquellos días, no puedo sino <strong>la</strong>mentar, algunas veces, que al<br />

conducir indirectamente a mis queridos padres a su muerte fui el autor <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sgracias que afectaron profundamente mi futuro.<br />

Una noche, mientras pasaba por <strong>la</strong> fábrica <strong>de</strong> aceite <strong>de</strong> mi padre con el cuerpo<br />

<strong>de</strong> un expósito* <strong>de</strong>l estudio <strong>de</strong> mi madre, vi a un policía que parecía estar<br />

observando <strong>de</strong> cerca mis movimientos. Pese a mi juventud, había aprendido que<br />

los actos <strong>de</strong> un policía, cualquiera fuera su carácter aparente, están provocados<br />

por los motivos más reprensibles*, y lo evité escabulléndome en <strong>la</strong> aceitería por<br />

una puerta <strong>la</strong>teral, que estaba entreabierta. La cerré enseguida, y quedé solo con<br />

mi muerto. Mi padre se había retirado por toda <strong>la</strong> noche. La única luz en el lugar<br />

venía <strong>de</strong> <strong>la</strong> hornil<strong>la</strong>*, que resp<strong>la</strong>n<strong>de</strong>cía con un carmesí rico y profundo bajo una<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s pai<strong>la</strong>s*, proyectando reflejos rojizos sobre <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s. Dentro <strong>de</strong>l cal<strong>de</strong>ro,<br />

el aceite todavía giraba en indolente* ebullición, empujando ocasionalmente a <strong>la</strong><br />

superficie un trozo <strong>de</strong> perro. Sentándome para esperar que el policía se fuera,<br />

apoyé el cuerpo <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong>l expósito en mi regazo y tiernamente acaricié su<br />

cabello corto y sedoso. ¡Ah, qué lindo era! Ya a esa temprana edad yo era<br />

apasionadamente afecto a los niños, y mientras miraba a ese querube*, podía casi<br />

estar dispuesto a <strong>de</strong>sear que <strong>la</strong> herida, pequeña y roja, sobre su pecho —el trabajo<br />

<strong>de</strong> mi madre— no hubiese sido mortal.<br />

Había sido mi costumbre arrojar al río los bebés que <strong>la</strong> naturaleza había provisto<br />

solícitamente* para ese propósito, pero aquel<strong>la</strong> noche no me animaba a <strong>de</strong>jar <strong>la</strong><br />

aceitería por miedo al policía. “Después <strong>de</strong> todo”, me dije, “no pue<strong>de</strong> importar<br />

educado<br />

vasijas, cubas o<br />

cal<strong>de</strong>ros gran<strong>de</strong>s<br />

Recordando<br />

bebé huérfano<br />

criticables<br />

lumbre<br />

cubas o tinas<br />

lenta<br />

bebé angelical<br />

servicialmente

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